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  • La heredera millonaria que fue secuestrada por un extraño ejército y se convirtió en una guerrillera: de Patty Hearst a “Tania”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/02/2025 02:33

    Para defenderla en el juicio, los abogados de Patty Hearst argumentaron que la mujer había padecido el Síndrome de Estocolmo (Grosby) La vida de Patricia Campbell Hearst cambió para siempre el lunes 4 de febrero de 1974 cuando el reloj marcaba las 9 de la noche en California. El mundo pasaba momentos de tensión con Cuba y la Unión Soviética que le reclamaban al gobierno estadounidense que abandonara para siempre la base de Guantánamo, en territorio de la isla, y en Gran Bretaña se iniciaba una masiva huelga minera para cuestionar las políticas del conservador Edward Heath, pero nada de eso le interesaba a “Patty”, como la llamaban la familia y los amigos. Por entonces disfrutaba de su vida como heredera de una familia millonaria sin tener siquiera que ocuparse de la administración de su fortuna. Para eso estaban sus padres, que a su vez habían heredado todo de William Randolph Hearst, el magnate de la prensa estadounidense muerto en 1951 e inmortalizado por Orson Welles en su película “Citizen Kane”. Patty había dejado Nueva York, donde pasó sus primeros años, y estaba en California como estudiante de la Universidad de Berkeley. Vivía con su novio, Steven Weed, y su preocupación más inmediata era por entonces cómo festejaría los veinte años que cumpliría el 20 de febrero. Sin embargo, no llegó a cumplirlos como pensaba. Ese lunes a la noche una pareja armada irrumpió en su departamento del campus de la Universidad, la sacó a punta de pistola y se la llevó en el baúl de un Chevrolet robado. En un primer momento, la policía pensó que se trataba de un secuestro extorsivo y montó el operativo con todos los protocolos del caso para esperar el pedido de rescate de los delincuentes. La hipótesis se cayó a pedazos pocas horas después del secuestro, cuando se conoció el primer comunicado de un hasta entonces desconocido Ejército Simbionés de Liberación, un grupo guerrillero urbano cuyo objetivo manifiesto era acabar con “la dictadura corporativa” norteamericana encabezada por el presidente Richard Nixon. El comunicado explicaba también que habían secuestrado a Patty porque formaba parte de “una familia de la clase dirigente superfascista” que gobernaba desde las sombras a los Estados Unidos. El secuestro de la heredera millonaria fue noticia en los medios de Estados Unidos, primero y luego en los del mundo El FBI estaba desconcertado, no sabía de la existencia de ese Ejército Simbionés de Liberación y mucho menos quiénes eran sus líderes ni cuántos miembros tenía. La intervención de los teléfonos tampoco servía para nada: los secuestradores se comunicaban con la familia Hearst a través de grabaciones de audio que enviaban a los medios con la exigencia de que las reprodujeran para evitar que mataran a Patty. Dos días después del secuestro llegó la primera exigencia de los secuestradores: a cambio de la liberación de la heredera millonaria, el gobierno debía liberar a dos de los miembros de la organización, que poco antes habían sido arrestados y acusados de asesinato. El FBI tuvo que averiguar quiénes, dónde estaban y por qué se los había detenido. Se los tenía por delincuentes comunes. La respuesta fue la previsible: “Los Estados Unidos no negocian con terroristas”. Entonces el Ejército Simbionés de Liberación cambió sus demandas y exigió a los Hearst que invirtieran dos millones de dólares en un programa para dar alimentos a los pobres de California. El reparto de comida –que se hizo poco después– terminó en un desastre, con peleas por las bolsas de alimentos y saqueos cometidos por quienes no las habían recibido. Los secuestradores redoblaron la apuesta y pidieron que los Hearst gastaran otros cuatro millones más y la familia se negó. Las negociaciones se suspendieron. La siguiente grabación que recibieron los medios de comunicación llevaba la voz de la propia Patty. Le pedía a su familia que cumpliera con lo que exigían porque si no lo hacían la iban a matar. La joven sonaba desesperada. Muchos años después, en las memorias que publicó en 1981, contaría que la habían tenido encerrada en un armario durante 57 días. Dos meses