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  • Un bebé, mamá, papá y dos ancianos

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 04/02/2025 04:02

    Hoy estamos a 40 días de la Navidad, de haber celebrado su nacimiento y Jesús es presentado en el Templo por María y José. Es el enviado de Dios que sale a encontrarse con su pueblo que lo esperaba hace mucho tiempo, representado por los ancianos Simeón y Ana. El evangelio de San Lucas quiere que prestemos atención a la entrada en el Templo. Él es quien viene a purificar el culto a Dios. Se reconoce que en la fragilidad y pequeñez del Niño hay un misterio muy hondo que está presente. Es Luz para iluminar a las naciones. Él cumple las promesas, aunque pase el tiempo. En el Año Jubilar se nos recuerda que somos peregrinos de la esperanza, que no quedará defraudada. Por medio de la encarnación del Hijo de Dios todo lo humano se puede transformar en culto de alabanza a Dios. El trabajo, el estudio, la vida familiar, las buenas obras, la oración, el deporte, la recreación. Purificación del templo y de la fe. Estamos llamados a no escindir la fe de la vida cotidiana. Por eso San Pablo escribió a los cristianos de Corinto, “sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para gloria de Dios”. En muchos lugares se representa en esta escena a la Virgen entrando con San José en el Templo, llevando en brazos al Niño Jesús y una vela —candela— en la mano. En las celebraciones de las misas de hoy se realiza la bendición de las velas. Algunas de ellas serán utilizadas mañana para invocar la protección de San Blas contra las enfermedades de la garganta. El domingo pasado el Papa celebró en Roma el Jubileo de las Comunicaciones, del cual participaron periodistas, agentes pastorales del mundo de la comunicación de la iglesia de todo el mundo. En su Mensaje para la Jornada Mundial de las comunicaciones nos alentó a ser ‘’comunicadores de esperanza’’. Se lamentaba Francisco reconociendo que “hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio. Incluso se usa la palabra como un puñal; para herir, lastimar, provocar daños personales o de grupos”. Por eso ha vuelto a plantear “la necesidad de ‘desarmar’ la comunicación, de purificarla de la agresividad. Reducir la realidad a un slogan nunca produce buenos frutos”. Nuestras palabras no son inocuas o indiferentes. En definitiva, “lo que logra el buen comunicador es que quien escucha, lee o mira pueda participar, pueda sentirse incluido, pueda encontrar la mejor parte de sí mismo y entrar con estas actitudes en las historias narradas”. Comunicar de esa manera ayuda a convertirse en “peregrinos de esperanza”, como dice el lema del Jubileo. Y en el encuentro con los Presidentes de Comisiones Nacionales de Comunicación de las Conferencias Episcopales, preguntaba, “¿sabemos dar testimonio de que la historia humana no concluye en un callejón sin salida? ¿Y cómo indicamos una perspectiva diferente hacia un futuro que todavía no está escrito? A mí me gusta esta expresión: escribir el futuro; nos toca a nosotros escribir el futuro. ¿Sabemos comunicar que esta esperanza no es una ilusión? La esperanza no defrauda nunca”. Qué hermoso desafío nos plantea, ‘’escribir el futuro’’. Asumamos esta propuesta con confianza y audacia.

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