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» Diario Cordoba
Fecha: 01/02/2025 03:57
Hay muros que se caen, que se derrumban, por la propia molicie vencida de su peso, por la debilidad de su estructura, por el tiempo vertido en un reloj de arena que muestra también grietas en su propio cristal. Así murió Franco: no por una victoria del antifranquismo, sino por la debilidad de una vejez prolongada hasta la extenuación de un sistema agonizante. La degradación corporal del dictador representaba acertadamente la miseria de un régimen que se resistía a caer, pero su precipitación hacia el abismo de la justicia histórica se debió únicamente a la incapacidad médica para prolongar la vida de un organismo agotado. Como reconoció Antonio Banderas, se habla más ahora de Francisco Franco que en los años 80. Es más: se habla demasiado del Caudillo. Esto podría entenderse por el aburrimiento del personal, si el personal no tuviera otros asuntos con los que entretenerse. Pero convertir la muerte del dictador en un logro colectivo, en vez de celebrar los hitos democráticos reales en los que sí participamos como pueblo -el aniversario de las primeras elecciones democráticas o del referéndum de la Constitución, pongo por caso-, tiene algo de escapada hacia el pasado, para salvar el presente. Cuando resulta que el pasado, a lo máximo que puede aspirar, es a explicarnos mejor el presente. La sombra del dictador, excepto para los especialistas, se empieza a convertir en un lugar común. El caso es que Franco representa un muro que cae no por méritos ajenos, sino por su fragilidad. Sin embargo, el muro que ha querido levantar Pedro Sánchez sólo va a ser posible derribarlo exactamente igual que se hizo añicos el muro de Berlín: a martillazos, que en este caso son los votos. Estamos tan acostumbrados a los cambios de opinión del presidente que los tenemos incorporados al discurso socialista. Tanto como el propio muro, cuyo levantamiento él mismo aseguró no haber pronunciado nunca. Y te llegaban los memes con Pedro Sánchez denunciando tamaña falsedad, que él nunca había dicho que hubiera que levantar un muro entre los españoles, y al lado tenías el vídeo en el que él mismo pregonaba que iba a levantar un muro. Pues bien, levantado está, para que no podamos mirarnos a los ojos, para que no podamos escucharnos, para que cada uno quede enclaustrado en su pared del muro, en su mitad del mundo. Un muro como el de Trump en la frontera con México, o el de Berlín, con el pensamiento libre tratando de llegar al otro lado por un túnel invisible, que al final consiste en pensar más allá del muro. Y toda piedra cae. Lo pienso al evocar el muro de Pink Floyd y su portada de aullido, obra de Gerald Scarfe. Más allá del muro, está el anhelo libre de escucharnos y entendernos. Suscríbete para seguir leyendo
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