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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/01/2025 08:41
Los protocolos contra el abuso son clave para evitar la revictimización, la minimización de los hechos y el privilegio de los agresores (Adobe Stock). Hace unos días, Íñigo Errejón –uno de los fundadores de Podemos– anunció su retiro de la política, alegando desgaste en su salud física y mental. Poco después, la actriz y presentadora Elisa Mouliaá lo denunció públicamente por acoso sexual. El caso generó una versión española del MeToo y detonó una catarata de denuncias de acoso y abusos en ámbitos laborales y personales, publicadas en la cuenta de Instagram de la periodista Cristina Fallarás. Este escenario pone de relieve la necesidad urgente de protocolos éticos y medidas de resguardo que eviten los abusos y garanticen entornos de trabajo seguros y dignos. Las empresas y organizaciones de todo tipo enfrentan también este problema: las denuncias de abuso nos ponen ante el desafío ético de proteger a las personas. Acompañando a diferentes organizaciones en la gestión de situaciones de abuso o sospecha de abuso, he comprobado sistemáticamente la importancia de contar con protocolos de actuación claros y adaptados a las necesidades y contextos de cada organización. Al tener una ruta clara de acción, las organizaciones evitan, principalmente, cinco situaciones complejas que pueden acarrear graves consecuencias tanto para las personas como para la organización: La revictimización. No contar con un proceso claro puede llevar a que la víctima tenga que repetir varias veces su testimonio, lo que no solo es traumático, sino que también erosiona la confianza en la organización. Proteger a la víctima de este desgaste es una prioridad humana, que expresa la cultura de la centralidad en la persona e incentiva que los casos de abuso puedan canalizarse en los mecanismos institucionales. La minimización. En muchas organizaciones, la falta de una política interna sólida ha llevado a respuestas como “hablaremos para que no vuelva a suceder”, minimizando el daño y el problema. Esta actitud, por un lado, revictimiza. Una política clara elimina la posibilidad de minimizar estos incidentes y refuerza el compromiso de la empresa para evitar los abusos. Los privilegios. En ocasiones, los privilegios dentro de la estructura organizacional pueden proteger al agresor, generando un ambiente de injusticia y desigualdad que afecta la seguridad de los empleados (especialmente si se trata, como en el caso, de que la persona acusada es quien ejerce el liderazgo). Un protocolo transparente y equitativo asegura que la organización actúe de manera imparcial, lo que refuerza la cultura organizacional. Ofrece seguridad a todos y facilita la actuación directiva. La sospecha desmedida o injusta. También cabe el supuesto de que una persona esté siendo injustamente acusada. Los protocolos ayudan a todos los que forman parte de esa organización a entender que “sospecha” no es “confirmación”, y que, por ejemplo, apartar preventivamente una persona de su puesto mientras se estudia el caso, no implica culpabilidad. Si no es claro el proceso, inmediatamente se señala a una persona y automáticamente es culpable frente a los ojos de todos. Crea las condiciones de la legítima defensa y las pautas para respaldar un proceso de declaración de inocencia cuando se ha dado un malentendido o una acusación falsa. La falta de resguardo de la intimidad de los involucrados. La falta de profesionalización en el abordaje de los casos expone a todos, viéndose especialmente perjudicados los más vulnerables. Impacta también el sistema, dado que genera la percepción de estar trabajando en un lugar donde no se cuida bien a los empleados. Implementar estos protocolos no solo asegura que las situaciones de abuso se manejen adecuadamente, sino que también contribuye a construir una cultura organizacional basada en el respeto y la integridad. Los casos disparan muchas reflexiones para los ámbitos laborales: ¿cómo formamos nuestra conciencia moral en un contexto de banalización del sexo, pornografía dura ilimitada y naturalización de la falta de responsabilidad afectiva en los vínculos? El liderazgo empresarial tiene un rol fundamental en este contexto. No basta con tener protocolos escritos, sino que deben ser implementados y seguidos de manera consistente. Los líderes que se involucran directamente en estos procesos y crean una política de transparencia, envían un mensaje moral muy claro a toda la organización: la integridad y el respeto no son negociables.
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