26/12/2024 16:31
26/12/2024 16:31
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:30
26/12/2024 16:29
» La Capital
Fecha: 26/12/2024 04:08
En 1974 Mario Alberto Kempes iniciaba su reinado como ídolo en Arroyito. Tras la partida, llegó la consagración europea, puso a Argentina en la cima del fútbol mundial y tuvo un epílogo glorioso con Central 20 años después La historia, o en este caso quizás debería ser la leyenda, comenzó el 22 de febrero de 1974 cuando el Matador, Mario Alberto Kempes, debutó oficialmente en Rosario Central en el 1 a 1 ante el Lobo platense, marcando un cambio de época en el mundo futbolístico rosarino, con su arrollador y glorioso paso goleador de poco más de dos temporadas en el Canalla, suceso luego también refrendado como ídolo en Valencia y en la cita ecuménica de 1978 llevando a la cumbre planetaria a la selección albiceleste. Ese viernes en el estadio de Génova y Cordiviola, aún sin el mote de Gigante de Arroyito, surgió el mito auriazul de ese cordobés nacido 19 años antes en Bell Ville, escenario de la fiesta nacional de la pelota de fútbol y cuna del balón sin tiento. Ese que el Guaso supo acariciar con su empeine zurdo, dormir en el pecho ante dos o tres marcadores de los de antes y reventar contra las redes contrarias ante el asombro de propios y extraños. Cuando los autos de Fórmula 1 corrían en el parque Independencia, con piña de Fangio y todo Claro que como toda saga legendaria tuvo sus toques de azar para que el héroe consumara su destino, ya que en 1973 Boca se interesó en el ignoto goleador de Instituto pero el presidente xeneize Alberto J. Armando no lo quiso; “como este tenemos cien en La Candela”, dijo. Peor pudo haber sido para la grey canalla si poco después el Gitano Juárez, entonces DT de Newell’s, tras un amistoso del rojinegro ante la Gloria no hubiera rechazado al juvenil delantero por ser “un gordito”. Pero fue Central quien pagó 130 millones de pesos, una fortuna para la época tras la recomendación de Luis Indaco y de Aldo Pedro Poy (compañero de la selección “fantasma” que fue a Bolivia a jugarse la clasificación para el Mundial 1974), quien convivió 15 días en Tilcara con Mario y se deslumbró con su certero y potente remate. El detallista Carlos Timoteo Griguol, DT campeón con los Picapiedras en el Nacional 1973, no lo mandó de entrada a la cancha y hasta dudó entre Mario y Roberto Carril para enfrentar a Gimnasia, lo que se reflejó en La Capital que dio a este último como titular en la previa del encuentro. Pero finalmente Kempes inició ese día su romance con el pueblo rosarino y canalla, que tuvo su último partido oficial en el 0 a 0 del 1º de agosto de 1976 ante Newell’s, tras 123 cotejos jugados (119 de arranque), con 59 victorias, 37 pardas y 27 derrotas. Pero todos estos son nada más que números, como sus 86 tantos con la casaca canalla en torneos de 1ª División de AFA. Aunque lo que lo hizo brillar, además de su promedio de efectividad de 0.76 gol por partido, como uno de los delanteros más implacables, fue su innata capacidad para vulnerar redes rivales de la forma más contundente, variada y exquisita que se recuerde por estos lares, lo que originó un lema nacido en la prensa de los 70 que rezaba: “No diga gol, diga Kempes”. Con su zurda mágica y fulminante, de derecha, de cabeza, de pecho o como fuera; de larga, corta o media distancia; arrancándole la cabeza al arquero o con toque de terciopelo; luego de gambetear al que se le pusiera adelante o llevándose puestos a los más duros zagueros, como el mismo recuerda sobre su mejor tanto en una entrevista en El Gráfico: “Uno a River, jugando para Central, cuando empatamos 2 a 2. Arranqué en mitad de cancha y me lo llevé a la rastra a Perfumo. Después definí ante Fillol. El Pato se debe acordar”. En su primer torneo, el Metropolitano, marcó solo 4 goles y no pudo jugar la fase final al incorporarse junto a Poy a la selección previo al Mundial de Alemania. Pero en el Nacional fue goleador y subcampeón con el Canalla con 25 gritos en igual cantidad de encuentros facturando cuatro a Puerto Comercial de Ingeniero White y de a tres a Estudiantes y a All Boys; también le hizo su primer gol a Newell’s, por la 2ª fecha de la fase