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Parana » Ahora
Fecha: 27/11/2024 08:40
Bajo la glicina Quizás apoyar la cabeza entre los huesos del pecho sea parecido a tener la vida por delante sentir las cuentas de un collar sobre la frente las bolitas alisando los años y las montañas el desgaste preciso de la piedra para que no raspe. La glicina ahora está encima y cuelga entre nosotras mientras niños corren por las diagonales de la plaza. En esta pérgola una paloma estira el cogote como si fuese un pollo al que están por degollar para cenar. De chica escuché cómo se revoleaba a las gallinas contra el aire. El punto del corte en la gárgara. El sonido del cuchillo contra la tabla de madera alisada entre tajos. El aleteo final de cualquier pájaro quiebra el sonido del tiempo. La cresta derrumbada sobre el propio pecho aún tibio sigue cayendo con los años. Intuí esos movimientos por la narración apresurada que me dejaría quieta -en la imaginación de los grandes a las niñas se las asusta para salvarlas- Bajo la glicina viene el perfume de los cuartos finales de un jardín. Como en el poema de Viel que nombra las violetas, el hombre tumbado contra la tierra y la humedad como el sudor de Dios. Un aliento que no viene de ningún humano hace creer que cualquier pedacito de tierra que deje nacer flores es bueno. Miro los racimos lilas de las glicinas que cuelgan como campanas. El viento las balancea igual a otras hamacas sobre nuestras molleras duras. Las palabras retumban dentro de un tubo plástico desde donde asoman las piernas. Un nacimiento de mentiras por cada chico que se tira con la velocidad de su peso por el tobogán amarillo. Las palabras tienen temperatura, ¿sabías? Algunas cosas se combinan y logran el juego de la aerodinámica y la aerostática los vellos se electrizan con el sonido. El pelo se abre como una medusa. Si estuviéramos bajo el agua, las palabras serían esos peces que comen la piel muerta de los talones. Piel de gallina, digo y no escuchás porque los loros aletean bajo el álamo. Hace tiempo hablo sola dentro de este tamborcito sujeto a unas cadenas. Las niñas doman cada juego como a un potro. Antes usaba mis piernas igual que a pinzas. Sostenía con los pies controles remotos, cambiaba de canal moviendo los dedos. Mamá me retaba, decía “ni que te faltaran partes del cuerpo” Ahora nos amputamos como a margaritas quitamos pétalos no mencionamos los eslabones solo escuchamos como se arrastran las cadenas. Condenadas. Bienaventuradas. El perfume de la glicina trae galerías suspendidas en el futuro. Despertamos del silencio mientras jugamos a levantar acantilados.
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