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» Diario Cordoba
Fecha: 20/01/2025 10:00
Han transcurrido casi tres meses desde aquella trágica tarde del 29 de octubre, cuando el Barranco del Poyo se desbordó, devastando a su paso decenas de municipios de la provincia de Valencia y cobrándose la vida de más de 200 personas. Este lugar se convirtió también en la zona cero de la solidaridad en España y recibió a decenas de miles de voluntarios: bomberos, agentes de la Policía Local y Nacional y, sobre todo, ciudadanos anónimos armados con una pala y una inmensa voluntad de ayudar. Con el paso del tiempo, la mayoría de ellos han abandonado Paiporta, Alfafar, Sedaví y otras localidades afectadas. Hoy, los esfuerzos recaen principalmente en los vecinos y los 3.000 miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), entre los que se encuentra una unidad de la Brigada Guzmán el Bueno. Aunque el trabajo actual dista mucho de aquellos primeros días, cuando el lodo superaba el metro de altura, sigue siendo igual de crucial. Nuevas tareas El teniente Noboa, que estuvo presente desde el inicio, explica que las labores iniciales se centraron en tres áreas principales: reconocimiento de grandes espacios y búsqueda de víctimas, limpieza de zonas urbanas e industriales, y cercanía con la población. Para ello, la coordinación fue determinante, «llegamos a desplegar más de 8.500 efectivos en la zona», recuerda. Por su parte, el sargento Peña detalla que, al igual que las fases de actuación han ido evolucionando, las tareas también se han adaptado desde un primer momento a lo que requería la situación. Actualmente, los esfuerzos de la UME y la Guzmán el Bueno se concentran en limpiar cocheras y zonas urbanas. «Después de drenar todos los garajes, ahora estamos quitando más de dos metros de fango. Es un trabajo que debemos realizar sin maquinaria pesada», señala el sargento primero Velasco. El teniente Noboa añade que «el tipo de herramientas ha cambiado radicalmente. Ahora, «al ser un trabajo más específico, todo es mucho más manual y usamos cepillos y palas». Labores de limpieza en el entorno natural afectado. / CÓRDOBA Otro frente abierto es la retirada de vehículos. El sargento Peña explica que «inicialmente habilitamos espacios para acumular coches, como el famoso campo de fútbol de Catarroja. Ahora trabajamos con las administraciones para trasladarlos a vertederos, desguaces o a los diferentes lugares apropiados». Los daños en las infraestructuras también han supuesto un desafío significativo. El suboficial Velasco detalla que la UME trabaja en estrecha colaboración con arquitectos y bomberos, quienes evalúan la seguridad de los edificios antes de permitir el acceso, ya que el peso del agua y la fuerza del torrente han afectado gravemente a muchas estructuras. Además, se están abordando tareas en zonas industriales, dado que las viviendas fueron la prioridad inicial. Los militares de la Guzmán el Bueno cuentan cómo son unas labores que poco o nada tienen que ver con las de los primeros días A pesar de todo, los militares coinciden en que los pueblos están recuperando su vida cotidiana. «Muchos de los pequeños negocios han reabierto, las calles están limpias y son plenamente transitables, y los niños van al colegio desde hace tiempo», comenta el sargento Peña. A. J. González Solidaridad y unión Hablar de esta catástrofe es hacerlo también del aspecto humano que esta supuso. En este sentido, el teniente Noboa recuerda con emoción los primeros días, «queríamos transmitir tranquilidad, pero también fue fundamental la escucha activa. Visitábamos las casas preguntando qué necesitaban y haciéndoles sentir acompañados». Los militares también colaboran con el reparto de ayudas. / CÓRDOBA Hoy, la situación es diametralmente distinta y se respira esperanza y determinación. Durante la Navidad, miembros de la brigada repartieron juguetes. El suboficial Peña define la experiencia como «indescriptible». «Recorrer las calles con el camión y ver a la gente aplaudir fue muy emocionante. Tratamos de brindar calor y esperanza, y ellos lo recibieron con gratitud». Para el teniente Noboa, la tragedia ha cambiado la percepción de la sociedad sobre su labor, «ahora saben que estaremos aquí mientras nos necesiten». Y concluye reflexionando sobre el legado de la dana: «Esta tragedia también será recordada como una muestra de valentía y compromiso a todos los niveles de la sociedad». Sobre la duración de los trabajos, todos coinciden, «es una decisión política». Sin embargo, resumen su misión con una frase tan clara como contundente: «Estaremos aquí mientras que nos necesiten». Suscríbete para seguir leyendo
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