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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/01/2025 12:47
"La tierra se hundía y se levantaba", decían los sobrevivientes sobre el temblor que destruyó la ciudad de San Juan en apenas segundos. (Télam/Archivo General de la Nación) Se tarda un minuto y medio en calentar el tupper con la comida que se lleva a la oficina para almorzar y unos cuarenta segundos para subir diez pisos en ascensor. Y sin embargo, al terremoto devastador que arrasó la ciudad de San Juan en 1944 le alcanzaron veinticinco segundos para destruir casi completamente esa capital provincial en la que vivían alrededor de 80.000 personas. Fue la catástrofe natural más trágica de la Argentina: murieron entre 9.000 y 10.000 de sus habitantes y resultaron heridos decenas de miles. La tierra tembló a las 20:52 de un sábado a la noche, hace exactamente 81 años, con epicentro a tan solo 20 kilómetros de la ciudad. El sismo, en su momento de mayor intensidad, fue de 7,4 en la escala de Richter, un grado violentísimo de destrucción. A las nueve de la noche en San Juan no había luz ni agua, volaban las cenizas y el polvo, algunos gritaban para que los rescataran de debajo de los escombros, otros lloraban porque las réplicas del terremoto se hacían sentir y temían que las suerte no les regalara una vida más. Muchos lamentaban a un familiar muerto en la tragedia, o intentaban salvarle la vida o lo buscaban con desesperación en medio del caos. La destrucción prácticamente total de San Juan era consecuencia de la violencia sísmica de ese terremoto pero también de la precariedad con la que había sido construida la ciudad. Poblada sobre todo de familias de clase media o baja, las casas eran mayormente de adobe, un material que no tenía cómo resistir ante el movimiento de la tierra. Los diarios de todo el país, que al otro día mostraban en su tapa las imágenes de la catástrofe, daban cuenta de que alrededor del 95% de las viviendas habían sido edificadas mayormente con adobe. El resultado fue una tragedia sin precedentes. El caos después del temblor La Argentina se enteró de que San Juan había quedado destruida gracias a que un radioaficionado lo comunicó con sus equipos. No había manera de que los medios oficiales pudieran informarlo por el corte masivo de energía eléctrica. Las primeras confirmaciones aseguraban que había al menos 3.000 muertos, y la búsqueda desesperada de más víctimas no cesaba. Se montaron hospitales de campaña en las calles sanjuaninas para socorrer a los heridos. (Archivo General de la Nación) La ceniza que volaba fue torrencialmente aplacada por una tormenta infrecuente para los eneros sanjuaninos, e hizo todavía más difíciles las tareas de rescate. Varias provincias se pusieron a disposición, especialmente Mendoza, por su cercanía y porque había inaugurado un hospital de gran modernidad para aquella época. Chile envió provisiones y médicos, y desde toda la Argentina viajaron enfermeras, sacerdotes, militares y también doctores. Había que cumplir con varias misiones al mismo tiempo. Remover los escombros para intentar dar con sobrevivientes o para remover los cadáveres, ya que su degradación podía desencadenar enfermedades peligrosas para la población. Atender a los heridos y contener a las familias más desgarradas. Llevar adelante las “casillas de emergencia” que se montaron para asistir a las familias que habían perdido su vivienda en un suspiro. Hacer llegar alimentos a una ciudad en la que la vida se había vuelto imposible. Y enterrar a los muertos, que seguían emergiendo de las cicatrices del horror. No había manera de individualizar a los muertos. Eran miles y los recursos para identificarlos escaseaban. En lo que quedaba de la plaza principal de San Juan eran descargados desde los camiones que los levantaban en su recorrido por la ciudad, y los alumbraban con las luces de los autos para intentar que algún sobreviviente lograra descifrar de quién se trataba. El Ejército cavó una fosa común de cuatro metros de ancho, tres de profundidad y nada menos que cien de largo. Había que quemar los cadáveres para evitar, por ejemplo, el contagio generalizado de fiebre tifoidea. Esa es una de las dimensiones de esa tragedia que conmovía a toda la Argentina y que había dejado a San Juan en la ruina total. Y aunque la catástrofe había sido un cruce entre la precariedad con la que se había construido la ciudad y la violencia del terremoto, al interventor provincial que estaba a cargo en ese momento, David Uriburu, no se le ocurrió mejor idea que atribuir la tragedia que había matado a uno de cada ocho habitantes de la ciudad a “los pecados del liberalismo”. Según el funcionario, designado por el gobierno militar de facto liderado por el Grupo de Oficiales Unidos (G.O.U.), los sanjuaninos habían pagado “por los vicios propios y del país entero”. Como la ciudad estaba construida mayormente con adobe, la destrucción fue prácticamente total. (Télam/Archivo General de la Nación) Cientos de niños quedaron huérfanos en medio de esa tragedia, y se llevaron a cabo muchas adopciones no formalizadas para que esos chicos crecieran en familia. Décadas después, muchos de esos chicos buscarían a sus parientes biológicos. Contra todos los pronósticos, las clases empezaron en marzo, como cada año. Se montaron escuelas en las afueras de la ciudad para que los chicos pudieran recuperar cierta