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  • El entusiasta, descomedido y extravagante Werner Herzog

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 24/11/2024 15:17

    Un melómano irlandés apasionado por la ópera que procura hacer una representación en medio de la selva amazónica (Brian Fitzgerald “Fitzcarraldo”) y para ello hace subir por indígenas un ruinoso barco por una montaña para pasar de un río a un afluente del Amazonas. El soldado español (Lope de Aguirre) rebelde a la corona española que también, se adentra en la selva amazónica buscando El Dorado. El mentalista y prestidigitador austríaco Erich Hanussen (en realidad Harschel Steinschneider), embustero y aprovechador, que escudado en su faceta de hipnotizador, ocultista y astrólogo en la época de la República de Weimar y en los comienzos del nazismo, cautivó a Hitler con su Palacio del Ocultismo. El traficante de esclavos brasileño Da Silva (Cobra verde), personaje creado a partir de Francisco Félix de Sousa, cuya vida es relatada en la novela “El virrey de Ouidah” de Bruce Chatwin, que, luego de tropelías en Brasil, se establece en África a fin de operar el comercio de esclavos hacia América. La sorprendente transformación de Kaspar Hauser, joven alemán de Nüremberg que había pasado la mayor parte de su vida encerrado en un sótano, ignorándose su origen y considerado un niño salvaje. Una vez integrado a la vida social, aprendió a tocar el piano y a desenvolverse normalmente. Su inocencia y evolución, además de las conjeturas sobre su origen, no fue admitida por la sociedad burguesa que lo terminó asesinando. Todas estos personajes tienen la particularidad de ser los protagonistas de películas de Werner Herzog. Este director ha configurado su prestigiosa carrera cinematográfica en derredor de megalómanos, rebeldes, desafiantes y en parte extravagantes (algunos de ellos referidos a historias reales) que se enfrentan a una sociedad que, intransigentemente, no los contiene, ni valora ni reconoce. Werner Herzog es un director alemán, nacido en Munich el 5 de septiembre de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Su nombre, según cuenta en su autobiografía, “Cada uno por su lado y Dios contra todos” (que es el nombre original –en alemán- de “El enigma de Kaspar Hauser”, “fue un acto de rebeldía contra mi padre, que había elegido para mí, el nombre de Eberhard”, por parte de su madre, porque si bien se encontraba en el frente de Francia, lo había engendrado en un permiso de Año Nuevo, cuando, en realidad visitaba también a su amante. Por la separación de sus padres, Werner junto a su madre y su hermano Tilberg se establecen en Sachrang, un pequeño poblado en las montañas de Baviera, donde vivirá su infancia y parte de su juventud, hasta cuando trece años más tarde volvieran a establecerse en Munich. En realidad, en una pequeña pieza de la misma pensión donde habían residido y en donde también vivía Klaus Kinski, con quien luego realizaría cinco películas y tendría la relación director-actor más maniática, colérica, intratable y violenta de las que se haya conocido. Klaus Kinski ha sido el ser “errático y delirante” según afirmaciones de Herzog que protagonizó algunas de las películas de ficción más emblemáticas de su cine. Numerosas anécdotas relata el director en su libro mostrando que más allá del genio interpretativo de Kinski, la ira y furia descontrolada y la no sujeción a las conductas sociales eran elementos constitutivos de una relación con características ríspidas que incluso llegó a enfrentamiento físico que Herzog explicitó en el documental “Mi enemigo íntimo” (1979). Con Kinski filmó “Aguirre, la ira de Dios” (1972), “Woyzeck” (1979), “Nosferatu” (1979), “Fitzcarraldo” (1982) y “Cobra Verde” (1988). Herzog en su libro nos presenta su costado más íntimo y sincero. Desde la miseria a la que se vio sometido después de la finalización de la guerra, donde junto a su hermano comprendieron que, no obstante, los antepasados burgueses de la familia de su madre, eran pobres y “comíamos ensaladas de diente de león, y mi madre hacía jarabe de llantén y brotes de abeto frescos”. Cuenta también que sus padres habían tenido inicial simpatía por el nacionalsocialismo. Su madre “se dio cuenta que conduciría inevitablemente al desastre” al momento de su nacimiento y el nazismo de su padre “tenía sus raíces en su entusiasmo por las fraternidades estudiantiles, que llevaban promoviendo la creación de un Reich nacional alemán desde principios del siglo XIX”. De igual forma reconoce que “poco después de la guerra, llegaron, mediante el plan Marshall, los primeros paquetes CARE que nos ayudaron a salir de la miseria. Siempre estaré agradecido a Estados Unidos por ello”. Los paquetes CARE, a que hace referencia Herzog, eran paquetes de comida creados por un consorcio de veintidós organizaciones benéficas estadounidenses que, organizadas por el Gobierno de los Estados Unidos, recababan donaciones, en su mayoría, personales de diez dólares y con ello conformar ese paquete de alimentos que desde 1946 se entregó en países de Europa. En su juventud, Herzog se sintió convocado y conmovido por el catolicismo. Su familia no comulgaba con la religión, más en realidad eran ateos. Se bautizó a los catorce años, sus amigos y miembros de su familia, consideraban que su decisión de optar por la religión católica era una manifestación de rebeldía ante la marcada ausencia de su