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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/01/2025 02:46
Fotografías de mujeres asesinadas en una marcha bajo el lema NiUnaMenos (Télam) Lo que sigue es parte del contenido de uno de mi newsletter (Contracorriente), escrito en febrero de 2024, hace casi un año. La versión de que el actual gobierno tal vez promovería la eliminación de la figura del femicidio del Código Penal tal vez sea la ocasión de generar el debate que no se dio en 2012, porque como ha sucedido con otras leyes también, con demasiada frecuencia nuestro Congreso legisla por espasmos, en contextos de presión social, bajo la conmoción de casos impactantes. Uno de los resultados más negativos del feminismo exacerbado de estos tiempos es la aplicación de la perspectiva de género en la justicia, que más bien debería llamarse deformación de género. Porque la pretensión de que en los juicios el género del victimario y de la víctima tengan incidencia en la tipificación del crimen es ni más ni menos que un pre-juicio. Un juicio por adelantado. Un prejuzgamiento. En una entrevista con Infobae, el filósofo español Fernando Savater, dijo algo que les digo siempre a las feministas: no toda diferencia es una injusticia. Él lo dijo mejor: “Las diferencias no deben comportar una jerarquización y unos derechos para unos y otros para los otros. Esto yo a veces lo resumía diciendo que no es lo mismo el derecho a la diferencia que la diferencia de derechos. Ahora lo que hay es una diferencia de derechos; un derecho para los trans, otro derecho para las mujeres, otro derecho para los hombres, los derechos para los negros, otros para los blancos”. El filósofo español Fernando Savater: "Hay una diferencia de derechos" Y remató: “Los feminismos, estos que convierten toda la relación hombre-mujer en una especie de violación permanente de los hombres a las mujeres, es un disparate total. Pero nos ha valido eso, que el hombre por ser hombre ya es culpable de no se sabe qué crímenes ontológicos y la mujer es una víctima haga lo que haga”. Una muestra de este desbalance es, justamente, la introducción de la figura del femicidio en nuestro Código Penal. Recordarán el dramático caso de las dos chicas francesas violadas y asesinadas en la Quebrada de San Lorenzo en Salta en julio de 2011: Cassandre Bouvier y Houria Moumni. Fue a raíz de ese doble crimen que en diciembre de 2012 se modificó el Código Penal mediante la ley 26.791. En el portal de Diputados, se lee que esta reforma “tiene como objetivo elevar la pena para aquellas muertes causadas a mujeres por una persona con la cual mantienen o han mantenido una relación de pareja sin la necesidad de que hubiera convivencia, y/o debido a su género, orientación sexual, identidad de género o su expresión”. Esta modificación se hizo a instancias del padre de una de las jóvenes asesinadas, Jean-Michel Bouvier, que se entrevistó con la entonces presidente, Cristina Fernández de Kirchner, y le llevó la idea. Sin mucho debate, la reforma pasó. En 2012, Cristina Kirchner recibió a Jean-Michel Bouvier y compró enseguida la propuesta de introducir la figura del femicidio en el Código Lo llamativo fue que Bouvier intentó lo mismo en Francia y hasta ahora se dio contra un muro. “En mi país yo luché y luché para que se crease la ley de femicidios, pero lo logré aquí”, dijo en una ocasión. Aclaro que el señor Bouvier merece el mayor de los respetos. Es un hombre honesto que hasta ha luchado por la liberación de uno de los sospechosos detenidos por el crimen de su hija, porque estaba convencido de su inocencia. No quiere venganza, sino justicia. Pero son interesantes las razones por las cuales Francia hasta ahora no ha introducido la figura del femicidio en su Código penal. Aclaremos primero en qué consiste la reforma argentina. Habrán oído la expresión “agravado por el vínculo” adosada a “homicidio”. Es decir, nuestro Código Penal ya consideraba que matar a la esposa o al esposo (como así también a los hijos o a los padres) era una circunstancia que agravaba el delito. “La reforma amplió el ámbito de aplicación del homicidio agravado por el vínculo. A diferencia de la redacción anterior, que solo incluía a las parejas casadas, la versión actual comprende todos los vínculos de pareja, vigentes o concluidos, haya mediado o no convivencia”, dice un documento de la Unidad Fiscal especializada en Violencia contra las Mujeres, del Ministerio Público Fiscal (la Procuración General de la Nación). Francia no incorporó el femicidio al código penal Hasta ahí, la reforma es entendible. Y equitativa, porque no diferencia por la legalidad del vínculo, ni por género. O sea que este agravante vale tanto para el varón que mata a su pareja, como para la mujer idem. [Nota: es la razón por la cual Nair Galarza está condenada a perpetua: se confirmó que tenía un vínculo estable con el joven que asesinó; era su novio]. Para este agravante, el género del victimario y de la víctima es irrelevante. Pero la ley también “amplió el catálogo de crímenes de odio para tutelar a grupos especialmente victimizados por cuestiones de género y orientación sexual, como las lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgéneros, e intersexuales (LGBTI)”, explica el documento oficial. Es decir, el código considera como agravante el matar “por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión”. Sin embargo, aunque salta a la vista que es problemático corroborar un “odio” a un determinado “género”, todavía en este caso la formulación es “neutra”. En cambio, la última modificación es la que considera agravante el matar “a una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género.” Acá es donde se incorpora “el femicidio como una figura agravada del homicidio”. En palabras de la Justicia: “Se trata de un delito propio que sólo puede cometer un varón contra una mujer. Además, incluye la violencia de género como elemento definitorio del delito, para comprender todos los homicidios de mujeres