normalidad en medio de la tragedia. Resurgir de las cenizas: la reconstrucción Más allá de las medidas de contingencia que se tomaron para acompañar a las víctimas en los primeros tiempos, la reconstrucción de la ciudad de San Juan fue un objetivo que enseguida apareció en el horizonte. Sin embargo, tardaría décadas en terminar de concretarse. Pero el primer paso para dar por comenzada esa especie de resurrección tras la masacre fue la creación del Sistema de Prevención de Catástrofes Naturales, que extendería su trabajo a todo el territorio nacional. A la vez, se conformó un Consejo de Reconstrucción dedicado a organizar ese resurgimiento edilicio y comunitario. Una de las funciones más importantes del Consejo era supervisar cada plano de lo que se proyectaba construir y verificar que se tratara de una edificación que cumpliera con condiciones antisísmicas. San Juan se había derrumbado una vez, sus habitantes y autoridades no estaban dispuestos a atravesar ese trauma una vez más. El adobe, material tan predominante antes del terremoto, quedó relegado y se impusieron materiales de una seguridad mucho mayor. Los edificios públicos nuevos marcaron el rumbo de un nuevo Código de Edificación. “Vamos a construir un lugar modelo, una ciudad jardín, antisísmica, segura ante los embates de futuros terremotos”, dijo Pedro Pablo Ramírez, el dictador que encabezaba el G.O.U. en aquel entonces. Era una forma de dar ánimo a los sanjuaninos en medio de la desazón. Las calles se habían transformado en hospitales de campaña y prácticamente todo lo que habían conocido se había derrumbado a sus pies. Perón hacia 1944, cuando era secretario de Trabajo y Previsión del GOU. La reconstrucción de San Juan contó con el trabajo de un grupo de arquitectos que planificó el primer proyecto de viviendas colectivas cuyo armado estuvo a cargo del Estado nacional. Los primeros barrios de viviendas sociales fueron inaugurados hacia 1949 y 1950. Detrás de la idea, de la convocatoria a los arquitectos y de la ejecución del proyecto había un hombre. Era el secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de facto, un coronel de popularidad en ascenso llamado Juan Domingo Perón. La gesta solidaria que cambió la historia argentina Apenas se conoció la noticia del terremoto, empezaron a organizarse acciones solidarias de todo tipo. Algunas, más espontáneas y particulares: familias que donaban ropa o hacían fila para depositar dinero en una alcancía destinada a socorrer a las víctimas. Otras fueron centralizadas por el Estado nacional, que hizo que todo pasara por su coordinación. Se prepararon colectas, envíos de comida y ropa y hasta festivales para recaudar fondos que servirían para asistir a los sobrevivientes y para reconstruir la ciudad de San Juan. Uno de esos festivales se hizo el 22 de enero, una semana después del terremoto, en el estadio Luna Park. Se trataba de una plaza conocida por Perón, que había ido incontables veces a las históricas veladas de boxeo de las que era seguidor. Eva Duarte era, en ese entonces, una actriz de radioteatro de Radio Belgrano en ascenso: no tenía, por lejos, la centralidad de la que gozaban Niní Marshall o Libertad Lamarque, que serían parte del evento en el Palacio de los Deportes. Pero la causa del terremoto la había conmovido especialmente y, además, tenía el empuje de quienes buscan seguir creciendo. Según la historia oficial, ese sábado a la noche el coronel Aníbal Imbert se ocupó de que Eva y la amiga con la que había ido al Luna Park tuvieran un lugar visible en la primera fila, justamente al lado del coronel Perón. Ese encuentro solidario sería el flechazo que empezó a construir la pareja que más sacudió la historia política argentina. Juan D. Perón, Secretario de Trabajo y Previsión, encabezó la ayuda a la provincia. En la foto, junto a un grupo de actores y actrices, el 29 de enero de ese año. Homero Manzi, el autor de tangos como “Malena”, fue clave esa noche para que Eva, que luego sería Evita, pudiera entrar al Palacio de los Deportes: era oriundo de Los Toldos como ella, y se ocupó de que Eva y su amiga pudieran acceder cuando las entradas estaban agotadísimas. Como el primer encuentro entre Eva y Perón se convertiría en un mito fundacional, hubo otras versiones: que en realidad se habían conocido días antes del festival en el Luna Park, en una convocatoria que el propio secretario de Trabajo y Previsión hizo para reunir a artistas y sindicalistas y llamarlos a la participación activa en los eventos solidarios e incluso en las colectas. La actriz de Radio Belgrano habría sido una de las participantes en esa reunión previa al festival en el Palacio de los Deportes. En algún momento, cuando el flechazo ya era parte de la historia de la política nacional, Roberto Galán, el celestino histórico de la TV argentina, se arrogó el haber presentado a la pareja en el festival. Y se dijo que, después de las primeras palabras al oído del coronel a la actriz, se habrían ido juntos a cenar junto a otra pareja, y después, al departamento de Perón. Lo cierto es que, en la reunión previa al festival o en el propio Luna Park, fue el terremoto de San Juan el que puso a Juan Domingo Perón y a Eva Duarte uno al lado del otro. Lo que vino después ya es otra historia, la del movimiento político que reconfiguró el escenario argentino para siempre.
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