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  • Cómo los conflictos parentales y la exposición pública impactan en la salud mental de los niños

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/01/2025 04:06

    Los conflictos parentales que involucran a los niños generan tensiones que moldean su narrativa personal (Imagen ilustrativa Infobae) Desde el comienzo de la vida, la identidad se construye a partir de los vínculos familiares, los gestos y las narrativas que los niños y niñas interiorizan a lo largo de su desarrollo. Mucho de lo que se aprende en la infancia ocurre por imitación, un proceso espontáneo y esencial en su forma de relacionarse con el mundo. Podemos observar a los niños pequeños replicar las conductas de su mamá, su papá o sus abuelos de maneras que resultan tan tiernas como importantes. Arrullan un bebé de juguete con las mismas palabras y movimientos que ven usar a su mamá con un hermanito recién nacido. Convierten cualquier objeto en un celular para imitar la voz de su papá o su mamá dando indicaciones, caminan como el abuelo. Estos pequeños actos no son casualidad ni juegos: son procesos de imitación complejos y fundamentales para la construcción de su identidad. En ellos, los niños no solo replican conductas, también ensayan roles, exploran emociones y empiezan a construir una narrativa sobre quiénes son y cómo se vinculan con los demás. Es en este entramado de relaciones y aprendizajes donde se sientan las bases de la confianza, la pertenencia y la seguridad emocional que sostendrán su desarrollo. La exposición pública de conflictos genera vergüenza y vulnerabilidad en etapas sensibles como la adolescencia (Imagen Ilustrativa Infobae) Sin embargo, cuando estos entornos están marcados por conflictos intensos o dinámicas familiares tensas, lo que los niños interiorizan también puede reflejar estas mismas tensiones. Y cuando esas dinámicas privadas se trasladan al ámbito público —a través de redes sociales, chats grupales o medios de comunicación—, las implicancias se vuelven más complejas. No solo las figuras públicas enfrentan esta realidad; también muchos padres que no son famosos utilizan las redes para expresar sus conflictos familiares. Esto puede incluir publicaciones que, de manera directa o indirecta, exponen a sus hijos al involucrarlos en narrativas de tensión o desacuerdos con el otro progenitor. Los niños no solo absorben lo que sucede en sus relaciones más cercanas, sino también aquello que se proyecta hacia un espacio más amplio y fuera de su control, el mundo virtual que deja una marca que no se puede borrar. Esta huella digital es particularmente importante para los niños y niñas porque afecta directamente su desarrollo psicológico: al crecer con una biografía virtual impuesta, enfrentan retos en su percepción de privacidad, autoestima y control sobre su propia agencia y narrativa. La exposición en redes sociales afecta la privacidad de los niños y jóvenes y su identidad digital (Imagen ilustrativa Infobae) Cualquier persona puede buscar su propio archivo personal en el espacio virtual: publicaciones de fotos, videos, ideas, etc. y es responsable de lo que haya compartido. La diferencia con los niños y niñas es que no hay consentimiento, y su biografía virtual se construye sin su participación, lo que puede generar en el futuro sentimientos de vergüenza, vulnerabilidad y una percepción distorsionada de su identidad. La antropóloga e intelectual feminista argentina Rita Segato ha acuñado el término “Dueñidad“, para referirse a un mundo marcado por aquellos que se consideran dueños de la tierra, de los bienes, pero también del otro. “El mundo de hoy es un mundo marcado por la dueñidad o el señorío”, Segato lo define como potencia, señorío sobre el cuerpo, las cosas, los bienes y la tierra. La dueñidad no es solo una creencia, es un accionar sobre el otro, ese otro, en este caso se puede extrapolar hacia los niños y niñas como pertenencia, y con ello arrogarse la potestad de instrumentalizarlos. Los niños y niñas no solo absorben lo que sucede en su entorno cercano, sino también aquello que se proyecta hacia afuera del hogar, especialmente en el contexto actual de redes sociales y exposición mediática. La necesidad de lealtades divididas entre los padres no sólo genera tensión emocional sino también puede eclosionar en formas de ansiedad (Imagen ilustrativa Infobae) Esta exposición, aunque muchas veces no sea intencionada para dañar, puede influir profundamente en la manera en que el niño construye su identidad, percibe su lugar en el mundo y se relaciona con las emociones propias y ajenas. Con esto me refiero a redes sociales, chats familiares, estados de WhatsApp y exposición mediática, en el marco de conflictos parentales puede generar consecuencias profundas en diferentes aspectos del desarrollo emocional y social de los niños y niñas. Entre ellos, confusión en la construcción de la propia identidad. La identificación es un proceso inconsciente fundamental en la construcción de la identidad. Los niños, a través de la identificación, internalizan aspectos de las figuras parentales y de su relación con ellas, lo que les permite comprender su lugar en el mundo y en las dinámicas familiares. Sin embargo, cuando se les exige posicionarse en contra de uno de los progenitores o tomar partido en conflictos adultos, este proceso se ve interrumpido o distorsionado. La necesidad de lealtades divididas no solo genera una tensión emocional difícil de procesar, sino que también puede eclosionar en formas de ansiedad, confusión sobre el propio valor y dificultades para desarrollar una narrativa coherente sobre su identidad y sus vínculos afectivos. Gestionar conflictos familiares en privado es clave para salvaguardar el bienestar emocional infantil (Imagen Ilustrativa Infobae) Cuando se ven compelidos a elegir una figura en detrimento de otra, el desafío es enorme porque la mayoría de las veces aman a sus dos padres. El costo de elegir a uno o disimular que se elige a uno cuando se está con él y lo mismo al revés tiene costos psíquicos profundos. Otro factor es la vergüenza, la exposición de momentos o conflictos íntimos puede generar en los niños y niñas una sensación de vergüenza o vulnerabilidad, especialmente en la adolescencia, cuando la percepción social adquiere mayor peso. Saber que su historia personal ha sido debatida o comentada públicamente es aterrador. También crecer, sabiendo que muchas personas de su entorno cercano, o de manera masiva en los casos mediatizados, están bajo la mirada pública puede llevar a los niños y niñas a buscar constantemente aprobación externa de manera compulsiva. Los seres humanos nos constituimos gracias a la mirada del Otro, si ese otro primordial, es quien nos expone sin medir las consecuencias, las secuelas serán negativas. Por último, los niños y niñas no solo observan cómo sus padres manejan los conflictos, sino que también interiorizan esos patrones como modelos posibles de relación. La exposición a dinámicas disfuncionales puede aumentar el riesgo de que estos patrones se repitan en su adultez. Niños inmersos en dinámicas familiares disfuncionales tienden a replicarlas en su adultez (Imagen Ilustrativa Infobae) Para proteger la identidad y el bienestar emocional de los niños, es fundamental preservar la privacidad y la intimidad en los momentos más difíciles. Esto no implica negar los conflictos, sino gestionarlos de una manera que respete las necesidades emocionales de los niños y su derecho a sentirse seguros y de conocer la verdad de la situación familiar según su desarrollo. La compasión nos lleva a comprender que, en muchos casos, los padres actúan desde su propio dolor y /o vulnerabilidad. Sin embargo, ese reconocimiento no excluye la responsabilidad y la importancia de buscar recursos, como el apoyo terapéutico, para minimizar las secuelas y priorizar el bienestar de los más pequeños de la familia. * Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

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