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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/01/2025 02:58
Walter Yetnikoff fue el impulsor de la carrera de Michael Jackson y Bruce Springteen (AP Photo/Carlos Rene Perez, File) En la cúspide de su poder, Walter Yetnikoff parecía una fuerza poderosa de la naturaleza. “Cuanto más loco me volvía, más plata hacíamos; cuánta más plata hacíamos, más me pagaban; cuanto más me pagaban, más loco me volvía”, solía decir. CBS Records, bajo su liderazgo, se convirtió en el escenario de excesos y éxitos sin precedentes. Un verdadero circo donde las estrellas del rock eran los leones y Yetnikoff, el domador más salvaje. No era un ejecutivo común. No usaba los trajes impecables que dictaba el manual corporativo ni medía cada palabra con la cautela de un banquero.Yetnikoff vivía como una estrella de rock sin haber tocado jamás una guitarra. Esto incluía cocaína, largas noches de fiesta y sexo desenfrenado que eran tan parte de su día como también los contratos millonarios con artistas. El huracán Yetnikoff Cuando entraba a una sala de reuniones, su energía llenaba el aire. Nadie sabía si iba a ofrecer un trato irrefutable o a destrozar verbalmente a su interlocutor. “Era una bomba de relojería, pero también un genio”, recordaba uno de sus colegas. Y es que su magia no radicaba en descubrir talentos ocultos. Él era bueno en reconocer las potenciales máquinas de dinero y convertirlas en mitos. Con él al mando, Bruce Springsteen explotó con Born to Run, un disco que selló el destino del cantante como una de las leyendas del rock. Las grabaciones de Born to Run se alargaban, y los costos amenazaban con hundir el proyecto antes de ver la luz. Pero Walter confió. Cuando el álbum finalmente salió, fue un éxito rotundo, y Springsteen pasó de ser una promesa local a una figura global. Born to Run se convirtió en el manifiesto de una generación, y Walter Yetnikoff en el hombre que apostaba fuerte y ganaba. Walter Yetnikoff, a la derecha. El presidente de CBS Records con los discos de oro de Vera Zorina -viuda de Goddard Lieberson- y Michael Bennet, por la música de A Chorus Line en 1978 (AP Photo/Carlos Rene Perez) Pero el verdadero golpe maestro de Yetnikoff fue convertir a Michael Jackson en el rey del pop. Thriller no solo fue el álbum más vendido de todos los tiempos; fue un fenómeno cultural que redefinió el negocio de la música y el poder de los videoclips en la era de MTV. Además de la música, Michael Jackson encontró en Yetnikoff un aliado para lidiar con las presiones del estrellato. El joven rey del pop, con su voz frágil y sus inseguridades, lo llamaba directamente para que interviniera en situaciones complicadas. “Walter, ayúdame,” le pedía. Y Walter, encantado de meterse en conflictos, lo hacía. Desde negar permisos para canciones hasta enfrentarse a otros ejecutivos en su nombre, era el escudo y el ariete de Jackson. Yetnikoff no encajaba en el molde del típico ejecutivo de la industria musical. Su camino hacia la cima comenzó lejos de los escenarios y de las guitarras eléctricas. Graduado como abogado de muy joven, entró al mundo corporativo de la música gracias a Clive Davis, su compañero de promoción y más tarde uno de los nombres más influyentes del negocio. Yetnikoff empezó como abogado en CBS Records, pero su ambición era demasiado grande para quedarse tras un escritorio revisando contratos. En 1975, con 42 años, logró lo que pocos imaginaron: asumió el control de CBS Records. El salto no fue casualidad. Ya había demostrado una aguda capacidad para identificar oportunidades y, sobre todo, para manejarse con artistas de egos descomunales. Mientras tanto, la música disco comenzaba a dominar las listas. En medio del brillo de las bolas espejadas y las pistas de baile llenas, CBS Records supo adaptarse al fenómeno. Yetnikoff era pragmático: lo que vendiera, lo que conectara con el público, tenía un lugar en su catálogo. Así, bajo su mando, se dio a conocer al peculiar y potente Meat Loaf, cuyo álbum Bat Out of Hell vendió millones de copias y creó otro fenómeno inesperado. Thriller De Michael Jackson La vida al límite Sin embargo, mientras los éxitos se acumulaban, los excesos también. Las noches largas, las líneas de cocaína y las discusiones acaloradas formaban parte de su rutina. Para Walter Yetnikoff, cada día era