perpetrados por varones que reflejan la desigualdad de poder estructural existente entre ambos grupos”. En su explicación, el Ministerio Público Fiscal adhiere al credo feminista: vivimos en un patriarcado, en una sociedad en la cual existe una desigualdad “estructural” entre varones y mujeres, lo cual es sencillamente falso, y la primera que debería saberlo es la Justicia ya que no existe en la Argentina ninguna ley ni norma ni institución que consagre la superioridad o ventajas del varón sobre la mujer. A la inversa en cambio empieza a suceder, como lo demuestra esta reforma. Veamos ahora los argumentos de Francia. En un interesante artículo titulado “Por qué el femicidio no figura en el código penal”, publicado el 8 de enero de 2024 en Les Surligneurs (una web creada por profesores e investigadores de derecho para traducir a lenguaje sencillo los temas jurídicos en debate), firmado por Clotilde Jégousse, periodista, y por Audrey Darsonville, profesora de derecho penal de la Université Paris-Nanterre, se explica que ya existe el vínculo como circunstancia agravante (como pasaba en la Argentina cuando se introdujo el femicidio) y se evocan principios como la “universalidad de la ley penal”, o sea, igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, principio inscripto en el preámbulo de la Constitución francesa. Obviamente también en Francia las feministas quieren incluirlo en el Código Penal para designar los crímenes “perpetrados contra mujeres porque son mujeres”. El Gobierno usa el término “femicidio” en sus estadísticas para designar los homicidios de mujeres cometidos por sus parejas. Pero, dicen los promotores de esta modificación, la figura de femicidio permitiría contabilizar los “crímenes sexistas, por ejemplo, de una mujer por un vecino, por un colega de trabajo, un cliente o un desconocido”. La igualdad de todos los ciudadanos antes la ley es un principio consagrado en nuestra Constitución “Más allá del alcance simbólico, esta inclusión infringiría los principios de universalidad y de neutralidad de la Justicia”, dicen las autoras citadas, exponiendo las razones de quienes se oponen. En 2019, Emmanuel Macron había dicho que deseaba “dar un estatus jurídico” al femicidio. Se creó entonces una misión de estudio que concluyó que no correspondía hacerlo por respeto al citado principio constitucional de igualdad ante la ley. “En el actual estado del derecho, no es posible que, por los mismos actos, la infracción y la pena sean diferentes para los hombres y para las mujeres”, explican las autoras. Desde 2017, el código francés también prevé el agravante por sexismo y homofobia. Pero, “para saber si se trata de un crimen sexista y homófobo por ejemplo, hay que estudiar cada caso”. En cambio, “la circunstancia agravante del homicidio conyugal” es “bastante simple” de aplicar “pues la prueba es puramente objetiva (un casamiento, una vida en común…)”. O sea, quienes promueven la figura del femicidio buscan que sea más fácil aplicar el agravante y que la fiscalía no tenga que tomarse el trabajo de “demostrar el carácter sexista del crimen”. La no existencia de esa tipificación, dicen sus promotores, dificulta producir la prueba del carácter sexista del crimen. A la inversa, cabría decir que la existencia de la tipificación “femicidio” lleva a la calificación automática de todo homicidio de una mujer por un varón, como crimen sexista. Un atajo para no tener que demostrar el agravante. La consecuencia es que, si un varón mata a una mujer —esposa, concubina, novia, exnovia, amiga, vecina, colega— la doxa asume que lo hizo por odio de género. Odia a todas las mujeres. Ese automatismo no funciona en sentido inverso. Si una mujer mata al marido no se dice que lo hizo por odio a todo el género masculino. Para el feminismo, el "odio" de género es unidireccional En el caso de las dos mujeres que mataron al pequeño Lucio en La Pampa, el abogado patrocinante de la familia paterna del niño tuvo que batallar muchísimo para que se introdujera el agravante de odio de género al homicidio, a pesar de las muchas pruebas que había en ese sentido. Comparando la reacción de la política y la justicia francesa al pedido de incluir el femicidio en el código con la de la Argentina, la conclusión es que éste es el país de todos los experimentos. Bastó que Bouvier le llevara el tema a Cristina Kirchner para que pasara como flecha en el Congreso. Reformas que más que estructurales son casi antropológicas se aprueban como si nada. No se trata de culpar al padre de Cassandre Bouvier, a quien sólo cabe compadecer y a la vez admirar por su entereza, sino a nuestros políticos y legisladores, a su oportunismo, su incultura y su liviandad. Houria Moumni y Cassandre Bouvier Así pasaron, además de esta reforma del Código Penal para introducir el femicidio, la desastrosa Ley de Identidad de Género, por la que cada cual se define del sexo que se le ocurre, en una suerte de terraplanismo de género que postula que nacemos neutros —los mismos que critican a la religión por ser supuestamente ser contraria a la ciencia, niegan la biología—; el DNI no binario —por decreto que fácilmente el actual Gobierno podría derogar—; la Ley de violencia contra las mujeres (otra fuente de desigualdad); la Ley Micaela, que no frena ningún femicidio y sólo sirve para adoctrinar en ideología queer, etc. Volviendo al femicidio, vale recordar que, en el momento en que se modificó el Código para introducir esta figura, Raúl Zaffaroni se opuso, lo que dejó en shock a muchos de los de su campo. Además de señalar que la reforma no tendría eficacia, lo cual no necesita comprobación a más de 12 años de su introducción, dijo que se estaba tipificando “una locura”, algo que “no existe”. “En la Argentina, nadie sale a matar a una mujer por ser mujer”, sentenció, quien entonces todavía era ministro de la Suprema Corte de Justicia. El ex ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Raúl Zaffaroni
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