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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 19/01/2025 03:09
Mauricio Macri y su primo Jorge Macri (Fuente) La ilusión de un posible acuerdo estructural entre LLA y el PRO, que algunos vieron revitalizarse tras el confuso convite mediático del presidente Milei a unirse “para arrasar al kirchnerismo en todo el país”, se diluyó muy pronto ante la previsible voracidad libertaria por capitalizar el clima favorable, tanto a nivel de los principales indicadores macroeconómicos y financieros como de las encuestas de opinión pública. Decididos a convertir las elecciones legislativas de este año en un plebiscito nacional de su gestión, y abrazando sin reparos una pretensión totalizante que se plasma en la intención de hegemonizar todo el espectro que va desde el centro a la derecha, Milei y sus adláteres del “triángulo de hierro” se sienten muy confiados. Si el 2024 terminó con los “planetas alineados” en el plano macroeconómico y financiero, y con algunas promesas de campaña cumplidas (inflación, déficit, etc.), se ilusionan con que el 2025 será el año de la recuperación, y que la campaña electoral se desarrollará en un contexto en el que se multiplicarán las buenas noticias. Además, no solo todas las encuestas dan cuenta de la fortaleza del oficialismo, que ostentaría una intención de voto promedio a nivel nacional que no baja del 45%, sino que evidencian la consolidación de la “marca” libertaria. Y, de confirmarse ese escenario, las listas de LLA tendrían un posicionamiento más competitivo que la mayoría de sus adversarios sin importar tanto los “nombres” de los posibles candidatos, y no habría incentivos para ampliar el espacio a través de acuerdos coalicionales que poco aportarían en votos. Es más, en algunas proyecciones, hasta el oficialismo se vería favorecido ante un escenario de dispersión y fragmentación de la oferta electoral. Así se entiende por qué ese acuerdo con el PRO nunca fue realmente un objetivo de Milei y sus estrategas. Por el contrario, el objetivo fue siempre la “guerra psicológica” y el desgaste, proyectar la imagen de que un acuerdo era posible y deseable, pero que la actitud de los referentes nacionales del PRO conspiraba permanentemente contra lo que piden “los argentinos de bien”. Y, como ha quedado recurrentemente en evidencia, Macri y la mesa nacional del PRO convalidaron recurrentemente ese juego: desde las desavenencias en el Congreso por la Ley Bases, las diatribas tras el fracaso de la sesión especial por el proyecto de “ficha limpia”, las críticas de Macri (a las “formas” presidenciales, la política exterior, la falta de “equipos”, etc.), hasta el comunicado oficial que criticó la ausencia del presupuesto en la convocatoria a sesiones extraordinarias, que el macrismo calificó de “autoritario”. Si bien este último hecho ofició como esa suerte de “chispa que enciende la pradera”, lo cierto es que el terreno ya estaba preparado para arder, y eso explica en gran medida la voracidad de unas llamas que probablemente se irán propagando en las próximas semanas. Es que como ya se ha dicho, la no existencia de ese acuerdo con el PRO, habilita precisamente un operativo de “seducción”, “cooptación” o “carancheo” -o como quiera calificarse- de dirigentes del partido amarillo. Lo que potencialmente puede convertirse en una verdadera “sangría” ya comenzó. Si bien en las últimas semanas se habían consumado el “salto” de Diego Kravetz a la SIDE y el alejamiento de Luis Juez de la jefatura del bloque macrista en el Senado, esta semana se materializó la incorporación del intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, a las filas libertarias. Si bien es cierto que Valenzuela ya venía articulando directamente con Patricia Bullrich, el anuncio formal no deja de ser significativo: se trata del primer intendente del conurbano en pasarse formalmente a las filas libertarias. Y, quizás lo que es más importante aún, al cruzarse del yermo territorio del PRO al por ahora muy fértil terreno libertario, dejó la tranquera abierta para varios que seguramente lo seguirán. Mientras tanto, crece además el malestar en las filas del PRO por el sistema de toma de decisiones que monopoliza el cada vez más