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» Rafaela Noticias
Fecha: 23/12/2024 20:50
Aseguran que la industria argentina tiene un buen nivel de productividad, más allá de los condicionantes externos. En un artículo publicado en el diario Clarín, Diego Coatz, director ejecutivo de la Unión Industrial Argentina (UIA) explica que “a lo largo de su historia, la industria argentina ha demostrado una notable capacidad de adaptación frente a la volatilidad económica. Sin embargo, el desafío actual excede la resiliencia y exige transformar esa capacidad de adaptación en una agenda que despliegue todo el potencial productivo del sector. En un contexto global que posiciona a la industria en el centro de la escena, será clave poner en valor la productividad de las empresas argentinas al mismo tiempo que se supere un doble dilema: el costo argentino y su impacto en la competitividad del país”. Así, según Coatz, “para discutir cualquier política pública, primero hay que ponerse de acuerdo en el diagnóstico: la industria argentina tiene un buen nivel de productividad, más allá de los condicionantes externos. Innovación, tecnología aplicada, formación de talento y economía circular son pilares que hoy sostienen el lugar privilegiado del entramado industrial argentino en la región. A pesar de la volatilidad macroeconómica, el país posee el tercer cordón industrial más importante de América Latina, superado sólo por Brasil y México, países a los que superamos en términos de productividad media. El segundo aspecto del diagnóstico es situacional: el entorno en el que operan esas fábricas -el costo argentino- es un obstáculo más difícil de sortear. La baja competitividad sistémica de la economía argentina acorrala a la productividad desde varios flancos. Uno de ellos es el macroeconómico: de los últimos doce años, Argentina atravesó seis en recesión con una inflación promedio del 50% y cinco devaluaciones abruptas -más de 10% en un solo día-. Con una macro que genera este tipo de incertidumbres, planificar a dos o tres años vista la producción e invertir en una estrategia exportadora conforma una entelequia. El funcionamiento del sistema financiero es otro de los cuellos de botella de la competitividad. En Argentina, el crédito al sector privado es apenas el 6% del PBI, lo que coloca al país en el puesto 190 a nivel global. Existe crédito en las empresas, entre los proveedores y los clientes; pero no hay crédito con el sistema financiero y con el mercado de capitales. Y eso no es otra cosa que incremento de costos y un handicap de competitividad frente a los competidores globales que sí acceden a financiamiento. El primer escalón sería tender a los países que tienen como piso un 50% de crédito de PBI, para luego avanzar hacia el 100% que tienen como parámetro los países desarrollados. A esto se suma la presión tributaria, que representa el 30% del PBI y lidera el ranking en América Latina. Supera a algunos países de la OCDE que, como contrapartida, tienen muy buenos servicios de infraestructura y conectividad. Pero el problema no es sólo el nivel de los impuestos, sino su diseño: las empresas formales soportan una carga desproporcionada, que alcanza el 52%, frente a la economía informal. Esto incluye alícuotas corporativas del 35%, acumulación de saldos fiscales y un sistema tributario que, en un contexto inflacionario, actúa como un financista involuntario del Estado. Todo esto se suma a la presión de productos importados que tienen otras reglas de juego en términos fiscales y a la competencia desleal interna de la informalidad. La logística y la infraestructura son otros puntos críticos de la competitividad. Argentina transporta solamente el 5% de su carga por ferrocarril, un porcentaje muy por detrás del 30% de Estados Unidos -un país análogo al nuestro en grandes extensiones -. Esto no sólo encarece los productos, sino que también limita el acceso a mercados más lejanos. Transportar un producto olivícola desde Cuyo hacia Buenos Aires puede llegar a representar casi un 12% de la producción. El subsidio que la Unión Europea le da al productor olivícola español es equivalente a lo que el productor argentino pierde por los pasivos de nuestra logística. En el ámbito energético, la competitividad encuentra límites concretos en términos de precios. El costo promedio del megavatio hora (MWh) en Argentina ronda los US$100, mientras que el litro de diesel está hoy en US$1,2. Argentina tiene en Vaca Muerta una oportunidad para convertir la energía en un vector de competitividad. Con un abordaje que equilibre el perfil exportador y el fortalecimiento de las cadenas de valor, los costos del gas y la electricidad podrían reducirse a niveles comparables con los de Estados Unidos; pasando de los actuales US$100 por MWh a US$50”. En este contexto, precisa el analista, “competimos fronteras adentro y fronteras afuera con las reglas de otros países que están haciendo con mayor intensidad política industrial. Por eso resulta clave tener una mirada estratégica sobre nuestras cadenas de valor industriales. La industria argentina es un nexo entre el agro, la energía, el sector minero y los servicios basados en el conocimiento, agrega valor e integra todas las regiones del país: un empleo industrial crea dos empleos en otros sectores. Con una particularidad adicional, los salarios industriales formales están un 35% por encima del promedio de la economía privada formal (y más de 50% si se toman todos los empleos). Si no existieran esos empleos, se requerían cuatro cuentapropistas para alcanzar la capacidad de consumo derivada de los trabajadores industriales. En términos de aporte a la recaudación, la industria es un gran dinamizador de recursos. Casi 40% de la recaudación del Impuesto a las Ganancias proviene del sector. Por lo tanto, más producción, más actividad industrial y más desarrollo productivo significa más equilibrio fiscal y más sustentabilidad de largo plazo. La convergencia de todos estos factores se da en el territorio de la transformación de la resiliencia en desarrollo productivo. Eso tiene como primer requisito pragmatismo, timing y secuencialidad. Pragmatismo para entender qué está pasando en el mundo -qué hacen nuestros competidores, cómo invierten en innovación y de qué manera defienden sus mercados de la competencia desleal-, secuencialidad para elegir las medidas correctas que pongan en valor esa inserción productiva en el mundo y timing para desplegar la estrategia integral. Como segundo requisito, una premisa: la macroeconomía es condición necesaria, pero no suficiente. El desafío es que esa macroeconomía consolide los equilibrios indispensables con crecimiento y con una clara decisión para impulsar el dinamismo de la estructura productiva. En tercer lugar, avanzar en una agenda micro y de competitividad que entienda las realidades sectoriales. El objetivo es constituir un blend perfecto entre la macro y micro que entienda las cadenas productivas. Desarrollar los recursos naturales es vital y estratégico para el país (energía, minería, foresto industrial, entre otras). Para integrar un país que va camino a tener 50 millones de habitantes, necesitamos industria y conocimiento argentino aplicado a esos recursos. El desafío es enorme, pero realizable. Con pragmatismo, planificación y un enfoque estratégico e integral”. Prensa CCIRR
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