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Parana » Analisis Litoral
Fecha: 22/01/2025 00:23
Cuando las cosas empiezan a avanzar ( en esta Argentina 2025), nos damos cuenta de que lo que más necesitamos no es capital, infraestructura ni recursos, sino competitividad. Es una verdad que atraviesa épocas y sectores: la capacidad de adaptarse, innovar y destacar es más urgente que nunca. No sé exactamente por qué esto sucede, pero sí entiendo cómo ocurre. La Mediocracia, ese sistema que atrae, promueve y glorifica la conformidad, sigue vigente. Es un ecosistema que recompensa a quienes no sobresalen, que se acomodan a las reglas no escritas de la “Granja de la Mediocridad”. En esta granja, los Miembros Activos no son disruptivos ni generan cambios; se les celebra por no molestar. Quienes se atreven a cuestionar, innovar o correr riesgos son percibidos como amenazas y, a menudo, rechazados por default, sin importar sus logros o intenciones. Lo preocupante es que este sistema bloquea el desarrollo en un mundo que ya no puede darse el lujo de estancarse. En 2025, el desafío de la competitividad no es algo que esperará. Ya está aquí, y está exigiendo una transformación profunda en cómo pensamos, trabajamos y colaboramos. Necesitamos destrezas competitivas que trasciendan disciplinas y sectores, y que sean comprendidas en toda su magnitud. Muchos, eventualmente, entenderán el valor de quienes se arriesgaron a liderar, de quienes aprendieron tanto de sus éxitos como de sus fracasos. Comprenderán que no basta con criticar desde la comodidad; hace falta involucrarse, construir y dejar un legado. Reconocerán que la experiencia, incluso la que incluye errores, tiene un valor incalculable en el terreno real de la acción. Hoy más que nunca, la competitividad organizacional debe ser un principio transversal. No puede quedarse en manos de un departamento, como marketing o innovación; debe ser un enfoque integral que impregne toda la estructura. Esto implica una cultura organizacional centrada en la satisfacción del cliente y basada en datos, aprendizajes empíricos y resultados medibles. Las organizaciones que no adopten esta mentalidad están condenadas a quedarse atrás. Hace más de 30 años, me sume al desafío ( como consultor independiente que hacía sus primeras armas en el interior del país) que era por ese entonces cuando daba los primeros intentos de modernizar empresas y comercios con aspiraciones a más , experiencia que algunos adoptaron y otros simplemente no la vieron. Creía entonces, como creo hoy, que la solución no radica solo en las políticas económicas, sino en una visión interdisciplinaria. Necesitamos equipos que aborden la competitividad desde la tecnología, la educación, la sostenibilidad y el desarrollo humano. La técnica de la competitividad, más allá de ser una herramienta, es una filosofía: transformar lo malo en algo bueno, reducir riesgos y operar dentro de las restricciones del mundo real. Esta filosofía requiere pensar en grande, algo que históricamente no ha sido bien visto en nuestro país. Seguimos perdiendo grandes mentes porque no les ofrecemos el espacio para prosperar. Personalmente, la idea de conformarme o no intentar sobresalir me sigue pareciendo intolerable. La mediocridad no es opción. Mientras tenga la oportunidad, seguiré aprendiendo, aplicando y creciendo. Mi compromiso es con mis clientes, que me impulsa a ser mejor cada día. Es un camino difícil, pero necesario. No basta con decirlo: hay que hacerlo. Alejandro Monzón Manager en RR:PP
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