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  • A 40 años del controvertido pase de Ruggeri y Gareca de Boca a River: una huelga y el país futbolero en vilo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 01/02/2025 02:35

    El día de la firma del contrato junto a Hugo Santilli “Soy el primer presidente en la historia de River que le compra dos cracks a Boca”. Las palabras de Hugo Santilli, en la noche del viernes 1 de febrero de 1985, traslucían orgullo, satisfacción y alivio. Había llegado el último capítulo de una novela interminable, con más de un mes de duración, que tuvo todos los ingredientes para tener en vilo a la audiencia, hasta con una huelga de jugadores en el medio. Los pases de Ricardo Gareca y Oscar Ruggeri. Se cumplen 40 años de una negociación que sacudió las estructuras del fútbol argentino, con los dos clubes más grandes involucrados. Uno no puede dimensionar ni imaginar la cobertura que le hubiesen dado los medios en la actualidad. Dos figuras, titulares en la selección, debían quedar libres por ley, pero Boca Juniors se resistía a aceptarlo. Esto desató un paro de dos semanas, dispuesto por Futbolistas Argentinos Agremiados, mientras River Plate esperaba, demostrando que estaba dispuesto a comprarlos. Boca atravesó en 1984 el peor año de su historia en el plano institucional. La asunción de Domingo Corigliano como presidente a fines del ‘83, no solo no trajo las soluciones anheladas, por los inmensos problemas que se arrastraban, sino que empeoró el panorama. Las deudas y la desconfianza del plantel fueron en aumento, el titular debió renunciar y allí, ante la acefalía absoluta, el gobierno nacional decretó la intervención. Ésta fue eficiente, bajo el comando de Federico Polak. Evitó el remate de la Bombonera, comenzó a generar nuevos recursos y entregó el mando, en enero del ‘85, a las nuevas autoridades, surgidas por consenso, con Antonio Alegre a la cabeza. Los cuatro protagonistas: Olarticoechea, Tapia, Ruggeri y Gareca El tema de Gareca y Ruggeri no tenía solución. Boca era un equipo con escasas figuras y ellos dos, junto a Hugo Orlando Gatti, eran los más sobresalientes. Pero durante las temporadas 1983 y 1984, los dos primeros, no habían tenido renovación de su contrato, cobrando solo un 20% de aumento por ley. De esta manera, quedarían en libertad de acción el 31 de diciembre. El ciclo de ambos estaba cumplido, porque mucho había sido el desgaste. En ese momento, apareció River como una posible solución. El club de Núñez contaba con un presidente que terminaba su primer año de mandato y había logrado ponerlo nuevamente de pie, tras el triste final de la era de Rafael Aragón Cabrera, en lo deportivo e institucional. Hugo Santilli había demostrado ser resolutivo, tenaz y con una gran cuota de audacia. Por eso comenzó a moverse para conseguir a los cracks de Boca y fue a ver a Julio Grondona, que le dejó una frase: “Mirá, Hugo, no se puede desmantelar al club. Boca está muy mal. Ruggeri y Gareca son lo mejor que tienen, pensá como protegerlo”. En ese instante surgió la idea de darle dos jugadores en parte de pago En su libro “Armando a Macri” de editorial Claridad, Federico Polak detalló un momento particular, el 17 de diciembre del ‘84, donde una llamada telefónica, parecía poner luz en un tema candente: “Soy Hugo Santilli, el presidente de River y lo invito a almorzar mañana. A usted le sobran los problemas, tiene demasiados, pero creo que tengo la llave para que arregle uno”. En el encuentro, el titular de los Millonarios le ofrecía 120.000 dólares por ambos, más los pases de dos jugadores del plantel de River. La tapa de El Gráfico, donde apareció por primera vez la camiseta de River con el leoncito que dibujó Caloi Se iba avanzando en el acuerdo. Los jugadores que aún pertenecían a Boca, dieron el visto bueno por medio de Guillermo Cóppola, su representante, quien confiaba que se respetarían los estatutos. Sin embargo, el viernes 21, Boca Juniors le envió los telegramas de renovación a sus futbolistas, como una manera de ir ganado tiempo. Llegaron las fiestas, y todo ingresó en un lógico parate. En los primeros días de enero, asumió Antonio Alegre como presidente de Boca y enseguida