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» Elterritorio
Fecha: 05/01/2025 09:11
domingo 05 de enero de 2025 | 6:00hs. Imagen ilustrativa. Las temperaturas no paran de subir. Año a año lo sentimos y si alguna vez parecen bajar es porque la comparación es con años o meses que rompieron todos los registros. No importa si usted acepta la evidencia del calentamiento global producto de la actividad humana o si les cree a quienes lo niegan, la realidad innegable es que hace más calor. Más calor que cuando yo era chico (cuando el invierno existía incluso en Misiones), más calor que cuando usted iba a la escuela. Y la situación no va a mejor ni siquiera si los gobiernos del mundo hicieran lo que tienen que hacer (alerta spoiler: no va a pasar). Cada año será peor, lamento informarle. Ojalá estuviera equivocado. Y no podemos hacer nada, porque no tenemos poder de decisión en esa materia. Pero sí podemos buscarle la vuelta para intentar que no nos cocine vivos antes de tiempo. Resulta que hay otro aumento negativo y no tiene que ver con la actividad del ser humano. La radiación solar también nos pega más. Imagínese si los inmigrantes que colonizaron Misiones (y sus peones, claro) trabajaran hoy la tierra del mismo modo que hace un siglo, de sol a sol y sin ningún tipo de protección. Salga un rato a vivir lo mismo que nuestros agricultores, obreros, vendedores ambulantes y tantos otros que intentan ganarse la vida a cielo abierto. Un cielo que es un volcán que se derrama sobre nosotros. Pero es que hasta quienes trabajan bajo techo lo sufren cada vez que les toca desplazarse en horas de luz natural. Y allí radica mi propuesta en este domingo veraniego: que se puedan hacer más cosas de noche. Imagínese un futuro (no tan lejano, lamentablemente) en el que esto ya sucede. No imagine tanto si no quiere, busque la película Reminiscencia (las actuaciones, estupendas; el desarrollo, más o menos), que justamente plantea un escenario inquietantemente posible en que la población se oculta en las horas diurnas y desarrolla casi todas sus actividades después del ocaso. La ciencia médica dice que es preferible dormir de noche que de día. Pero también que no es saludable andar bajo el sol sin protección. Antes se recomendaba no exponerse entre las 11 y las 15. La franja de prohibición se amplió ahora de 10 a 16. Quiere decir que la familia que lleva a su bebé al pediatra, el jubilado que necesita hacer un trámite ante Anses o cualquier persona que debe ir al banco tiene que aprovechar las primeras dos horas o tres horas del horario de atención o rogar que ésta continúe después de las 4 de la tarde. Hay sombreros, protector solar con factor 50, mangas largas, dirá usted. Sí, esto ayuda, pero no alcanza. Vea cuánta gente se descompensa por un golpe de calor o insolación. Y ni que hablar de cuántos casos de cáncer de piel se registran año a año. Adaptar las ciudades al horario nocturno es caro, las enfermedades causadas por el sol y el calor también lo son (y el mayor gasto en iluminación lo compensaría, en parte, usar un poco menos el aire acondicionado). ¿Trasladamos toda la actividad o la desdoblamos? ¿Lo hacemos todo el año o sólo durante el verano? Que se estudie, se pruebe, se mejore, se adapte. No es cuestión de ser fanáticos, sino de hacerle un bien a la sociedad. Desconozco cuántas experiencias de este tipo hay en el mundo, no he podido encontrar ninguna (lo cual no quiere decir que no existan), pero tampoco sé cuántos lugares se pueden comparar con Misiones/Corrientes/Chaco/Formosa. Y si nunca se hizo y es un desafío mayúsculo, pues analicémoslo, veamos pros y contras, consideremos la viabilidad y hagámoslo, al menos en verano. Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. No esperemos a tener el agua al cuello para aprender a nadar.
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