23/01/2025 13:57
23/01/2025 13:56
23/01/2025 13:53
23/01/2025 13:53
23/01/2025 13:52
23/01/2025 13:52
23/01/2025 13:52
23/01/2025 13:51
23/01/2025 13:51
23/01/2025 13:50
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/01/2025 09:02
La música puede ser una herramienta educativa que abren cientos de universos y oportunidades para que las sensaciones, lo lúdico, la experimentación y los saberes se pongan en armonía (Imagen Ilustrativa Infobae) El 23 de enero es, en Argentina, el día nacional del músico en conmemoración del nacimiento de Luis Alberto Spinetta, considerado uno de los grandes creadores de la canción argentina. Cuando se piensa en la importancia de la música como herramienta educativa se abren cientos de universos y oportunidades para que las sensaciones, lo lúdico, la experimentación y los saberes se pongan en armonía. En su libro Una escuela en ronda (Siglo XXI, 2022), la musicoterapeuta, música, docente y escritora Magdalena Fleitas destaca que la música “tiene algo singular; está especialmente cerca. Suena casi como hablan los más pequeños, con el laleo infantil, acompaña al balanceo del bebé (...) Entonces, de esta manera, la música se transforma en el lenguaje de las emociones y los sentimientos”; una herramienta clave en el aprendizaje de conectarse con el mundo. Karina Malvicini Elegir la música para enseñar Karina Malvicini se dedica desde hace cuatro décadas a la educación musical: “Cuando estudiaba en el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo esa carrera no existía. Vos te formabas como músico académico y ese título te habilitaba para ser docente en todos los niveles educativos aunque conocieras muy poco acerca de ellos y de las necesidades de quienes transitaban esos espacios”. “Nací en una casa de maestros. Mi mamá era docente de escuela primaria y mi papá, antes de dedicarse a la pediatría, trabajaba como vicedirector. Ellos nos enseñaron a mi hermano y a mí a amar esta profesión y por sobre todas las cosas, a valorar y asumir la responsabilidad que representaba llevar puesto un guardapolvo”, explica. Y reflexiona: “Tuve mucha suerte porque cuando estaba cursando el quinto año de piano se decidió abrir la carrera en la especialidad Educación Musical. Aunque sea difícil de creer, hubo mucha resistencia en relación a esta noticia (hoy todavía se siguen escuchando algunos ecos de esta pelea absurda entre ‘músicos’ y ‘educadores musicales’)”. No fue tarea fácil, pero Malvinici asegura que “el sueño se concretó”: “Por primera vez en el Conservatorio Nacional se bailaba folklore, se escuchaban sonar quenas y charangos, se daba lugar a áreas tan necesarias e importantes como las didácticas específicas de los niveles, la expresión corporal, la fonoaudiología…Y por supuesto también, cada estudiante seguía asistiendo a sus clases de instrumento y al resto de las materias en las que coincidíamos con quienes hacían la carrera de instrumento porque claramente, una cosa no quitaba la otra”, destaca la especialista y celebra: “Soy parte de esa primera promoción que egresó muy orgullosa con el título de Profesora Nacional en la especialidad Educación Musical”. Ernesto Algranati El camino de la música “Casi todo el mundo que me conoce, me conoce como Tico. Que es un diminutivo de Ernestico. Y yo soy papá, soy docente, y soy eso”, se define Ernesto Algranati quien es miembro de la exitosa banda de pop rock para niños -y no tan niños- Koufequin, junto a Mauro Conde, Leandro Gajate y Federico Castro (en visuales). Cuando piensa en su pasión por la música, Algranati la plantea como “una herencia familiar”. “En mi casa mi papá y mi mamá eran médicos, pero siempre hubo mucha música. Mi papá tocaba la guitarra, mi mamá canta; los dos súper afinados. Escuchaban música muy linda, mucho folklore, mucha canción de autor, nueva trova cubana, María Elena Walsh… todo eso estaba circulando por mi casa”, rememora Algranati que además cuenta que su hermana también canta por lo que era una constante la música en su infancia. Y fue a los diez años “cuando pedí ir a estudiar guitarra porque ya sabía algunos acordes que me había enseñado mi papá, fue un profe que me marcó en esos primeros pasos ¡y a partir de ahí nunca más solté la guitarra!”