puso en funciones, como titular del departamento de fútbol, a Carlos Heller, quien en los medios señalaba que se había reunido con Cóppola, con la mayor predisposición para llegar a un arreglo sin comprometer a la institución. El tema se iba dilatando, porque Boca no definía su postura con respecto a la libertad de acción que le correspondía a los jugadores. Comenzó a aparecer en escena un nuevo protagonista, que era Futbolistas Argentinos Agremiados, alertando sobre el cumplimiento de las normativas y citando a sus afiliados a una reunión, para informarles sobre la posibilidad de una huelga, si la situación se mantenía de ese modo. El lunes 14 de enero, Carlos Heller dijo: “Nosotros ya cedimos lo suficiente como para que la cuestión se distienda, por lo que, superada esta etapa, estamos en condiciones de ratificar que de ninguna manera dejaremos en libertad a Ruggeri y Gareca, porque son patrimonio del club. La posición de los dirigentes de Agremiados es intransigente y por eso creo que la huelga será inexorable”. El viernes 18 de enero cuando Agremiados comunica el inicio de la huelga El viernes 18, la AFA dio a conocer un comunicado, donde se detallaba cuáles eran los futbolistas, de las distintas categorías, que quedaban en libertad de acción por no haber renovado sus contratos en los últimos dos años. Allí no figuraban Gareca y Ruggeri, en un aval a la posición de Boca Juniors. Ese día, a las 18 horas, cuando apenas faltaban cuatro para que se iniciase el tradicional torneo de verano en Mar del Plata, se decretó la huelga. La mayoría de los planteles se encontraban de pretemporada en distintos puntos del país. La actividad se suspendió y también afectó a la selección nacional que llevaba un puñado de días entrenando en Mar del Plata, como preparación para las eliminatorias rumbo a México ‘86. Fueron dos semanas nerviosas, con muchas reuniones y gestiones. La solución se alejaba cada vez más y el fútbol parecía que no volvería por un largo tiempo. La historia comenzó a encarrilarse y el primer día de febrero, la AFA oficializó la libertad de acción de Gareca y Ruggeri, por lo que la medida de fuerza quedó levantada. Esa misma noche, ambos fueron citados en la sede de River Plate, donde firmaron sus respectivos contratos. Al mismo tiempo, Tapia y Olarticoechea, pasaron a Boca, donde tendrían un altísimo rendimiento. En diálogo con Infobae, el Vasco recordó aquel momento: “Sentía que mi etapa en River había concluido. En esa época, al igual que en Boca, aunque parezca mentira, ambos clubes eran un lío en varios sentidos. En septiembre del ‘84 asumió el Bambino Veira y en un momento, antes de fin de año, se lesionó el Tolo Gallego y me puso como volante central, una posición que siempre me encanto y que no ocupaba desde hacía mucho tiempo. A comienzos del año siguiente, en el momento en que se estaba hablando de los pases de Gareca y Ruggeri, le dije al presidente Santilli que ya no quería actuar más como lateral izquierdo, a lo que me respondió que, si quería seguir jugando de tres, no me ponía en la lista de posibles futbolistas que iban a entrar en la negociación con Boca. Me mantuve con mis convicciones y aparecí en ese grupo donde finalmente fuimos elegidos junto a Carlos Tapia”. El momento de la firma de los contratos La huelga, mucho más extensa de lo pensado en su origen, fue generando un desgaste entre las partes. Para Olarticoechea, fueron horas interminables: “La negociación se iba haciendo cada vez más larga. Nosotros estábamos de pretemporada con River en Villa Gesell. Un día, nos dijeron a Tapia y a mí que teníamos que regresar a la Capital, para acordar, primero con River la desvinculación, para que se hiciesen los pases. Pero surgió un problema con la plata, en el que no nos poníamos de acuerdo y por eso no arreglamos. Regresamos a Gesell, donde estuvimos por espacio de dos semanas y sentíamos que nos echaban la culpa a nosotros dos, porque el fútbol estaba en huelga. La realidad es que estábamos en plena negociación por un dinero que nos correspondía, hasta que llegó el momento en que todo se acordó y se pudieron hacer los pases”. El martes 5 de febrero, las imágenes de Ricardo Gareca y Oscar Ruggeri con la camiseta de River Plate, inundaron todos los kioscos del país. La tapa de la revista El Gráfico, que desde el título -“¡Por fin!”