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» Diario Cordoba
Fecha: 01/01/2025 10:10
Polonia asume el primero de enero la presidencia de turno del Consejo Europeo con aires de bálsamo tras las provocaciones del húngaro Viktor Orbán durante el semestre anterior. La Comisión Europea (CE) de Ursula von der Leyen respirará aliviada con el relevo a cargo del polaco Donald Tusk, reconocido europeísta y un moderado entre el bloque comunitario. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno polaco se suma a la línea dura en política migratoria, hasta extremos no tan distantes del líder ultranacionalista húngaro. "Nuestras prioridades son el apoyo a Ucrania y reforzar la seguridad respecto a Rusia y Bielorrusia", afirmó el ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, al presentar el programa del 'semestre polaco'. El tono de Polonia no tiene nada que ver con el desafiante "Hagamos Europa fuerte otra vez" con que Hungría asumió su turno, el pasado julio. Eligió entonces Budapest un lema claramente trumpista, cuando Europa soñaba aún con una victoria de la demócrata Kamala Harris. Ha acabado encontrándose con Donald Trump avanzando hacia la Casa Blanca y la incógnita de hasta dónde llevará sus presiones sobre Kiev, tras haber prometido en campaña terminar con la guerra en 24 horas. Es decir, si EEUU dejará en la estacada a los aliados europeos de la OTAN en su apoyo a Ucrania. Orbán visitó en cuanto asumió la presidencia de turno a su amigo Vladímir Putin y también a Trump, con lo que dejó claras sus prioridades. A Polonia le corresponde aportar algo de serenidad a una Europa donde el eje franco-alemán está desaparecido por tiempo indefinido. La crisis política se ha convertido en un estado casi permanente en París, mientras Emmanuel Macron va colocando remiendos a las grietas. Alemania está concentrada en las elecciones generales anticipadas, tras el hundimiento de la coalición entre socialdemócrata, verdes y liberales de Olaf Scholz. Tusk acaba de cumplir su primer año en el poder. Es la segunda vez que Polonia ejerce esa presidencia de turno del Consejo Europea. Lo hace de nuevo con Tusk al frente de su gobierno, como ocurrió en 2011, su anterior etapa como primer ministro. Ucrania fue tema dominante en el semestre de Orbán. Lo seguirá siendo bajo el turno polaco, con la diferencia de que Varsovia representa el máximo compromiso hacia Kiev. En el aire ha quedado la disposición polaca a participar en el despliegue de 40.000 soldados europeos en Ucrania, en caso de que se logre una tregua duradera. La cuestión saltó a punto de recibir Tusk en Varsovia a Macron. Pero ni uno ni otro lo concretaron, al menos ante las cámaras. Polonia toma las riendas frente a la indefinición alemana Tusk ha dejado claro que no va a esperar a que Alemania salga de su indecisión. Ha tomado la iniciativa en la estructuración de un bloque con los países nórdicos y bálticos, con los que comparte el flanco este de la OTAN. Cuando Varsovia habla de "reforzar" la seguridad respecto a Rusia y Bielorrusia lo hace desde su posición de país fronterizo tanto con el máximo enemigo actual, a través del territorio ruso de Kaliningrado, como con el aliado de Moscú que es Minsk. Como Finlandia y los estados bálticos comparte la determinación no solo de apoyar a Ucrania, sino también de blindarse con un Escudo Oriental que, a su parecer, debe financiar la UE. Su objetivo es defensivo, lo que incluye la contención de la llamada "guerra híbrida" o filtración interesada de refugiados empujados hacia su territorio por Bielorrusia con fines, afirma, desestabilizadores. Ello se ha traducido, a la práctica, en la decisión polaca de suspender parcialmente el derecho al asilo y practicar las expulsiones en caliente. Se incluye así en la dinámica regresiva de la política migratoria comunitaria. Así, a la práctica, Polonia se vuelve a sumar a los países donde la ultraderecha gobierna o domina la agenda política, tal como hizo en los ocho años que gobernó el ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS). El siguiente puntal frente a Rusia debe ser el futuro Consejo Europeo de Resistencia a la Desinformación, financiado por la UE. Cuenta ahí de nuevo con el apoyo báltico, así como de la nueva jefa de la diplomacia europea, la estona Kaja Kallas, y el Comisario de Defensa y Espacio, el lituano Andrius Kubilius. Ya en el orden bilateral, está el compromiso expresado por Sikorski ante el ministro de exteriores español, José Manuel Albares, de impulsar la petición del Gobierno de España para incluir el catalán, el gallego y el euskera entre las lenguas oficiales de la UE. Forma parte de las exigencias del independentismo catalán de Carles Puigdemont a cambio de apoyar a Pedro Sánchez. La presidencia húngara no mostró el menor interés en la cuestión. Bajo Polonia se esperan al menos "pasos" hacia ese impulso. Promesas pendientes Tusk alcanzó el poder en 2023 con el compromiso de activar la "regeneración democrática" de Polonia tras el periodo bajo el dominio del PiS, que implantó una reforma que atentaba contra la independencia del poder judicial y consolidó su control sobre los medios públicos. No ha logrado todos sus objetivos, en parte por los vetos del presidente del país, Andrzej Duda, originario del PiS. Esta dinámica podría cambiar durante el semestre europeo. Polonia celebrará elecciones presidenciales previsiblemente en mayo. La Plataforma Cívica (KO) de Tusk está volcada en su carismático candidato, el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski. Su victoria daría un espaldarazo al jefe del Gobierno, debilitado por los desacuerdos de la coalición. No ha logrado la liberalización de la restrictiva ley del aborto, que bajo el PiS se endureció hasta convertirse en casi una prohibición total. La esperanza de cambio que movilizó al voto joven y feminista se ha estrellado con la incapacidad de sacar adelante la reforma. La victoria del año pasado supuso el regreso a la política polaca de Tusk. Había sido su primer ministro entre 2007 y 2014, pero ese mismo año pasó al puesto de presidente del Consejo Europeo, que ocupó hasta 2019. La nueva presidencia, ahora debida al turno semestral rotatorio que le corresponde a Polonia, puede ayudarle a revitalizarse en política interior o, si las urnas dan la victoria al PiS, seguir cohabitando con una jefatura del Estado empeñada en obstaculizar su regeneración democrática.
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