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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/01/2025 14:38
Científicas argentinas lideran un proyecto que podría revolucionar la producción agrícola: un biofertilizante que promete reemplazar químicos y cuidar el ambiente (Revista Chacra) Imaginar un mundo donde la agricultura no dependa de toneladas de químicos sintéticos puede sonar utópico, pero es exactamente el camino que un grupo de científicas argentinas está trazando en Etiopía. En colaboración con el Instituto de Biotecnología Etíope (EBTI) y el Conicet, investigadoras del INTA trabajan en la creación de un biofertilizante a base de bacterias y hongos beneficiosos. Este avance podría ser clave para reducir el uso de fertilizantes convencionales, que aunque aumentan la productividad, tienen un impacto ambiental considerable. La misión: una agricultura más natural El proyecto, parte del programa de cooperación FO.AR, comienza desde el suelo, literalmente. Las investigadoras recolectaron muestras en diferentes regiones de Etiopía, buscando microorganismos nativos capaces de mejorar el desarrollo de los cultivos. El resultado fue prometedor: lograron aislar bacterias del género Bacillus y hongos micorrícicos, cuya combinación demostró estimular el crecimiento de plantas hortícolas y forestales. “Estos microorganismos no solo aumentan la altura de las plantas o la cantidad de hojas, sino que mejoran la estructura de las raíces y la biomasa total, creando cultivos más fuertes y productivos”, explicó Mariana Puente, coordinadora del proyecto e investigadora del INTA. En ensayos iniciales, realizados en condiciones controladas, los científicos observaron que las micorrizas y las bacterias promovían un desarrollo notable en las plantas, comparado con aquellos cultivos que dependían de métodos tradicionales. Las investigadoras recolectaron muestras en diferentes regiones de Etiopía, buscando microorganismos nativos capaces de mejorar el desarrollo de los cultivos. El resultado fue prometedor ¿Por qué necesitamos biofertilizantes? La agricultura mundial está en un punto crítico. Mientras que la población crece, la presión sobre los suelos también aumenta. Según un informe de la FAO, en 2023 se utilizaron más de 200 millones de toneladas de fertilizantes químicos en el mundo. Si bien estos insumos aumentan la productividad, también generan problemas graves como la contaminación de agua y suelo, la pérdida de biodiversidad y emisiones de gases de efecto invernadero. Es aquí donde los biofertilizantes emergen como una solución sostenible. A diferencia de los químicos, no dejan residuos nocivos y, en cambio, regeneran la salud del suelo. Productos como los basados en bacterias fijadoras de nitrógeno, hongos micorrícicos o Trichoderma spp. ya son reconocidos globalmente por su efectividad y bajo impacto ambiental. Innovación con impacto global El desarrollo liderado por el INTA no solo busca ayudar a los productores etíopes, sino también sentar precedentes para la agricultura sostenible a nivel global. La siguiente fase del proyecto consistirá en pruebas a campo, donde se evaluará la eficacia del biofertilizante en escenarios reales. El objetivo final es lograr una colaboración con empresas que permitan llevar este avance biotecnológico directamente a los productores. “Desarrollar un biofertilizante a partir de microorganismos nativos no solo reduce la dependencia de químicos importados, sino que potencia la productividad con una huella ambiental mínima”, destacó Puente. Un cambio que comienza en el suelo La transición hacia una agricultura más sostenible no será inmediata, pero iniciativas como esta marcan un camino claro. Etiopía, un país con grandes desafíos agrícolas, se convierte en un laboratorio vivo donde se pone a prueba el poder de la naturaleza para equilibrar productividad y sostenibilidad. Este descubrimiento no solo inspira a otros países a explorar alternativas naturales, sino que reafirma el papel de Argentina como líder en biotecnología agrícola. Mientras los biofertilizantes avanzan en popularidad y eficacia, queda claro que el futuro de la agricultura está en las raíces: en aquellas bacterias y hongos que, aunque invisibles, tienen un impacto gigantesco. Fuente: Inta
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