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  • Lanata, el periodista que corrió los límites del periodismo y lo hizo popular

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 04/01/2025 18:33

    Los tipos que son geniales son así. No hay término medio para definirlos. Los aman y los odian, a veces en partes iguales y otras con intensas minorías. Jorge Lanata marcó, desde los ’80, un giro clave en el periodismo moderno de la Argentina. Página/12, aquel diario que fundó con 26 años y hoy lo niega tontamente, fue una cuña para Clarín y La Nación. Aquellos matutinos dominaban el segmento de noticias, e influían como nadie marcando agenda. La Argentina de los ’80 todavía tenía cultura lectora, disfrutaba de los diarios y se daba el lujo de debatir a partir de ellos. No existía el celular, no había redes sociales y recién empezaban a aparecer los cables. Todavía lidiábamos con los VHS y los videoclubes. Por eso, esa genialidad que fue Página/12 puso patas para arriba la forma de hacer periodismo. Sus tapas irreverentes, sus investigaciones sobre el poder y, una forma de lectura desacartonada, rápida y ágil, fueron los nuevos paradigmas. Les marcó la cancha a los medios tradicionales y puso en aprietos al resto de los formatos. En los ’90, con la llegada de Menem al poder, su influencia se multiplicó y los casos de corrupción más emblemáticos abrevaron y nacieron en Página. Ese Lanata genial, capaz de hacer congeniar a grandes periodistas e impulsar investigaciones sobre el poder no quedó sacralizado. Hizo televisión, radio, se comió años de ostracismo, hasta que sella su alianza con el Grupo Clarín, frente a un enemigo común: el kirchnerismo. Empezó así su etapa más masiva, multitarget, atravesando todas las clases sociales. En PPT lo miraban los que lo admiraban y sus detractores. En la historia quedará la “Ruta del Dinero K”. El país se paralizó la noche que un tal Leo Fariña contó que se robaba tanta plata que, en lugar de contarla, “la pesaban”. Descubrió claro matriz de lo que fueron los años del kirchnerismo, para disgusto eterno de Cristina. Esa voltereta ideológica, de terminar aliado con quienes había defenestrado le valió el odio de los sectores de izquierda, incluso de muchos periodistas que él mismo formó. El paso de los años fue aquietando las aguas, mientras los problemas de salud de Lanata se iban agravando. Se dio el lujo de hacer de todo. Tele, radio, teatro de revistas, documentales. PPT fue, quizás, el ciclo que mejor mostró su pensamiento sobre el periodismo. Era un show periodístico que tenía desde investigaciones impactantes hasta imitaciones hilarantes. Sólo Lanata podía usar soldaditos de plástico para contar lo que había pasado en la política argentina durante la semana. Y lo hacía con altos niveles de rating para un encendido televisivo cada vez más corto. En el apogeo de su pelea con los K le pusieron el fútbol para todos enfrente. Lo que da idea de la influencia que su voz tenía en la gente. La vida privada de Lanata era su vida privada. Tenía derecho como cualquier persona a hacer lo que quisiera. Jamás podría ser motivo de evaluación para nadie. Si se cuidó o no se cuidó, sus adicciones, forma parte del combo de alguien que quiso vivir la vida a mil. Infancia triste, como él mismo muchas veces lo contó, nunca festejó un cumpleaños, por eso no le gustaba hacerlo de grande. Tenía una frase de cabecera que se la repitió a todos los jóvenes que trabajaron con él: hay que animarse a fracasar. Volver a intentarlo. Fracasar de nuevo. El éxito siempre va a llegar. Como la vida misma al cabo que está más llena de derrotas que victorias. Y Lanata lo experimentó en carne propia. Con su desaparición física se va el mejor de una generación, como admitieron sus propios pares. En una época de reconversión en la forma de hacer periodismo, jaqueada por la irrupción e influencia de las redes sociales. Algo sin embargo nunca cambió ni cambiará: el periodista tiene que preguntar. Tiene que indagar, echar luz donde hay oscuridad, sacudir el árbol para que caiga lo que tiene oculto. Lanata le agregó a todo eso, popularidad. Hizo que el oficio se volviera popular y cualquiera pudiera comprenderlo. Más allá de cuestiones ideológicas, ahí estuvo uno de sus grandes méritos. Genial, como otros en su arte. Único e irrepetible. Lleno de contradicciones. Amores y odios. Pero siempre fiel a un estilo. ¿Quién te creés que sos Lanata? Quien consigue eso es porque llegó lejos y la sociedad lo tomó como propio. Es una pena que los nuevos desafíos no lo tengan a él para enfrentarlos. Hubiera sido de gran utilidad para las generaciones que vienen. Lanata fue la máquina de escribir, la radio, la tele. Fue el periodismo en esencia. Donde esté, seguro, ya debe estar pensando una editorial. Con el cigarrillo en la mano. Lo vamos a extrañar.

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