después… Los días corrían de manera dramática mientras el FBI seguía sin tener idea de dónde podían tener secuestrada a Patty y tampoco podía descubrir la identidad de los secuestradores, porque en los interrogatorios a los dos supuestos miembros del Ejército Simbionés de Liberación cuya libertad habían exigido, estos aseguraron una y otra vez que no los conocían. Entonces, el 3 de abril –un día antes de cumplirse dos meses del secuestro– la familia recibió una nueva grabación que cayó como un bombazo. La joven fue secuestrada el 4 de febrero de 1974. Robó un banco junto a sus secuestradores. Fue condenada e indultada (Grosby) La voz de Patty sonaba ahora muy diferente a la de la joven desesperada que rogaba por su libertad. Con firmeza, en la cinta decía que se había incorporado al Ejército Simbionés de Liberación y que ahora se llamaba “Tania”, el mismo nombre de guerra utilizado por la argentino-alemana Tamara Bunke al sumarse a la guerrilla comandada por Ernesto Che Guevara en Bolivia. El mensaje terminaba con una consigna en español, la misma con la que firmaba el Che: “Patria o muerte. Venceremos”. La novedad no solo conmocionó a la opinión pública estadounidense: la “conversión” de Patricia Hearst se convirtió en una noticia internacional que multiplicó su repercusión diez días después. El 13 de abril, un comando del ejército Simbionés de Liberación asaltó una sucursal del Banco Hibernia en San Francisco y se llevó 20.000 dólares. Se produjo un tiroteo que dejó como saldo dos clientes heridos. Las grabaciones de las cámaras de seguridad mostraron a Patricia Hearst empuñando un fusil durante el asalto. Unos días después llegó un nuevo mensaje a las redacciones y los canales de televisión. No era una grabación sino una foto de Patty. Estaba vestida con ropa de combate y tenía una ametralladora en sus manos; detrás de ella se veía una bandera con una cobra de siete cabezas, el símbolo utilizado por los guerrilleros simbioneses. La imagen recorrió el mundo. De víctima a delincuente La foto que mostraba a Patty como guerrillera dio un giro de 180 grados al caso. Ya no se la consideraba víctima de un secuestro sino la integrante de una organización criminal. El fiscal general de California caratuló a Patricia Campbell Hearst como “delincuente” y ordenó su detención, lo que la convirtió en una de las criminales más buscadas de los Estados Unidos. En las tapas de los diarios y en los noticieros de televisión comenzó a aparecer la foto de su rostro y debajo de ella una palabra: Wanted (buscada). Un mes después del primer asalto, el 16 de mayo, un grupo integrado por Patricia Hearst y la misma pareja que la había secuestrado, el matrimonio Harris, asaltó una casa de deportes. El asunto salió mal, porque el dueño los persiguió armado y uno de los asaltantes perdió el arma mientras huían. Patty, que esperaba en un auto robado en marcha, se bajó y le disparó al hombre que perseguía a sus compañeros y también a la puerta y los ventanales del local. Dejaron el auto y escaparon a pie, pero a dos o tres cuadras del lugar detuvieron a otro vehículo, hicieron bajar al conductor apuntándole con sus armas y se alejaron en él. Patricia Hearst en noviembre de 2018. La imagen fue tomada cuando llegó a una reunión de una fundación de lucha contra el SIDA (Dia Dipasupil/FilmMagic) Con el auto robado intentaron llegar a la casa que les servía como base de operaciones y refugio, pero no pudieron. La zona estaba llena de policías y se escuchaban disparos. Patty y los Harris dieron media vuelta y huyeron. El tiroteo se prolongó durante horas y fue transmitido por los canales de televisión. Terminó cuando la casa empezó a incendiarse. Luego de apagar el fuego, los bomberos encontraron seis cuerpos calcinados. El FBI todavía no lo sabía, allí había caído exactamente la mitad de los miembros del Ejército Simbionés de Liberación. Al principio se creyó que Patricia Hearst podía ser uno de los muertos, hasta que llegó un nuevo cassette a los medios. Allí, la ya inconfundible voz de la heredera millonaria devenida guerrillera reivindicaba a sus compañeros caídos y prometía seguir con la lucha. También le juraba amor eterno a uno de ellos, su pareja y líder del grupo: “El más gentil y hermoso hombre que alguna vez conocí. Nunca ni Cujo (así lo llamaba) ni yo habíamos amado de una manera tan verdadera