un espectáculo en sí mismo, y él no estaba dispuesto a quedarse fuera del centro del escenario. La confrontación no era solo parte de su trabajo, era una de sus pasiones. “Me encantaba pelearme con la gente”, admitió sin reparos en más de una ocasión. Su estilo era agresivo y su meta, invariablemente, la victoria. Si eso significaba gritar hasta hacer llorar a un ejecutivo rival, intimidar a un representante o humillar públicamente a un competidor, no dudaba. “Ganaba porque no me detenía hasta que el otro se rendía,” decía con la satisfacción de un gladiador en la arena del Coliseo Romano. Uno de los episodios más recordados de su carácter volcánico fue su cruzada para que MTV incluyera el video de Billie Jean en su rotación. Frente a la negativa inicial del canal, que argumentaba que no se centraban en artistas de R&B, Yetnikoff desató su furia. “Si no pasan el video, no podrán usar ningún otro de CBS,” gritó por teléfono. Y luego, remató: “Y voy a decirle al mundo que son racistas.” La amenaza surtió efecto. Apenas dos días después, el canal programaba Billie Jean en repetición constante, allanando el camino para el fenómeno de Thriller. Pero su personalidad arrolladora no se limitaba a enfrentamientos. También sabía cómo ganarse la lealtad de sus artistas. Para ellos, Yetnikoff era un aliado incansable, alguien que ponía todo su poder a su disposición. Fue él quien ayudó a Billy Joel a descubrir que su representante lo había estafado durante años. Joel, que pensaba vender su mansión por problemas económicos, confesó a Yetnikoff que necesitaba dinero. “Eso es imposible con la cantidad de discos que vendés,” le dijo el ejecutivo. Acto seguido, organizó una auditoría que reveló la traición. Pero Walter no se detuvo allí: llamó al representante, lo intimidó y lo obligó a devolver los derechos de las canciones al músico. Otro de sus grandes logros fue seducir a Paul McCartney para que dejara su discográfica y se uniera a CBS. Para convencer al ex-Beatle, ofreció contratos generosos y puso a su disposición un avión privado para él y su esposa Linda cada vez que lo necesitaran. El resultado fue la producción de duetos memorables con artistas como Michael Jackson y Stevie Wonder. Walter Yetnikoff escribió sus memorias Yetnikoff tenía un don especial para hacer que cada artista se sintiera único. Aseguraba a Barbra Streisand, Mick Jagger y Michael Jackson que ellos eran su prioridad absoluta. “Su talento era hacerte creer que eras su favorito,” comentaría uno de ellos años más tarde. Sin embargo, la misma intensidad que lo impulsaba al éxito lo arrastraba a un torbellino de excesos. Sus noches eran legendarias, combinando alcohol, drogas y compañía constante. Marvin Gaye, por ejemplo, era uno de sus socios en aventuras nocturnas. Una noche, al verlo preparar un porro, Walter trató de moderar: “El porro lleva a cosas peores, como la cocaína.” Marvin, sin inmutarse, respondió: “Ah, de eso también tengo.” La moderación, evidentemente, no era el fuerte de ninguno. La mentira piadosa de Walter Yetnikoff En 2004, Walter Yetnikoff publicó sus memorias bajo el título Howling at the Moon: Confessions of a Music Mogul in an Age of Excess. Desde la portada, la fotografía de Annie Leibovitz lo mostraba como lo que siempre fue: un titán desenfrenado, de torso desnudo, rodeado de estrellas. El subtítulo no podía ser más apropiado: “Confesiones de un magnate de la música en una era de excesos.” El libro es un torbellino de anécdotas alucinantes que pintan con trazos gruesos la personalidad de Yetnikoff y el caos que definió su vida. Pero, como él mismo reconoció, “solo hay una mentira en todo el texto”, y esa mentira está en la primera línea. “Después de su tercer orgasmo, Jackie me miró con una mezcla de gratitud y admiración. ‘Jack fue un gran amante; Ari, muy apasionado; pero tú, Walter Yetnikoff, eres deslumbrante.’” Este párrafo, que abre el libro con una fantasía descarada. Jackie Kennedy no fue una de sus conquistas, pero Yetnikoff consideró que sus memorias eran el lugar perfecto para cumplir ese sueño pendiente. A través de las páginas, Yetnikoff expone su vida con brutal honestidad: las noches de drogas, los romances fugaces, las disputas con ejecutivos y las victorias que definieron su carrera. La relación con Michael Jackson ocupa un lugar destacado. El cantante confiaba en Walter no