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» Diario Cordoba
Fecha: 04/01/2025 13:52
Lejos de la fascinación que genera hoy en día, un monumento de Córdoba escandalizó aparte de la ciudad cuando se planteó su construcción. Eran otros tiempos. Y para satisfacer a esos cordobeses contrarios a su realización se ordenó que parasen las obras. Sin embargo, el edificio se construyó en 1314 y abrió sus puertas poco después en pleno casco histórico. Cuatro vidas y unos cuantos siglos después, resulta uno de los principales atractivos de la ciudad. Entre otras cosas, porque es un monumento único en Andalucía y uno de los mejor conservados de todo el país. Una estrecha calle conduce a la entrada. Tras pasar por un angosto patio, se llega a una sala que sirvió, en otra época, para la oración. Una escalera dirige hasta la planta alta. La galería superior estaba destinada a las mujeres. Una pequeña balconada decorada permite intuir su presencia. Quien haya estado allí alguna vez, habrá deducido que se trata de la Sinagoga. Aunque es uno de los templos más conocidos de la ciudad, algunos detalles de su historia pasan desapercibidos, como la polémica de su creación. Presiones contra su construcción En una Córdoba ya cristiana, los judíos que convivían en la urbe plantearon el levantamiento de un lugar de culto apropiado. Apropiado pero condicionado a la religión predominante. En un vistazo pueden comprobarse las escasas dimensiones de este espacio. ¿Por qué es tan pequeña la Sinagoga de Córdoba? La razón principal es que el templo de culto judío debía limitarse en tamaño para mostrarse inferior a los lugares de rezo de la Iglesia Católica. Interior de la Sinagoga de Córdoba. / Manuel Murillo El clero ejerció presión desde que se conoció la intención de los judíos cordobeses de levantar el edificio sagrado, hasta el punto de que el papa Inocencio IV ordenó en 1250 al obispo de Córdoba frenar las obras. Los documentos de la época reflejan que una de las principales inquietudes de la esfera episcopal cordobesa era la altura de la construcción. Tenía una "altura innecesaria", decía el Papa, y estaba "escandalizando" a los fieles. Pese a todo, la Sinagoga proyectada por el arquitecto Isaq Moheb en el número 20 de la calle Judíos vio la luz. Y acogió a los judíos hasta su expulsión. Tras la firma del Edicto de Granada, en 1492, fueron expulsados y el templo sagrado quedó en desuso. Al menos, en lo religioso. Más tarde, en posesión de la Iglesia, sirvió de hospital para los pacientes de rabia. Esta fue la segunda vida de un espacio que, posteriormente, se utilizó como ermita. Brotaron las capillas y los detalles cristianos, tapando el pasado del edificio, y se rindió culto a San Crispín. No fue el uso definitivo del lugar. La Sinagoga sirvió, en última instancia, como escuela de párvulos. Turistas en la Sinagoga. / Víctor Castro La recuperación Los continuos y diferentes usos que se le dieron al edificio provocaron desperfectos en la sala de oraciones. Hasta el siglo XIX, los altares cristianos se mantuvieron en pie. Por casualidad, un párroco descubrió inscripciones hebreas tras los retablos y eso llevó a apartarlos. Uno de los interesados en la historia de aquel espacio fue el padre de Julio Romero de Torres, Rafael, que dedicó su vida a la arqueología. A lo largo de los últimos siglos, el monumento se ha ido restaurando. También se han mantenido los pleitos con la Iglesia. Ya no por temas religiosos, sino por su posesión. El Cabildo tuvo que cederlo a la Comisión de Monumentos de Córdoba finalmente. Restaurado y puesto a punto, el templo abrió sus puertas al público en 1985, con motivo del 850 aniversario del nacimiento de Maimónides. Yeserías en la Sinagoga de Córdoba. / Víctor Castro La Sinagoga de Córdoba supone hoy una interesante parada en el recorrido por la historia de la ciudad. Fue declarada Monumento Nacional en 1985 y es Bien de Interés Cultural. Se trata de un fantástico ejemplo del arte mudéjar, de la única en la región y, como se expone al principio, de la tercera mejor conservada de época medieval en España.
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