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» Diario Cordoba
Fecha: 16/01/2025 01:09
Trató de colar Joan Laporta en su mística comparecencia del martes uno de aquellos eslóganes prefabricados que engordan y ponen purpurina a los discursos famélicos. Y que satisfacen a los adeptos. "El escudo no se mancha". Quizá alguien le convenció para que lo soltara varias veces y para que se distribuyeran fotos suyas junto a la frase de marras, aunque con preámbulo para los enemigos que le acechan ("Era un ataque al escudo, y el escudo no se mancha"). Diego Armando Maradona, cuando se despidió del fútbol en La Bombonera, en un discurso para la posteridad del fútbol por su carga de redención ("yo me equivoqué y pagué"), dijo que lo que no se manchaba era la pelota. El escudo es fácil mancharlo cuando alguien cree que es de su propiedad. Cuando lo trocea. Cuando mercadea en dictaduras árabes. Cuando lo raja para separar a los buenos de los malos. Cuando lo emplea como arma arrojadiza. El balón, en cambio, pertenece a los artistas. Como Lamine Yamal. Como Gavi. Como Pedri. Es la razón de ser de todo. El Barça dejó en la cuneta al desmantelado Betis de Pellegrini y jugará los cuartos de la Copa. Pero, sobre todo, ofreció un bello canto al fútbol con el que el equipo de Flick está acostumbrando a una hinchada feliz cada vez que mira hacia el césped. El aplastamiento sufrido por el Madrid en la final de la Supercopa tuvo continuidad en la fría noche copera de Montjuïc, donde los azulgrana no solo no pagaron los cinco cambios hechos por su entrenador, sino que ganaron incluso en estética y coralidad. Marcaron cinco, les anularon dos por fuera de juego (uno por una uña de Koundé, otro antes de una genialidad de Lamine) y provocaron el delirio en una montaña orgullosa. La variante más llamativa del técnico alemán tuvo que ver con Dani Olmo, que recuperó la titularidad, aunque ocupando el puesto de ariete de Lewandowski. Olmo ejerció, pues, de "delantero mentiroso" que decía Messi. Destripó todo el entramado defensivo del Betis generando superioridades en los rincones donde hacía falta . Y llegó al área solo cuando la acción lo requería. Ferrán Torres celebra tras marcar el cuarto gol del Barcelona ante el Betis. / Enric Fontcuberta. EFE El don de la ubicuidad de Olmo fue imprescindible en el gol que abrió el triunfo del Barça. Pedri, en ese éxtasis futbolístico que no le abandona, cambió de ritmo, quebró la cadera de su par, y encontró en Olmo el punto de continuidad que anhelaba. Y el egarense no tuvo más que abrir los cielos a Gavi para que fuera él quien ajusticiara. El menudo centrocampista, justo con quienes le ayudaron a crecer, no celebró el gol por su pasado en el Betis, club que le vio crecer y donde su padre ayudaba en la lavandería mientras soñaba con que su hijo cumpliera sus sueños. A continuación, Gavi besó el escudo del Barça. Koundé, el lateral más afortunado del mundo Pellegrini se dispuso a pasarse mirando el partido de brazos cruzados en la banda, sin saber muy bien cómo levantar el ánimo de un equipo frustrado y limitado por unos dirigentes que le han dejado desnudo de referentes más allá de Isco y su talento cachazudo. Quien campa por el frente con el pelo teñido de rubio es Vitor Roque, a quien Iñaki Peña hizo la parada de la noche y que al menos se despidió marcando de penalti en el crepúsculo. A punto estuvo de pifiarla. Nada falló en el festival tramado por Flick. Koundé, el lateral más afortunado del mundo al compartir orilla con Lamine, marcó de martillazo en el 2-0. Raphinha atrapó su vigésimo gol del curso tras una carrera de 70 metros, sí, también de Lamine, que no se fue de allí sin tomar el 5-0. Antes, De Jong suspiró con una última resurrección asistiendo en el tanto de Ferran Torres. El Barça de Flick juega como los ángeles. Y honra el escudo.
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