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Rio Negro » Adn Rio Negro
Fecha: 27/01/2025 01:45
(Por Pedro Pesatti*). – La historia polÃtica argentina está atravesada por un conflicto estructural y persistente: la tensión entre el centralismo porteño y las aspiraciones federales de las provincias. Desde la consolidación del Estado nacional, Buenos Aires se erigió como un núcleo de poder económico, polÃtico y cultural, construyendo un esquema de dominación que, lejos de desmoronarse, se ha perpetuado y sofisticado con el tiempo. Esta lógica centralista, que privilegia el desarrollo porteño en detrimento del resto del paÃs, ha sobrevivido a cambios de gobierno, crisis económicas y renovaciones discursivas, adaptándose como una maquinaria eficiente que concentra recursos y decisiones en un único polo. El presente nos enfrenta a un nuevo capÃtulo en esta saga histórica: la administración de Javier Milei promete, con un tono rupturista y provocador, reordenar la estructura polÃtica y económica del paÃs. Sin embargo, detrás de su retórica libertaria, se insinúa una continuidad renovada de este modelo, tal vez aún más virulenta en sus efectos que en sus formas. No se trata, entonces, de una simple variación en las reglas de juego, sino de una profundización del paradigma centralista que históricamente ha subordinado a las provincias. Desde sus inicios, el modelo agroexportador basado en la hegemonÃa porteña ha demostrado una resiliencia sorprendente. Las provincias quedaron relegadas a un papel subordinado: economÃas dependientes, sistemas polÃticos fragmentados y una constante necesidad de validar sus decisiones ante el poder central. El federalismo consagrado en la Constitución de 1853, la base organizadora de nuestro Estado, quedó reducido a una ficción jurÃdica, un enunciado vacÃo que jamás logró traducirse en prácticas efectivas de autonomÃa ni equidad territorial. La clave de este sistema radica en la apropiación de recursos: la Nación recauda impuestos en todo el territorio, pero retiene dos tercios de lo recaudado, devolviendo a las provincias apenas un tercio, que además muchas veces llega condicionado por acuerdos polÃticos que garantizan alineamientos polÃticos con el poder central a partir de la fragilidad de muchos estados provinciales que se quedan sin caminos y deben caer de rodillas frente a la Casa Rosada. En palabras de Milei, podrÃamos decir que la Nación «chorea» dos tercios del esfuerzo de las provincias. La tragedia es que ese tercio restante debe financiar servicios esenciales como la educación, la salud y la seguridad, que en el caso de RÃo Negro representan el 85% de los recursos del presupuesto provincial. El proyecto polÃtico de Javier Milei, que se presenta como una ruptura con las tradiciones polÃticas del pasado, es en realidad una continuación exacerbada del centralismo porteño, aunque bajo una nueva fachada. Su concepción ultraliberal, basada en la desregulación y el achicamiento del Estado, no tiene en cuenta las profundas asimetrÃas estructurales que ya existen entre Buenos Aires y el interior. Por el contrario, las refuerza. El desmantelamiento de programas de inversión pública en las provincias, la apertura indiscriminada de mercados y la eliminación de polÃticas de protección social colocan a todos los distritos en una situación de vulnerabilidad extrema. Sin herramientas para amortiguar los efectos del mercado global ni recursos suficientes para financiar sus propias prioridades, las provincias serán aún más dependientes de un poder central que se presenta como austero, pero que preserva para sà los privilegios de la acumulación histórica. En términos polÃticos, la idea de un «Estado mÃnimo» no es más que una consigna hueca. Lo que propone Milei no es un Estado mÃnimo uniforme, sino uno que concentra aún más poder en las regiones más desarrolladas, mientras despoja a las provincias menos favorecidas de los medios para sostenerse. Ante este panorama, una Corriente Nacional Provincialista no es una reacción coyuntural, sino una propuesta estratégica. Su premisa es sencilla pero urgente y necesaria: las provincias no deben ser espectadoras del desarrollo nacional, sino protagonistas activas en su construcción. Esto implica un cambio de paradigma en la forma en que concebimos y distribuimos el poder en Argentina. El primer paso es construir un federalismo real, que trascienda las declaraciones y se convierta en una práctica concreta. Esto requiere una reforma profunda del sistema de distribución de recursos, garantizando que las provincias puedan gestionar sus propios presupuestos con autonomÃa y sin depender de la discrecionalidad del poder central. Además, es imprescindible una redistribución del poder polÃtico que permita a las provincias incidir de manera efectiva en las decisiones nacionales. Pero el federalismo no puede limitarse a lo polÃtico y lo económico. Debe ser también cultural. Las provincias son la expresión de una diversidad que ha sido sistemáticamente ignorada por el modelo porteño. Reconocer y promover sus identidades, tradiciones y particularidades no es un gesto simbólico, sino una condición para construir un paÃs verdaderamente integrado. La Corriente Nacional Provincialista que estamos pensado, como una fuerte inspiración para cambiar el eje del debate de estos dÃas, signado, éste, por la polarización entre las dos caras de una misma moneda, se posiciona como una idea que nace desde las provincias para imaginar desde las provincias los caminos reales que necesita el paÃs. Esto implica, como punto de partida, priorizar la industrialización local, diversificar las economÃas regionales y fomentar un desarrollo sostenible que beneficie a las comunidades locales. También demanda una inversión estratégica en infraestructura: corredores logÃsticos, conectividad digital, energÃa y servicios básicos que integren a las provincias al desarrollo nacional en condiciones de equidad. El desafÃo no es menor. Se trata de confrontar un modelo centralista que ha moldeado nuestra historia y que amenaza con perpetuarse bajo nuevas formas. Sin embargo, el cambio no pasa por un federalismo nostálgico, sino por una visión de futuro que apueste por un paÃs más justo, racional y equilibrado. Como dirigente de una fuerza polÃtica que gobierna RÃo Negro con el federalismo como su principal bandera, estoy convencido de que este es el momento para actuar en la dirección que estamos pensando. El centralismo porteño no es sólo una cuestión económica o polÃtica: es una estructura y una mentalidad que perpetúa desigualdades y limita las oportunidades de millones de argentinos. Romper con esta lógica no será fácil, pero es imprescindible. Y en esa tarea, una Corriente Nacional Provincialista puede ser el motor de una nueva Argentina, que se piense desde sus márgenes, crezca desde sus raÃces y florezca en cada rincón de nuestra enorme y bella geografÃa. *Vicegobernador de RÃo Negro
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