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Parana » Ahora
Fecha: 19/01/2025 12:24
Omar Leonard tiene 46 años y hace ya varios años que vive en Madrid. A los 20 años decidió huir del pueblo en el que había nacido y crecido, pero donde también lo había lastimado: “Con seis años yo perdí a mi hermana en un cruel accidente en el que fallecieron muchas personas de Cerrito en el año 1985, hay que ponerse en el lugar de ese niño, de tener una hermana de repente se fue y no volvió. Pasó un tiempo y ese niño que quedó solo, de repente recibe hermanas trillizas y queda aislado, “pululando” por la vida y yo buscaba referentes y no los tenía. Entonces para mí todo eso, el hecho de “que te gustan los varones”, de haber sufrido con casi siete años los abusos sexuales, yo necesitaba que alguien se sentara conmigo y me pregunté “¿qué te está pasando?” porque no podía, no podía hacerlo”. En Cerrito, personas que sabían de los abusos que sufría Omar cuando era un niño, o por el hecho de su homosexualidad, se burlaban, se reían, lo insultaban y humillaban cuando él caminaba por la plaza. “Todo el pueblo hablaba, te señalaban, te acusaban, todo era “¿Qué hiciste?”, porque la culpa era mía. Entonces el único refugio que yo tenía de pequeño era la Iglesia porque ahí nadie me juzgaba. Era el único lugar donde yo podía estar tranquilo y ahí es donde yo le manifiesto con 15 años a un sacerdote lo que me estaba pasando sobre mi interés de dedicarme a la vida religiosa y en vez de ayudarme pues esa persona también abusa sexualmente de mí”. Con 20 años Omar se fue de ese pueblo e ingresó a un convento religioso en Buenos Aires. Allí se enamoró de un compañero sacerdote y vivió durante 10 años hasta que decidió dejar la vida religiosa. Escribió un libro autobiográfico “Detrás de los muros del convento”, donde, después de muchos años, pudo expresar con palabras todo por lo que había pasado y así poder sanar. Para Omar lo más importante es cómo tenemos que proteger, educar a los que vienen detrás nuestro. “Yo no soy padre pero soy tío y no quiero que se repitan esos patrones. Yo pongo sobre la mesa esto en las instituciones educativas, políticas, porque para mí, que un niño sufra violencia o maltrato, o una humillación, no está bien. Y si cuando yo tenía 38 años dije que a esto yo no lo quería ¿por qué hoy sigue existiendo?” “Ojalá se den cuenta del daño que se hace porque para lo que para tí es una diversión, para mí es un trauma y por más pequeña que sea la maldad que haces, generas un mal en la otra persona que es muy difícil después salir. Aprendamos a escucharnos. A los padres decirles que les den las herramientas necesarias a sus hijos, que a los niños se los escuche. Que cuando hay un maltrato, un abuso, cuando somos adultos tenemos un trauma entonces esto es lo que hay que trabajar y hay que ayudar al otro”.
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