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» Diario Cordoba
Fecha: 02/01/2025 15:15
Los neurocientíficos han identificado las ubicaciones físicas donde se almacenan los recuerdos en el cerebro. En el futuro, eso nos permitiría recuperar recuerdos de alguien que ha muerto: aunque se trataría de una alternativa técnicamente desafiante, existen posturas científicas que lo ven viable a largo plazo. Recuperar partes de los recuerdos de una persona que ha fallecido puede ser posible en algún momento, aunque sea técnicamente muy complejo, según indicó a Live Science el neurocientífico Don Arnold, de la Universidad del Sur de California, en Estados Unidos. Con un modelo completo del cerebro humano, que aún está en desarrollo, sería factible identificar la ubicación de la memoria a recuperar, agregó el especialista. En la actualidad, un esquema de trabajo seria el siguiente: en primer término, habría que identificar el conjunto de células cerebrales o neuronas que codifican una memoria específica en el cerebro, para posteriormente comprender cómo están conectadas. A continuación, se deberían activar estas neuronas para crear una red neuronal semejante a la original, empleando un algoritmo de aprendizaje automático que imita la forma en que funciona el cerebro humano. Grandes desafíos a resolver Sin embargo, aunque parece sencillo al leerlo, en realidad el proceso de recuperar los recuerdos de una persona que ha muerto presenta aristas de enorme complejidad. El escollo más importante es la forma en que trabaja la memoria humana: aunque los neurocientíficos ya saben dónde se alojan los recuerdos en el cerebro, no es tan fácil acceder a ellos. Se sabe que la memoria es un complejo proceso mediante el cual el cerebro procesa y almacena información, para que se pueda acceder a ella más tarde. Según se explica en una publicación de la Clínica Cleveland de Florida, en Estados Unidos, la mayor parte de la formación de la memoria ocurre en el hipocampo, pero el proceso también involucra muchas otras regiones cerebrales conectadas. Al mismo tiempo, tal como indica un estudio científico publicado en 2012 en la revista Nature que analiza posibles estimulaciones en el hipocampo para “activar” recuerdos, se cree que una memoria específica está codificada por una escasa población de neuronas. Las mismas se pueden etiquetar para su posterior identificación y manipulación, pero el problema es que no almacenan los recuerdos en su totalidad: se requieren procesos mnemotécnicos que efectúa nuestro cerebro para “descomprimir” la información. Recuerdos comprimidos En otras palabras, la memoria almacena los recuerdos como “archivos comprimidos” en un ordenador, que requieren un nuevo proceso para descomprimirse y permitir el acceso a su versión original. De la misma forma que un ordenador ahorra espacio de almacenamiento al comprimir los archivos, el cerebro puede resguardar una mayor cantidad de información gracias a este proceso. Los recursos mnemotécnicos son asociaciones que utilizamos para recobrar los datos: por ejemplo, si deseamos recordar un evento de nuestra infancia quizás tengamos presente algún momento en concreto, pero no recordemos las personas que estaban en el lugar o qué comida se sirvió. Al volver a sentir el aroma de un plato que comimos en esa ocasión, es posible que se activen las conexiones neuronales necesarias para que los recuerdos comiencen a llegar y la situación se recupere hasta el más mínimo detalle. En consecuencia, para lograr algún día la recuperación de los recuerdos de una persona fallecida se requerirán varias proezas técnicas: la identificación exacta de los recuerdos en el cerebro, la obtención de un mapa completo del cerebro, el desarrollo de tecnologías para visualizar el contenido de la memoria mediante técnicas de realidad virtual o similares y, principalmente, la utilización práctica de redes neuronales artificiales que puedan “copiar” los procesos que “descomprimen” los recuerdos, facilitando la asociación mental de ideas complejas que lleva adelante nuestro cerebro para recuperar estos recuerdos. No será nada fácil.
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