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  • El tren de la economía estadounidense hizo sonar su silbato de partida

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 04/02/2025 10:44

    Por Diego Dequino (*) La reciente medida anunciada por el presidente Trump, que fija aranceles para las exportaciones de México y de Canadá, así como las provenientes de China a la economía estadounidense, exponen algunos rasgos centrales de lo que puede ser la gestión económica de su presidencia. En primer lugar, debemos destacar que el razonamiento de Trump es, ante todo, el de un empresario exitoso, por cierto, y como tal, sus medidas tienen que ver con dañar la competencia y con mejorar la hoja de balance. En este caso, no se trata de una empresa, sino de su país, Estados Unidos. En tal sentido, estas medidas excepcionales arancelarias no deben interpretarse desde un prisma ideológico de izquierda o de derecha, así como tampoco desde un prisma liberal o desde un prisma regulatorio. Porque Trump lo que está haciendo es lo que hace cualquier empresario cuando intenta mejorar las condiciones de competencia de su empresa. En tales términos, aplica una receta estándar del sector privado que consiste en complicarle el trabajo a la competencia en favor de mejorar los resultados de su propia empresa. En segundo lugar, estas medidas no deben entenderse de forma permanente o doctrinarias, sino que son medidas que se irán ajustando a lo largo del tiempo en función de lograr los beneficios que desde su gestión intenta transmitirle a la economía estadounidense. En este caso, los beneficios que intentará transferirle apuntan a mejorar las condiciones de competencia de algunas empresas y sectores de la producción estadounidense que están sometidos a estrés competitivo contra economías como la mexicana, que tienen salarios más bajos, o economías como la canadiense que tienen muy buenas economías de escala y desarrollo tecnológico, así como también con la economía china, que tiene condiciones que muchas veces rozan el dumping laboral o social. En tales términos, estas medidas son estrictamente pragmáticas según sus propios dichos porque de hecho plantea canjearlas por indemnidad para aquellos que deciden producir extra frontera de Estados Unidos para exportarla a la economía estadounidense, si deciden migrar esas inversiones al territorio de EEUU. Es decir, de alguna manera lo que está produciendo es una mejora en el valor tendencial de los activos estadounidenses. Las medidas darán un particular impulso seguramente en el corto plazo a la economía estadounidense y -como todos sabemos- eso será un tren lanzado ya que es la economía más grande del planeta. En esas condiciones es muy factible que el valor del dólar se fortalezca en relación a otros activos y otras monedas. En ese sentido, los países que tengan paridades variables podrán ajustar mejor las condiciones de competitividad de su economía a esto que sin duda será un shock externo, inducido por la política económica estadounidense. En el caso de la economía argentina, sin duda estas medidas constituyen un desafío importante para el plan económico en marcha, ya que una de las bases que defiende el gobierno del presidente Millei está asociada a un tipo de cambio de una paridad en términos reales fijas o inclusive valorizando el peso. Una economía estadounidense lanzada será, como dijimos, un tren en marcha, que para la economía argentina será un desafío seguirlo en la medida que sostengamos una paridad fija en el tipo de cambio, debido a la particular revalorización de los activos que se producirán en EEUU, pero fundamentalmente a las diferencias de productividad importantes de manera desventajosa que existe para la economía argentina con relación a la de EEUU. La conclusión que podemos extraer de estas primeras medidas del presidente Trump en materia económica es que en los próximos años deberemos acostumbrarnos a que existan sorprendidos pero no sorpresas, ya que las medidas siempre estarán regidas por un hilo conductor que será el fortalecimiento ante todo de la economía de EEUU, independientemente del daño o la degradación en la competencia de otros países. Asistiremos, sin dudas, a una recalibración en el valor de los activos mundiales y los precios asociados, impulsado ello por una visión estrictamente ligada al desarrollo de negocios y quizás algo más lejos de la idea geopolítica que ha predominado en los últimos cuatro años. (*) Economista y director del Centro de Estudios en Economía, Sociedad y Tecnología (Ceesyt)

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