solo como su jefe, sino como su protector en un mundo que constantemente lo consumía. En una ocasión, Michael le pidió que interviniera con los Grammy para evitar que Quincy Jones ganara el premio a mejor productor por Thriller. “Así él no se lleva ninguna atención. Total, yo voy a ganar muchos premios,” habría dicho Jackson, en una confesión que Yetnikoff relata con la mezcla perfecta de asombro y sarcasmo. Otra escena que captura su estilo único es una cena organizada en honor a Bob Dylan tras un concierto en Nueva York. Walter había preparado todo para impresionar a su artista. Sin embargo, Dylan se presentó dos horas tarde, acompañado no de músicos o amigos de la industria, sino de su madre y varios tíos y primos. Antes de sentarse, la señora Dylan lo regañó frente a todos: “Pedile perdón al señor por llegar tarde.” Walter observó la escena con una mezcla de incredulidad y diversión. Mientras Dylan murmuraba disculpas, su madre lo mantuvo bajo control toda la velada. Tommy -Mottola desplazó a Walter Yetnikoff de la conducción de CBS Records (Foto: Instagram/@thali-fansmx) La publicación de Howling at the Moon fue tanto una celebración de su vida como una despedida de los días en que era el amo y señor de la industria musical. En sus páginas, Walter Yetnikoff no solo narra la historia de un hombre en el epicentro de una era de excesos y ofrece una mirada sin filtros al costo de ese poder. “Vivía al filo de la navaja,” confesó en una entrevista. “Y me encantaba.” La cúspide de Walter Yetnikoff llegó en 1988, cuando orquestó la venta de CBS Records a Sony por 2.000 millones de dólares, una cifra astronómica para la época. Pero, como suele ocurrir en las historias de excesos, la cima era también el principio de la caída. “Pensé que era intocable,” admitió años después. Con la operación, Yetnikoff aseguró una fortuna personal y un lugar en la historia de la industria, pero no previó que Sony, un gigante japonés con un enfoque corporativo más tradicional, pronto perdería la paciencia con su estilo salvaje. La caída de Walter Yetnikoff Sus noches interminables, alimentadas por cocaína y alcohol, y su conducta errática empezaron a ser un problema más que un sello distintivo. Para Yetnikoff, el negocio siempre había sido personal, pero la llegada de Sony marcó un cambio: los números se convirtieron en la única prioridad, y Walter, con su carácter explosivo y sus excesos, ya no encajaba. Las tensiones llegaron a un punto crítico cuando la compañía le exigió que cambiara sus hábitos. La rehabilitación era la única salida si quería conservar su puesto. Walter aceptó, y tras un periodo en tratamiento, volvió más delgado y aparentemente renovado. Pero aunque había dejado atrás las drogas y el alcohol, sus demonios internos seguían intactos. Cuando regresó a su oficina, todo parecía estar en su lugar: los muebles, su secretaria, incluso las llamadas de sus artistas preguntando por su salud. Pero algo había cambiado. Los empleados ya no corrían a saludarlo por los pasillos; evitaban incluso cruzar miradas. El golpe final vino de alguien cercano: Tommy Mottola, un ambicioso gerente que había sido su protegido, aprovechó su ausencia para maniobrar hasta ocupar su puesto. En 1990, Yetnikoff fue apartado de la dirección de CBS Records. La traición de Mottola lo hirió profundamente, pero el despido fue el golpe definitivo. Durante años había acumulado enemigos en la industria, y ahora todos parecían listos para ajustar cuentas. “Me fui con furia,” declaró en una entrevista. Dio declaraciones incendiarias contra Sony y Mottola, prometiendo volver con fuerza. Pero ese regreso nunca se materializó. Intentó recuperar su lugar en la industria fundando su propia discográfica, pero el proyecto fue un fracaso. También planeó una película biográfica sobre Miles Davis, que iba a protagonizar Wesley Snipes, pero no logró obtener los derechos de la música. “Siempre había alguien dispuesto a recordarme mis viejas cuentas pendientes,” dijo amargamente. El titán que había moldeado la industria y convertido a artistas como Michael Jackson y Bruce Springsteen en leyendas pasó las últimas décadas de su vida en relativa oscuridad. Murió en 2021, a los 88 años, con una historia que dejó discos históricos, peleas memorables y un legado de excesos y gloria.
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