final, y repitió ante el clásico rival en el triangular clasificatorio (junto a San Lorenzo) a la Libertadores, que ganó la Academia. En 1975 sumó 22 goles en el Metro, con 4 a Banfield (5-0), Ferro (5-1) y Temperley (6-2) y de a tres en dos partidos. Además en la Libertadores canallas y leprosos compartieron el grupo y la punta del mismo, por lo que hubo desempate por el pase a semifinales y el Matador selló el 1-0 que eliminó al rojinegro en el primer derbi internacional. El Nacional arrancó con otro triunfo ante Newell’s: fue 3-0 en Arroyito; uno con la pierna derecha, otro con la izquierda y el último de cabeza, todos de Kempes, que repitió ante el equipo del Parque en el 1-1 de la 9ª fecha. En el Metro 1976 fue goleador con 21 conquistas en 22 presentaciones, antes de partir a Valencia de España, tras un plebiscito entre los socios, a cambio de 500.000 dólares (entonces cifra récord para el fútbol local). Fue el goleador canalla en cuatro de los cinco torneos locales que jugó y en los dos internacionales, siendo el máximo anotador del club ante 17 rivales por toda competencia. Quienes más lo sufrieron fueron: con 8 tantos Estudiantes de La Plata y Ferro Carril Oeste; con 7 Newell’s Old Boys; con 6 All Boys y Banfield; con 5 Boca Juniors, Temperley y Puerto Comercial. Y eso que se cansó de gritar goles importantes como los 149 en 246 partidos que lo convirtieron en ídolo máximo del Valencia, que ganó la Copa del Rey 1978-79, la Recopa de Europa 1979-80 y la Supercopa de Europa 1980; además de goleador de la Liga Española en 1976-77 y 1977-78 y de la Recopa de Europa 1979-80. Números impresionantes que junto a sus pasos por el River campeón Nacional 1981, España (Hércules); Austria (First Vienna, Sankt Pölten y Kremser); Chile (Arturo Fernández Vial) e Indonesia (Pelita Jaya) llegan a la friolera de 347 tantos en 606 partidos. Goles en la selección Mario Kempes también marcó la historia de la selección argentina tras su paso con 20 tantos en 44 encuentros, que incluyen tres Mundiales (desde 1974 a 1982). Aunque sin dudas los 6 que firmó en los partidos de la Copa de 1978, jugada en Argentina, que llevaron a los dirigidos por el rosarino César Luis Menotti, otro de pasado canalla, a la cumbre mundial y al Matador a ser su máximo anotador, además de mejor jugador del torneo y figura de la final ganada 3-1, con dos de su cosecha, a la poderosa Holanda. Así el destino otra vez abrazó al Guaso y Rosario, ya que Argentina pasó a la 2ª fase integrando el Grupo B, tras ser escolta de Italia en el Grupo 1, sin que el Matador pudiera anotar. Pero tras la mudanza del Monumental al Gigante de Arroyito, Kempes, alentado por el pueblo rosarino en un escenario que conocía bien, se destapó y marcó por dos a Polonia (2-0), además de volar y evitar el empate de Lato generando un penal que el Pato Fillol le atajó a Kazimierz Deyna en el arco de Génova, y a Perú (6-0), lo que sumado al 0 a 0 con Brasil depositó a Argentina en la ansiada final donde la albiceleste y el Matador alcanzaron la gloria mundial. El homenaje clásico Tras frustrarse una posibilidad de volver a jugar en el Canalla un par de años antes, el 8 de febrero de 1995 Central le organizó un partido homenaje nada menos que en el Gigante ante el clásico rival, algo lamentablemente impensado en los tiempos que corren, pese a que el amistoso fue suspendido por algunos incidentes. 6036884.jpg La noche del gol en el clásico en su partido homenaje. El pueblo auriazul, ansioso de ver de nuevo a su ídolo, colmó el estadio esperando revivir el grito de gol del Matador, que ya había traspasado las cuatro décadas. Y nuevamente el hado lo hizo protagonista cuando a 25 minutos del inicio, tras un envío de Federico Lussenhoff que cabeceó Sergio Fernández, Mario puso un testazo para el 1 a 0 que desató un festejo atronador parecido a tantos repetidos en ese escenario, pero no idéntico porque este confirmó “que 20 años no es nada”, llenando de una mezcla de júbilo y nostalgia a los “corazones rosarinos que te aclaman”. Así llegó el último acto del ídolo en su escenario, como no podía ser de otra manera, con el grito del gol del triunfo en su carrera loca abriendo los brazos al cielo.
Ver noticia original