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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 28/12/2024 19:52
Existe un breve lapso de tiempo (considerando la imposibilidad de definir qué es breve o prolongado en referencia al tiempo) entre Navidad y Año Nuevo, que no es una semana de vacaciones (al menos no para todos), pero tampoco es una semana laboral típica. El espíritu navideño es tan efímero como indescifrable y tan universal como las miserias humanas. Las esperanzas de cambio en el nuevo año no le van a la zaga. Durante esa semana (días más, días menos) podemos pasar de la euforia a la depresión y de la esperanza a la desilusión en un pestañeo, lo simbólico cobra fuerza de tangibilidad y la posibilidad del milagro está casi, casi, al alcance de la mano. Aun para aquellos que dicen descreer de los milagros, pero colocan el billete de lotería detrás de una estampita. Hay quienes, a la vieja escuela, anotan, como si de un fixture se tratara, todo lo que suponen que, cambiando u obteniendo el año siguiente, los acercaría a ese utópico sitio llamado felicidad. Otros, teñidos de escepticismo quizás, hacen todo para fortalecer su profecía autocumplida de que nada va a cambiar. Al menos para bien. Hay quienes planifican. Hay quienes sueñan no tanto con que les vaya bien como que a otros les vaya mal. Y sí, somos humanos. Bestias gregarias por naturaleza pero que precisamos de normas escritas y relativamente consensuadas para no destruirnos y que, pese a eso, insistimos en hacerlo. Hay quienes, estando solos, toman conciencia en esos días de su soledad y quienes, rodeados de gente, toman conciencia en esos días de su soledad. Paradojas de ese interregno. Una noche de San Juan más prolongada, aunque no menos bizarra. Interregno es un interesante término que hace alusión a un período de tiempo entre la muerte de un monarca y el ascenso de su sucesor. Un lapso de tiempo indefinido que, históricamente, se acompañaba de caos, desorden y todo aquello que puede ocasionar un vacío transitorio de poder. Un vacío entre dos reyes, el que se fue (única certeza) y el que vendrá (sólo incertidumbre). Tenemos la certeza de que el año que termina ya se fue. Para bien o para mal terminó y nada podemos hacer al respecto mas que tomar conciencia de que el pasado es eso, pasado, y lo que viene, lo que nos está esperando a pocos días de distancia, apenas un dilema. Leí o escuché alguna vez que el único momento en que Dios se ríe es cuando nos escucha hacer planes; eso, creo, explica todas aquellas circunstancias a las que por ignorancia llamamos inesperadas y es que, naturalmente, no estamos preparados sino para esperar más que lo esperable, lo conocido, lo rutinario. Sin embargo, eso no obsta para sentarnos, mate en mano o con una copa de vino o con una simple paja entre los dientes, a entrecerrar los ojos e imaginar que podemos imaginar un futuro mejor. Mejor para nuestros parámetros de lo que pueda significar estar mejor. Y en este punto no puedo no mencionar un antiguo proverbio chino que dice: Ten cuidado con lo que deseas, puede que se haga realidad.
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