-, dejaba en claro lo que se había vivido en las últimas semanas en el fútbol argentino. Ambos estaban sonrientes, en cuclillas, sobre el césped, con el estadio Monumental como fondo. Lucían las nuevas casacas de los Millonarios, que terminarían siendo un símbolo de la época gloriosa, donde por primera vez aparecía el León, dibujado por el genial Caloi. Boca Juniors, por su parte, trataba de armarse, luego de haber estado cerca del abismo. La contratación de una leyenda como Alfredo Di Stéfano como entrenador traía nuevos aires, que se potenciaban con el arribo de los refuerzos llegados desde River, como recuerda Olarticoechea: “Cuando llegué, recién habían asumido Antonio Alegre y Carlos Heller, que hicieron una gran tarea, reordenando al club. Se armó un muy buen plantel con el que, de a poco, logramos buenos resultados, con el punto más alto de ganar la liguilla y clasificar para la Copa Libertadores. En el momento que llegué, también lo hizo Alfredo Di Stéfano como entrenador, a quien había tenido en River en el ‘81, donde fuimos campeones del Nacional. Le dije que mi pretensión era jugar como volante central y me respondió afirmativamente. Eso me dio mucha confianza, en lo que era un gran desafío profesional. En muchos partidos fui capitán, a pesar que había gente con más experiencia. Tuve la suerte de arrancar bien y alcancé un año y medio de excelente nivel. Creo que, por eso, Bilardo me volvió a convocar, pese a que primero le dije que no, porque había renunciado a la selección en el ‘84. Al final le dije que sí y fui a México ‘86. En mi carrera Boca significó un gran desafío profesional. Son esas oportunidades que se presentan y donde te preguntás: ‘¿Voy o no voy?’ Acepté y no me equivoqué, porque fue solo un año y medio, pero la gente me adoraba. Fue complicado llegar desde River, donde me gritaban ‘Andate Gallina’ (risas). Pero después fue increíble el cariño del público hasta el día de hoy. Lo mismo le pasó al Chino Tapia, que la rompió, fue figura y regresó varias veces”. Olarticoechea (el primero de la fila de abajo desde la izquierda, con la cinta de capitán) y Tapia, cuarto de la misma fila, con la camiseta de Boca Juniors Pasados 40 años, aún pueden sentirse los ecos de la conmoción que significó esa transferencia. Posando la lupa del tiempo sobre los cuatro protagonistas, uno concluye que la mayoría salió ganando. Oscar Ruggeri rápidamente se afirmó como un bastión de la defensa de River, que un año más tarde iba a ganar el torneo local y, por primera vez, las copas Libertadores e Intercontinental. Carlos Tapia fue de menor a mayor, y en la segunda parte del torneo 1985/86, tuvo momentos descollantes, adosando una gran cuota de gol al talento de su zurda. Julio Olarticoechea se lució con la camiseta número cinco de Boca, que parecía hecha a su medida, por la fuerza, garra y despliegue que siempre lo caracterizaron. Los tres se dieron el gusto de ser campeones del mundo en México. Para Ricardo Gareca, la figura más importante al momento de la transferencia, el sabor debió ser agridulce. Actuó apenas seis meses en River y fue transferido al América de Cali. El irse del país, quizás la haya jugado en contra para su sueño de estar presente en el Mundial. Como contrapartida, anotó muchísimos goles en el cuadro colombiano, donde se convirtió en un gran ídolo. Como esas novelas o series, que atrapan la atención del público, se fue desarrollando esta historia. En tiempos de mucho menos acceso a la información, la gente seguía las alternativas por la radio y los diarios. No era cualquier transferencia. Había dos ídolos cambiando de vereda entre los equipos más grandes de nuestro fútbol. Con la firma de los contratos, arrancó el año futbolero en Argentina, que sería especial, por la reestructuración de los torneos y la angustiosa clasificación a México ‘86. El agitado verano, será por siempre recordado con el título que podría haber tenido la serie y que, al mencionarlo, todos saben de que están hablando: “Los pases de Gareca y Ruggeri”.

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