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  • Golpe de odio: ¿Qué sucede cuando la discriminación se vuelve parte del discurso cotidiano?

    » El Ciudadano

    Fecha: 24/01/2025 13:10

    Nota de opinión por: Marcos Monetti Peiretti- Abogado De aquella Argentina pionera en materia de reconocimiento y ampliación de derechos para personas LGBT+ hoy parece no quedar nada. Las leyes vigentes de nuestro país no son resorte suficiente para repeler los embates deliberados del Gobierno Nacional contra el colectivo LGTB+; que para hacerlo utiliza datos falsos y tendenciosos, y un lenguaje que deliberadamente busca provocar prejuicios y legitimar la discriminación. Se busca desde el Estado Nacional causar un contexto de polarización y violencia simbólica recalcitrante que amenaza y rompe la vigencia de las bases sociales alcanzadas democráticamente. En criollo, buscan recortar derechos a las personas LGTB+ para marginarlas. Ayer la derecha más extrema anotó que la sociedad argentina guarda silencio ante esto. A nadie parece importarle que el presidente diga que las personas LGTB+ son pedófilas, abusadoras; que diga que es una ficción la autopercepción de las personas travesti-trans, que no debe respetarse, ni el Estado reconocer. Banaliza la identidad de género, e introduce falsedades tales como que “Se promueve la agenda LGBT+ queriendo imponernos que las mujeres son hombres y que los hombres son mujeres solo si así se autoperciben y nada dicen de cuando un hombre se disfraza de mujer y mata a su rival en un ring de boxeo”. Aplauden con su indiferencia esta crueldad bruta, solo porque “no les toca” su comodidad. Los discursos de odio siempre han sido las plataformas perfectas para allanar el camino hacia la violencia institucionalizada y la deshumanización de comunidades enteras. Ejemplo paradigmático de ello fue la persecución de personas homosexuales en la Alemania Nazi, que bajo pretexto de “purificación social” miles fueron arrestados, internados en campos de concentración y sometidos a experimentos inhumanos. “El varón que cometa actos lascivos con otro varón o permita que lo maltraten por actos lascivos, será castigado con prisión”, decía una de las versiones del artículo 175 del Imperio Alemán desde 1871. Se estima que durante la Segunda Guerra Mundial, fueron entre 5.000 y 15.000 los homosexuales llevados por los nazis a campos de concentración. Y así como los presos políticos llevaban un triángulo rojo o los judíos estrellas amarillas, a los gays se les cosía un triángulo rosa en sus uniformes para identificarlos. Esta señal los hizo objeto de torturas particulares, porque fueron castrados y utilizados para experimentos médicos que pretendían acabar con la homosexualidad, aislados y maltratados por los otros prisioneros. El discurso del presidente Javier Milei en el foro económico de Davos, sus palabras y postulados, han sido un golpe de realidad, inesperado por sus dimensiones. En rigor, la postura del presidente argentino respecto de las personas LGTB+, sobre la identidad de género y la E.S.I ya la conocemos, de hace rato. Pero este discurso de Milei, en el que nos dedicó unas cuantas líneas, lo escuchó todo el mundo. Lo escucharon en otros continentes, en otros países; los escucharon nuestras familias y nuestros seres queridos. Seres queridos que sabemos que nos quieren y mucho también. Y que también les gusta mucho el gobierno de Milei. Escuchar el ruido del silencio frente a lo horroroso, en este país al menos, siempre ha presagiado tiempos muy violentos, crueles e injustos. Argentina también tiene su propia historia de exclusión y discriminación (y silencios). Durante las últimas dictaduras militares, la comunidad LGBT+ fue especialmente vulnerada. Las personas trans y los homosexuales fueron perseguidos políticamente por sus identidad, fueron detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos. Y por mucho tiempo su historia no fue contada. Ya luego, en la llamada “primavera democrática” los códigos contravencionales y edictos policiales que criminalizaban la homosexualidad y el travestismo siguieron vigentes, engendrando una persecución sistemática contra las personas LGTB+ por su orientación sexual o identidad de género. Las travestis se llevaron la peor parte, pues fueron las que más sufrieron el abuso policial: detenciones, coimas, violaciones, asesinatos, etc. En 