. “El camino del estudio de la música, de la guitarra primero, y de la música general nunca se cierra. Siempre uno está aprendiendo cosas nuevas. A mí me gusta tocar y componer en el piano. No tengo técnica de pianista, pero me gusta también tocar el bajo. Me gusta poder armar bases y pistas para grabarme y todas las cosas que me sirven para producir la música que hago con la banda y la música que hago solo”, relata el autor del disco solista “Juego”. El 23 de enero es el día nacional del músico en homenaje a Luis Alberto Spinetta (EFE/Anibal Perez/Archivo) Música y aulas: un desafío “A mí me encantaban las clases de música de mi escuela y comencé a tomar clases de piano porque quería ser como esa maestra. Me divertía mucho tocar y por sugerencia de la profesora ingresé al conservatorio siendo muy chica. Ahí, las exigencias institucionales comenzaron a opacar ese goce que recuperé en los tres últimos años de la especialidad”, destaca Malvicini quien se recibió a los 18 años y comenzó a “Trabajar en jardines, escuelas y años más tarde, en la formación superior como profesora del conservatorio. Mi formación pedagógica/musical siguió y sigue en muchos espacios de la mano de queridos maestros” Por su parte, Algraniti relata: “Tuve mis primeras experiencias de docente ya cuando tocaba la guitarra con otros amigos que estaban empezando a estudiar y les enseñaba. Y eso me sirvió un poco, y después cuando estudié formalmente de grande en el Conservatorio Manuel de Falla, en el sindicato de músicos, en el Esnaola fui conociendo gente y así fui pasando la data que sabía de guitarra y después -casi de casualidad- surgió mi primera oportunidad como docente de música en Jardín de Infantes”. “Cada edad tiene su magia”, asegura Algranati que también trabajó en escuelas primarias y con adultos, aunque confiesa que con los más pequeños puede “desplegar” su parte “más lúdica e histriónica y humorística mía”, y resalta lo “loco” y emotivo de encontrarse con ex alumnos que decidieron dedicarse a la música. Sobre la idea de “enseñar” con la música de Koufequin, Algranatti destaca que “no les sale esa idea didáctica de enseñar, pero a la hora de tocar y hacer que la cosa fluya, nos gusta que los pibes incorporen la data sin estar masticada por nosotros explícitamente”. Cuando piensa en su trabajo en el aula, Malvicini señala: “Hay escenas en las clases que se repiten en diversos contextos y me dejan pensando. En este momento trabajo con chicos de dos años en adelante, en formación superior y también coordinando encuentros para docentes de nuestro bello país y Latinoamérica”. Y agrega: “Muchas veces sucede que, al cantar una canción, al compartir el sonido especial de algún instrumento o presentar un objeto o un muñeco que llega con un juego sonoro, los gestos y actitudes de chicos y grandes se asemejan. Confían en esa música, la disfrutan y se la apropian. Me maravilla ver esas coincidencias en sus caras de asombro, de curiosidad, esos tiempos donde el juego y el hacer música confluyen. Siento que el camino de los grandes aprendizajes es por ahí, donde con la emoción a flor de piel surge lo genuino. Los chicos se animan siempre a ir por más y los grandes, con mucha más cautela, se proponen desmanchar la mirada de esos prejuicios adultos que nos limitan para poder seguir creciendo”. Reflexiones que abren conocimientos “Como uno aprende las cosas, terminan siendo cosas a las que uno se dedica”, asevera el guitarrista y uno de los cantantes de Koufequin para repensar su rol de docente y músico. Y opina que la clave está en cómo se experimentó la adquisición de esos conocimientos, cómo fue la experiencia. “Y la música es eso, una experiencia que tiene mucho de colectivo, que tiene mucho de un otro que está ahí pasándote información, mostrándote cosas que no conocías”, asegura y resalta la importancia de transmitir primero el disfrute a la hora de trabajar como docente. Por su parte, Malvicini asegura: “Así como para un instrumentista las luces se encienden cuando sube a un escenario, para mí todo se ilumina cuando estoy en una sala, en un aula, en el patio de una escuela, en un escenario lleno de chicos o en una ronda con colegas compartiendo experiencias”. Y cierra su testimonio con unas reflexiones del libro que escribió junto a Pepa Vivanco Imprevistos en la clase de música, tocando lo intangible ( Noveduc,2022): “Quizás sea oportuno repensar ese famoso dicho 'la música calma las fieras' Quien en realidad calma a ‘la fiera’ es justamente la misma ‘fiera’ que, encontrando el lugar para expresarse, logra escucharse y hacerse escuchar”.
Ver noticia original