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» Diario Cordoba
Fecha: 05/01/2025 12:47
Donald Trump / Europa Press / Brian Cahn Algunos países tiemblan ante la amenaza arancelaria que Donald Trump amaga con colocar en el centro de su segundo mandato. Para España, el reto que supone la llegada de Trump a la Casa Blanca es más político que económico. De confirmarse la guerra comercial anunciada, algunos sectores de nuestra economía también sufrirán, pero menos que en otros países de la UE. España tiene una ventaja comparativa en comparación con Alemania, Francia o Italia. A pesar de ser uno de los principales exportadores de la UE, nuestro país vende lo mismo a Estados Unidos que a Bélgica. Este reducido peso de Estados Unidos en nuestro mercado exterior, que en otras circunstancias podría suponer un hándicap, explica por qué los empresarios españoles no están presos, por el momento, del pánico que experimentan muchos de sus colegas europeos. A menos, claro está, que los nuevos aranceles sean el principio de una auténtica guerra comercial global. Las implicaciones políticas serán de calado. El Gobierno de Pedro Sánchez estará en el punto de mira de una Administración que lo verá como la excepción, en una Europa más populista. La posición de España en Oriente Próximo chocará con un Departamento de Estado dirigido por aliados de Binyamín Netanyahu y contrario a una propuesta de convivencia entre palestinos e israelís. La posición beligerante del Gobierno español en Ucrania puede ser otro frente de tensión, de confirmarse el acercamiento de Trump a Vladímir Putin. No es difícil imaginar otros motivos de conflicto, teniendo en cuenta que el tándem Trump-Musk considera la UE un monstruo regulador. Un estorbo a sus políticas. El Gobierno español debe afrontar esta situación con tiento, buscando aliados en Europa, sin entrar al trapo del tipo de declaraciones a las que Trump nos tiene acostumbrados. Conviene esperar a los hechos, y ver si estos amenazan nuestros intereses antes de adoptar decisiones. Alberto Núnez Feijóo tampoco lo tiene fácil. Teme las consecuencias que pueda tener para el PP la cercanía de Trump a Santiago Abascal y a la extrema derecha europea. Feijóo debe dejar de mirar a Vox por el retrovisor y unirse al frente europeísta que todavía existe en el continente, desde Polonia hasta España, y que puede verse reforzado si los democristianos alemanes forman un gobierno de amplia coalición. La división que existe en Europa no es una buena noticia. Liderados por el húngaro Viktor Orbán, están quienes sueñan en aprovechar la circunstancia para que el caballo de Troya entre en Bruselas. Desde las últimas elecciones, son más, pero siguen siendo una minoría. Pese al ascenso del populismo que pervierte políticas y valores, el apoyo social al proyecto europeo aún es mayoritario. La Comisión está dividida entre quienes preparan réplicas a los posibles aranceles y quienes creen que mejor no responder. Es difícil pronunciarse. Los más pesimistas advierten del peligro de aplicar a la política un patrón de destrucción creativa como el que algunas veces ha dado buenos resultados en la economía. Algunos miran a Elon Musk y al mantra de Silicon Valley: ‘move fast and break things’. Muévete rápido y si se rompe algo, ya veremos. A Mark Zuckerberg le dio buenos resultados. Pero en política suele ser mejor la reforma que la revolución.
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