escurridizo Mauricio Macri, a quien se le achaca no solo la responsabilidad de privilegiar los intereses porteños por sobre los del resto del país sino también su falta de compromiso y vocación de liderazgo para preservar la integridad e identidad del espacio que él mismo fundó. Un malhumor que no solo crece entre referentes del interior con “territorio” como Ignacio Torres y Rogelio Frigerio (Chubut y Entre Ríos, respectivamente) sino que se extiende ya como un reguero de pólvora entre varios de los más connotados referentes partidarios en el Congreso y en la estratégica provincia de Buenos Aires. El gobierno es plenamente consciente de ese clima y, lógicamente, hará todo lo posible para azuzar la rebelión interna y profundizar las contradicciones. Y, hay que decirlo, al menos por ahora, el gobierno está claramente en una posición dominante, con el PRO casi groggy, tambaleándose para evitar el golpe de K.O que podría llevarlo a “besar la lona”. Lo cierto es que producto de la conjunción entre la estrategia de desgaste y dilación del gobierno, y la impericia estratégica macrista, el PRO parece haber quedado encerrado en un laberinto del cual ya parece difícil escapar. Mientras muchos referentes del PRO negocian individualmente con diferentes terminales del oficialismo por convicción, conveniencia personal o mero instinto de supervivencia, y los gobernadores avisan que no cederán su autonomía para acordar estrategias electorales locales, el macrismo parece cada vez más forzado a replegarse en terreno porteño. Un repliegue que, lejos de descomprimir el clima de confrontación, parece envalentonar a algunos de los más encumbrados referentes libertarios para avanzar sobre el histórico bastión macrista. Desde que el primo de Mauricio anunciara un diseño electoral con el objetivo de retener el mayor número de legisladores propios en la Legislatura, la presión fue in crescendo: mientras Torres y Frigerio acordaban con el gobierno el pago de deudas de ANSES, desde las filas libertarias no solo obturan cualquier “colaboración” con el jefe de gobierno porteño, sino que se busca evidenciar lo que consideran una “mala gestión”, poniendo el foco en hechos como la fuga de presos, criticando la “tardía” e “incompleta” reestructuración del Estado local, o presionando por la falta de voluntad del alcalde de avanzar en una ley de bases propia. Algunos de quienes frecuentan por estos días al ex presidente en su refugio patagónico de Cumelen dejan trascender que Macri cree que aunque al Gobierno le seguirá yendo bien en el plano económico, conforme se “amorticen” algunos logros y promesas (como la inflación) comenzarán a crecer en el mediano plazo las demandas vinculadas a las formas y el respeto por la institucionalidad republicana. Algo similar a lo que pasó en el segundo mandato de Menem, y que logró capitalizar la “Alianza”. Sin embargo, aunque pueda ser un escenario posible, no solo es poco probable que sea un eje vertebrador de la discusión en el mediano plazo, sino que para que el PRO pudiese eventualmente capitalizarlo sería necesaria una estrategia proactiva para “blindar” un posicionamiento propio con eje en el republicanismo y la defensa de las instituciones, y un liderazgo más comprometido del propio Macri (encabezando una candidatura) para intentar sobrevivir a un potencial tsunami libertario en el corto plazo. Todo ello, aún sin saber si eventualmente sería el PRO quien pudiese capitalizar esa demanda de un electorado que aún no existe en cuanto tal. Demasiadas incógnitas en un clima donde reina la urgencia frente al inminente test electoral. Y aquí precisamente radica la “trampa” en que cayeron Macri y el PRO. Para mantener su pretendido sello identitario debería no solo renunciar a cualquier intento de acordar con LLA sino adoptar un posicionamiento aún más crítico respecto al proyecto del gobierno; y ello, a esta altura, redundaría en un cisma partidario de enormes proporciones. Y la otra opción disponible ya no es un acuerdo entre iguales, sino una rendición sin atenuantes, que dejaría el armado de listas a merced de LLA y que si bien camuflaría la sangría en curso implicaría que los libertarios ya se habrían fagocitado al PRO.
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