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Concordia » Entre Rios Ahora
Fecha: 24/12/2024 10:44
Julio César Cabrera es sacerdote salesiano -la orden religiosa fundada por San Juan Bosco en el oratorio San Francisco de Sales, en Turín, Italia-, doctor en Historia de la Iglesia, estudia traductorado de italiano en la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), y aunque ha nacido en Paraná de aquí se fue de niño: cuando tenía 9 años se internó para salir ordenado religioso en el Seminario Salesiano de Vignaud, en el noreste de la provincia de Córdoba, y pasó los siguientes sesenta años fuera de Entre Ríos. Vivió 17 años en el Vaticano. A Roma llegó para dar clases pero nunca dio clases: cumplió distintas funciones, una de tantas, en el Archivo Secreto Vaticano. Los salesianos decidieron darle nuevo destino y lo devolvieron a Argentina y aquí se puso en contacto con el cardenal Mario Poli y con él analizó distintos destinos pastorales. Al final, se contactó con el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, y primero fue enviado a la parroquia Santa Rafaela María, en barrio Paraná XIV; después, a San Benito, y desde el 6 de marzo de 2021 está destinado a la parroquia San Roque. Allí sostiene un comedor que cada semana entrega cerca de mil viandas, lunes y jueves, y también da clases gratuitas de italiano. «Pasé 60 años fuera de la provincia. Entré a los 9 años al Seminario y estuve destinado a distintos lugares. Bueno, después de 60 años, a los 69 años, volví directamente aquí a Paraná, y estoy muy contento. Fuimos cuatro chicos de acá, del Colegio Don Bosco. Finalmente, los otros, por distintos motivos, fueron dejando y me quedé yo solo. Fue una experiencia muy grata, muy linda, tengo muy buenas experiencias, muy lindos recuerdos, realmente una vida linda, la de Dios también, pero Dios me recompensa mucho más de cuanto uno se puede imaginar», cuenta. -No sólo atiende una parroquia. También desarrolla una tarea social. -Bueno, mire, primero el trabajo es estar junto a Dios, donde Dios nos pone. Doy gracias a monseñor Puiggari que me destinó acá, y estoy realmente muy contento. Acá la actividad se desarrolla primero con lo que es la parte espiritual. Luego de eso también está todo lo que es el servicio a las personas, el tema del sacramento de la reconciliación, las charlas que muchas veces la gente pide, y después está ese otro servicio. El comedor ya existía antes de que yo llegara. Se ha sumado otra gente a colaborar. Cuando llegué, se servía comida una vez por semana; ahora lo hacemos dos veces a la semana: lunes y jueves. -¿Cuántas personas van en busca de un plato de comida? -En febrero fueron 254; en marzo bajó a 79; en abril, 74: en mayo, 335: en junio, 346, en julio, 404; en agosto, 280; y 378 en septiembre. Cuando se iniciaron los lunes y los jueves, subió en octubre a 801 personas, en noviembre a 1.044, y en diciembre llevamos 936 personas. -¿Y cómo hace para sostener ese trabajo? -Gracias a Dios, tenemos las personas que cocinan con mucho cariño y con mucho afecto, y también personas que nos donan. Hay personas que son de frigoríficos, otras personas que disponen material, hay otra gente que también nos da un poco de dinero, y se va compartiendo todo. No nos deja el Señor faltar nada, absolutamente, y la buena voluntad de toda la comunidad, que también nos asiste, ayuda, acompaña, bendice todo lo que estamos haciendo. -¿Encontró que creció la pobreza en Paraná a su vuelta? -Sí, sí, sí, mucho más que antes, que cuando yo podía venir una vez al año, dos veces al año a veces. Ahora encuentro mucha más pobreza. La gente viene a buscar su vianda, y por distintos motivos: porque perdieron el trabajo, porque perdieron la casa. Aquí vienen chicos y grandes. A todos se les pide que traigan un tupper para llevar la vianda, una botella vacía, y se les da un litro aproximadamente de jugo, lo que piden ellos, y también se les da el pan. En algunos casos hemos podido obtener algo de postre, también el postre para los chicos o para toda la familia, cuando se puede. -¿Esa asistencia es para la comunidad de San Roque o vienen de otros puntos de la ciudad? -Vienen de todos lados. Eso lo sabemos porque anotamos al as personas que recibimos. Se les da las viandas que piden. Ellos vienen con una bolsita, y se les agradece también que hayan venido. La gente se va muy contenta. El menú es bastante variado, muchas veces hay carne, a veces hay pastas, a veces hay también comida fría. Acá es tratada como se merece ciertamente. -¿La gente le pide la posibilidad de ampliar el comedor a más días en la semana? -Bueno, estamos tratando de analizar si para el año que viene se puede hacer tres días a la semana. Lo que pasa es que eso depende de conseguir el equipo que cocine, que atienda, porque no es solamente cocinar, hay gente que viene a cocinar, hay gente que viene a llevar la vianda a cada persona que está esperando afuera. Lamentablemente, no tenemos un lugar donde alojar cuando hay lluvia, cuando hay frío, pero bueno, de alguna manera nos arreglamos como podemos también. Generalmente se sirve a las siete y media de la tarde la comida, pero ya la gente a las tres y media de la tarde está haciendo cola acá. Pero no es necesario que vengan con anticipación. Se les sirve a todos. Si uno viene a las ocho de la noche, y por gracia de Dios hay todavía comida, se le sirve. Y si no se prepara, se le da a todas las personas que vienen, ninguno se rechaza. -¿Qué hizo en Roma usted? -Yo en Roma fui destinado para dar clases allá en la universidad. Tengo una buena preparación. Me destinaron en 2002 y me quedé hasta 2019. Fui para enseñar, pero por motivos que desconozco nunca me permitieron enseñar. Entonces, allá lo que hice fue trabajar en la parroquia, trabajar también como guía de las catacumbas de San Calixto, que son cementerios de los primeros siglos de la Iglesia, ahí estuve seis años, después también trabajé seis años en los Archivos Secretos Vaticanos. Llegué a Roma con siete títulos y allá hice dos doctorados: uno en Teología y otro en Historia de la Iglesia. Tengo 13 títulos en total. Y estoy haciendo dos carreras más en Uader: profesorado y traductorado de italiano. -¿En la parroquia también dan clases de italiano? -Así es. Comenzaron 60 alumnos, pero después fue disminuyendo el grupo, y al final quedamos muchos menos, pero siempre hay gente que se renueva, que quiere volver, que quiere inscribirse. -¿Cómo ve la situación social? -Está complicada. Naturalmente todos sufrimos las consecuencias. Siempre digo que hay que tener paciencia, seguir adelante con esperanza, que en algún momento esperamos estar un poco mejor también. El comedor busca que la gente se sienta cómoda, se sienta alegre por lo poco que uno le puede ofrecer.
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