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  • La culpa la tuvo el otro

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 22/12/2024 11:44

    En la Argentina. En el slang del idioma nuestro, el cotidiano, el de entrecasa, todo acontecimiento, todo hecho alguno que “camine” la calle, se gana rápidamente el consenso popular. Y es usado en son de cargada, con una agudeza que la viveza criolla pone a flor de labio, imponiéndose como dicho cotidiano, chanza, constituido en reproche, en crítica, en descrédito y a la vez en condena pública. Es su forma creativa de despotricar, masticar el indigerible mundo nuestro, exponiéndolo para escarnio. Por ejemplo, “La culpa la tuvo el otro”, fue una película argentina estrenada en el año 1950, producida por la empresa “Interamericana”, con la dirección de Lucas Demare, y la actuación descollante de Luis Sandrini, Alita Román, Eduardo Sandrini, Malisa Zini y Patricia Castell. Sobre libro de Carlos Llopis, titulado originalmente como “Con la vida del otro”, guionada por el propio Demare. Refiere el asesinato de un odiado actor que debe ser reemplazado por su doble cinematográfico, por sugerencia de la Policía, para desconcertar a su asesino y entregarlo a la ley. Una mezcla entre comedia y drama mientras la búsqueda se desarrolla sin pausa. Es una forma injusta de culpar al otro de nuestros propios errores. Mucho tiempo lo usamos como chascarrillo, para cualquier cosa que aduce la culpabilidad del otro, como generalmente es costumbre que el otro “pague el pato.” Es una forma injusta de culpar transfiriéndole al otro la autoría de nuestros propios errores. Estas peleas que le hacen tan mal a los acontecimientos de Estado, entre Presidente y Vice-Presidenta, casi-casi como alusión a las peleas de palacio entre Cristina y Fernández, torna endeble todo propósito y nuestro carreteo como país no tiene totalmente el viento favorable para levantar vuelo de una vez por todas. Para poder lograr la del país que siempre quisimos ser, pero que nuestro compromiso endeble se descarrila próximo llegar a la vieja estación, que espera y espera. Hay un descrédito político de poder que cada vez se hace más notorio, en esta descalificación constante y subiendo de volumen y descreimiento, casi-casi como una vulgar pelea callejera. La trama de la película ha sido novedosa, pero la crítica en su momento la descalificó, justificándola como torre de lanzamiento, de un Sandrini más evolucionado en la búsqueda de algo mayor, donde aparezca el gran actor diferente a la sencillez primaria de sus personajes iniciales. Mejor construido. Es decir, hasta para el propio cine argentino lejos de ser una admiración, constituyó solamente intenciones, como diciendo no es para tanto. Crítica que el esfuerzo realmente no se lo merecía, habida cuenta el calificado elenco y todas las fuerzas necesarias por descollar. Otra cosa, pues espero del periodismo algo más serio, que sea constructivo, es la constante persecución a la vida amatoria del Presidente; lo cual no me parece una virtud por erradicar la inflación, terminar con los pobres que siguen haciendo ayuno, acompañar a los jubilados, preservar la accesibilidad normal de los remedios, contrarrestar los montos demenciales de las facturas de servicios. Pues no me interesa, ni hace a la cuestión; la manipulación de amores denota un mal intencionado juego de la chismosa del barrio, que debe concernir únicamente a él; no suma, solamente resta. En este aspecto, también la jerga popular posee letra para refrendar la crítica: “Hoy un juramento. Mañana una traición. Amores de estudiantes, flores de un día son.” De la memorable poesía de Lepera para el vals compuesto con Gardel y estrenado en el año 1934, “Amores de estudiantes.” Esto me recuerda que no solo el amor registra y compara las promesas de los enamorados, también la política los pone en la mesa para la condena pública; lo dicho o prometido, y lo no cumplido, o cumplido a medias. Nos fijamos siempre en el otro, pero nos olvidamos también de nosotros de cumplir nuestros deberes, ya que no somos simples fiscales sino ciudadanos que nos debemos al país con algo más serio, ordenado y educado. En toda sociedad como la nuestra, siempre la culpa la tiene el otro. No nos decimos, qué le ofreceremos hoy al país. Como cuando el Presidente Jhon Fitzgerald Kennedy, le preguntó al pueblo, qué tenía para regalarle a su país. Una respuesta que debemos formularnos permanentemente, en silencio, pero con la altivez y el orgullo del objetivo. Como el sermón de la montaña, convencidos y en silencio, que nuestra fe y honestidad transformará la esperanza, para poder lograr la del país que siempre quisimos ser pero que nuestro compromiso endeble se descarrila próximo a llegar a la vieja estación, que espera y espera.

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