padre, hecho que Herzog siempre lo negó. Si bien la intensidad por la religiosidad duró muy pocos años, renunciando oficialmente a la iglesia, su determinación inicial provocó su alejamiento temporario de su familia y deambuló por ciudades y regiones de Europa. Muchos de esos traslados los hizo a pie. Fue caminando desde Munich hasta Albania en una ocasión y a Grecia, en otra. Herzog mantuvo permanentemente a lo largo de los años la costumbre del senderismo, de forma tal que manifiesta “mis películas han sido películas a pie, y no solo en sentido metafórico. El senderismo (…) contribuyó a darme la visión del mundo que se percibe en todas mis obras, por muy diferente que sean las temáticas que me han fascinado”. Herzog en su libro también refiere a sus películas y la forma en que se involucró con cada uno de sus personajes. Como forjó cada uno de los, en parte, irracionales rodajes sometiendo a sus elencos a sacrificios físicos y anímicos infrecuentes. Sus filmaciones aventuradas y accidentadas; los desafíos a la naturaleza misma y a sus colaboradores y sus originalidades provocadoras. Por otra parte, su predilección por la naturaleza. En particular los paisajes exóticos y extraños. Además de ser el marco donde se desarrollan algunas de sus ficciones, se acerca a distintas geografías para rodar documentales muy cuidados y estéticamente bellos. Puede considerarse que el paisaje es un personaje fundamental en sus films y lo involucra en la trama de los mismos. Así realizó con arcano sigilo en 2010 “La cueva de los sueños olvidados”. Consiguió un permiso especial para filmar en la cueva de Chauvet, en el departamento de Ardèche, en la región de Auvernia-Ródano-Alpes, que había sido descubierta accidentalmente en 1994 y conservaba cientos de dibujos y pinturas de más de 30.000 años de antigüedad. Al momento de Herzog interesarse por realizar el documental sobre la cueva de Chauvet, había varios directores, sobre todo franceses, con proyectos similares. El entonces Ministro de Cultura de Francia en el gobierno de Nicolás Sarkozy, Frédéric Miterrand, sobrino del que fuera presidente de Francia, que había dirigido más de 15 films, se mostró entusiasmado porque Herzog sea el director de la película. Por lo tanto, fue quien termino autorizando el permiso para la filmación. En 2007 filmó en la Antártida, “Encuentros en el fin del mundo”, sobre la gente que trabaja en esas latitudes. En 1991 había realizado “Grito de piedra”, una película dramática sobre una expedición en el Cerro Torre una elevación de 3.133 metros ubicada en el borde oriental del campo de hielo Patagónico Sur en la frontera entre Argentina y Chile, ubicado cerca de El Chaltén. La historia está inspirada en el ascenso a esa cumbre de Reinhold Messner. Incluye referencia al ascenso de los alpinistas Cesare Maestri y Toni Egger, en 1959 a la misma montaña y donde perdió la vida Egger. Respecto a la complejidad de alcanzar la cima del Cerro Torre, Herzog cuenta en su autobiografía que el Cerro Torre “parece una aguja de granito de tres kilómetros de altura coronada por un hongo de hielo y nieve compactada. Muy pocos alpinistas la han coronado, solo la flor y la nata. En un solo fin de semana llegan a la cumbre del Everest el doble de alpinistas de los que han alcanzado la cima del Cerro Torre en toda la historia. A las lisas e imponentes paredes se suman las inimaginables tormentas que azotan el sur de la Patagonia.” Con Messner había rodado en 1984 “Gasherbrum – La montaña luminosa”, la ascensión de éste a dos cimas de la cordillera Karalorum (la que junto con el Himalaya es una de las grandes cordilleras de Asia en la frontera entre Pakistan, India y China). Messner tenía la intención de escalar el Gasherbrum I por una vía y descender por otra y luego hacer lo mismo con el Gasherbrum II, con el propósito de cumplir con esos objetivos en el término de siete días, de modo ininterrumpido, sin oxígeno, sin sofisticados equipos y sin descender al campamento base. Para Herzog, en el cine es esencial encontrar las imágenes, tanto en documental como en ficción. Dice “de hecho, esto no es un problema del cine, sino que es un problema de la propia civilización, que en este momento carece de imágenes adecuadas para explicarse. En esas circunstancias, el cineasta debe partir en una misión: conseguir las imágenes precisas”. A propósito de sus propuestas, crea el término de verdad exática, en un intento de apartarse del cinema vérite, al que lo vincula con similar a lo que muestran las cámaras de seguridad, En cambio, con la verdad exática se refiere a lo que ocurre en el interior de las personas, solo así se puede hablar de una verdad auténtica. Y lo puntualiza tanto para la ficción como para el documental. Werner Herzog conjuntamente con Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders, Margarette von Trotta y Volker Schlöndorff, constituyeron al final de la década del ´70 el Nuevo Cine Alemán, aunque Herzog no se reconoce integrante de esa corriente. Agradece a Edgar Reitz y Alexander Kluge como sus maestros. Francois Truffaut afirmó que Herzog “es el cineasta vivo más importante” y su labor ha sido frecuentemente reconocida por la crítica. Obtuvo, entre otros, el Gran Premio del Jurado y el Premio del Jurado Ecuménico de Cannes en 1975 por “El enigma de Kaspar Hauser” y en el mismo Festival en 1982 el Premio al Mejor Director por “Fitzcarraldo”

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