e intensa como esa. Nuestro amor también fue un compromiso de lucha de nuestro pueblo”, decía. Más allá de las palabras, el Ejército Simbionés de Liberación había quedado desbaratado. Patty y los Harris estuvieron prófugos durante casi un año y medio, cometiendo pequeños robos para sobrevivir. Fue detenida por agentes del FBI el 18 de septiembre de 1975 en San Francisco. Hacía días que la tenían cercada. Las cámaras de televisión la mostraron en actitud desafiante, levantando las manos esposadas con los puños cerrados. Nada quedaba de la inocente imagen de la joven millonaria secuestrada un año y medio antes. Condenada e indultada El juicio contra Patricia Campbell Hearst fue una noticia de esas que a su fallecido abuelo William Randolph le encantaba llevar en la tapa de sus diarios. Comenzó el 20 de marzo de 1976 y Patty tuvo la mejor defensa que los millones de su familia podían pagar, sin embargo, ni siquiera ese dinero alcanzó para salvarla. En las primeras audiencias, los abogados esgrimieron que había sido víctima de un “lavado de cerebro” y cuando vieron que esa estrategia no funcionaba, sacaron a relucir un nuevo argumento, casi desconocido para la época: el síndrome de Estocolmo. Menos de tres años antes, durante un robo a un banco en Estocolmo, Suecia, un delincuente mantuvo a cuatro personas como rehenes durante seis días. Cuando se entregó, una de las rehenes –una chica joven– lo defendió ante la policía. El psiquiatra sueco Nils Bejerot estudió el caso, lo comparó con otros similares, analizó esa suerte de “enamoramiento” de la víctima con el victimario y lo llamo “Síndrome de Estocolmo”. El argumento novedoso no pudo evitar que Patricia Campbell Hearst recibiera la sentencia más dura por el robo al Banco Hibernia: 35 años de prisión. Sin embargo, no pasó mucho tiempo entre rejas. El presidente Jimmy Carter –que había reemplazado en la Casa Blanca a Gerald Ford– la redujo a 22 meses. Gracias a eso, Patricia Hearst salió en libertad el 1 de febrero de 1979. La información sobre la captura de Patty Hearst quien se había convertido en una de las delincuentes más buscada de Estados Unidos La joven millonaria estaba en libertad y poco después comenzó una fuerte operación para, también, “lavar su imagen”. Lo logró más de veinte años después de la mano de otro presidente. En noviembre de 2001 Bill Clinton transitaba los últimos meses de su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos y, de manera inadvertida para la mayoría de sus compatriotas, iniciaba también lo que terminaría siendo el último escándalo de los muchos que protagonizó durante sus administraciones, el de otorgar indultos a troche y moche antes de irse. La escalada llegó a su punto más alto el 20 de enero 2002, el último día de su gestión, cuando pocas horas antes de abandonar la Casa Blanca para dejársela al republicano George W. Bush (Hijo) firmó 140 indultos presidenciales de un tirón. Entre los indultados había delincuentes económicos y delincuentes comunes, personajes notorios y otros desconocidos e, incluso, algún pariente del propio presidente. Entre todos ellos, en la lista brillaba un nombre: el de Patricia Campbell Hearst. “Me robaron la reputación” Cuando fue indultada por Clinton, Patty Hearst tenía 46 años y había reconvertido, nuevamente, su vida. Con la fortuna familiar ya heredada –se calcula en alrededor de 50 millones de dólares-, escribió sus memorias, se casó con uno de sus guardaespaldas, Bernard Lee Shaw, y tuvo dos hijos. Durante una década había intentado hacer carrera como actriz y participó en varias películas, como Cry baby (1990), Serial Mom (1994), y Pecker (1998), aunque las críticas nunca le fueron favorables. También quiso limpiar su nombre y su imagen a través de obras benéficas y con la creación de una fundación de ayuda a niños con SIDA. Esa fue una de las razones que esgrimió el Clinton para firmar su indulto. El próximo 20 de febrero cumplirá 71 años. Es abuela, vive en Nueva York, se mantiene lejos de las actividades sociales y evita las fotos de los reporteros gráficos. Tampoco concede entrevistas y solo habla de su secuestro y de su etapa como guerrillera para repetir que fue una víctima: “Me violaron mental, física y emocionalmente, y me robaron la reputación”, dice sin dar otras explicaciones.

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