2025 la realidad de la población travesti-trans no es muy distinta y mucho menos distante. Minimizar -o aplaudir con la indiferencia- estos discursos de odio y su peligrosidad acarrea consecuencias devastadoras, para las personas y para la sociedad. Para todas las personas y para toda la sociedad. El silencio ante estos postulados también es plataforma ideal para allanar el terreno a las formas más visibles y brutales de violencia. Los discursos de odio no solo hieren a quienes son directamente atacados, sino que también socavan el tejido social en su conjunto. Cuando una figura pública influyente como el Presidente Javier Milei utiliza su plataforma para deslegitimar a una comunidad, genera un clima de aceptación hacia actitudes y prácticas discriminatorias, que se filtran desde el ámbito político hacia lo cotidiano. El impacto no es solo individual, sino también colectivo. La discriminación sostenida perpetúa desigualdades estructurales, dificultando el acceso a derechos básicos como la educación, la salud y el empleo para las personas LGBT+. Esto crea un círculo vicioso en el que la exclusión refuerza la vulnerabilidad, y esta, a su vez, alimenta la marginalización. La “BATALLA CULTURAL” es presentada como una cruzada contra la «imposición ideológica progresista», siendo aquello solo un eslogan que solo encubre una estrategia para deslegitimar los derechos conquistados por los sectores históricamente relegados. Bajo esta bandera de “batalla”, se intenta presentar la diversidad y la igualdad como amenazas a las tradiciones y a la libertad individual, distorsionando el verdadero sentido de estas luchas sociales. Los datos que MIlei no analiza En términos de ‘autopercepción’, el Presidente Milei refiere se refiere a sí mismo como un “hombre de datos”. Acá van algunos que parecen habérsele escapado: En Argentina, según un informe elaborado por Unicef y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021 se registraron 3219 niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual. Sus agresores fueron en un 56,5% familiares y los abusos se dieron en un 36,2% en el hogar. Sobre el perfil de los agresores, Unicef, en el informe “Abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes. Una guía para tomar acciones y proteger sus derechos” (2018), describe que “… los agresores sexuales circulan disimulados en el entorno familiar y social. Las estadísticas indican que la mayoría de los abusadores son varones heterosexuales adaptados socialmente”. Según datos del Ministerio de Educación de Santa Fe de 2019, en dicho año se detectaron durante el ciclo lectivo 493 situaciones de abuso sexual infantil y adolescente y 507 de violencia familiar. Los casos fueron relevados a partir del relato de niñas, niños y adolescentes y de la escucha de docentes, quienes ante la sospecha de abuso o violencia tienen la obligación de denunciar. Muchas de las denuncias surgieron gracias a los contenidos de la ley de Educación Sexual Integral (ESI) que se dan en clases y en jornadas especiales. Según datos del Ministerio Publico Tutelar del Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires el 80% de los casos de maltrato y abusos infantiles son intrafamiliares, en un país como Argentina donde el 99% de las familias son heterosexuales. En otro informe que elabora sostiene que “entre el 70 y el 80% de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años que pasaron por la Sala de Entrevistas Especializada del organismo (que interviene en casos de denuncias de abuso sexual infantil) pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de Educación Sexual Integral (ESI), el programa que aborda en las escuelas la sexualidad desde los derechos humanos y la perspectiva de género. El análisis de las declaraciones de los chicos y chicas que fueron víctimas o testigos de delitos mostró que los niños entendieron que sufrieron conductas abusivas a partir de resignificar situaciones que vivieron con los conocimientos adquiridos en la clase de ESI.”. Si se tratara de analizar datos, uno podría afirmar que la pedofilia está más afiliada a la heterosexualidad, a los varones heterosexuales y al maldito silencio; que a las personas LGTB+ y a la Ley de Educación Sexual Integral. No todo es admisible en pos de ganar la batalla económica de un país.

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