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» El litoral Corrientes
Fecha: 24/11/2024 14:35
Una tarde me dirigía a mi estudio desde mi casa cuando me crucé con Tito, amigo de años con quien nos pusimos a charlar en la esquina de Salta y Quintana, frente al Museo de las Artesanías. De pronto un automóvil por la calle Quintana estacionó, bajó un funcionario que trabaja en el Ministerio de Seguridad, anteriormente de Gobierno, antigua casa Cabral, no tengo los registros a mano, pero así la conocemos. El sujeto, hombre de mediana edad, se agregó a la conversación por su amistad con Tito, comenzó diciendo: -No me van a creer, por supuesto no me van a creer. A lo que mi compañero de conversación contestó: -de qué estás hablando, por qué no te vamos a creer, largá el rollo. El hombre incómodo e inseguro expresó: -van a decir que estoy loco, pero juro por Dios que me ocurrió. Curioso como soy, le infundí confianza: Te escuchamos, no te preocupes, más cosas hay en el mundo de las que conocemos, son más las que desconocemos. Parece ser que le infundió tranquilidad y empezó a relatarnos. Alentado por nosotros inició su narración: -estaba sentado yo en mi despacho, cuya ventana da sobre Quintana, que vos conoces Tito porque allí también trabajaste. Tranquilo y arreglando mis papeles, de pronto un hombre pasó a su lado, vestido raro dirigiéndose presuntamente al baño, como no le presté atención porque es un sanitario compartido con otras oficinas, llamé a mi secretaria, pero ésta se había marchado. Salí al patio a mirar si había alguien, esperando que se desocupe el baño. Pasaba el tiempo, así que temiendo que le hubiera ocurrido algo, llamé al guardia desde la puerta el que presuroso corrió a atenderme. ¿Qué necesita doctor? inquirió el policía. Contesté: -recién entró alguien al sanitario, no le presté mucha atención, sólo que tenía ropas raras. El agente lo miró extrañado, respondiendo: -doctor, usted es el único que queda en el Ministerio, ya se fueron todos. Ante tal respuesta le pedí que me acompañara hasta el sanitario para verificar si había o no alguien. Abrí la puerta y no había nadie, el miedo fue apoderándose de mí, subía lentamente como una escalera desde mis piernas hacía arriba. El hombre entró, yo lo vi, no salió. Tito que es de muy buen humor le amonestó: -te equivocaste, o habrá sido una sombra. No, respondió el sujeto: -yo lo vi y no salió te juro. Bastante nervioso continúo expresando: -no es la primera vez. La otra noche me vino a buscar fulano de tal con su coche, iríamos a un asado, le pedí que me esperara diez minutos, a lo que accedió. Ingresé al baño, estando en él comenzaron a golpear la puerta de manera desaforada, a lo que respondí: -deja de molestar, ya voy. Los golpes continuaron más insistentes. Me levanté y abrí de golpe la puerta. No había nadie, llamé a mi secretaria y me dijo que estaba en su casa, ante la situación pensé que mi amigo me gastaba una broma, lo llamé por teléfono. Me aclaró que estaba afuera con el auto encendido por el frío reinante, que no se movió de allí. Tito y yo mirábamos al sujeto que realmente estaba nervioso, a alguien tenía que contarle sus aventuras paranormales. Al día siguiente llamó a su secretaria y le relató sus extrañas experiencias. Ella lo observó con condescendencia, narrándole: -a usted doctor sólo lo asustaron, a mí, en el corredor me pegó un golpe en el hombro, creí que era uno de los amigos, me di vuelta y no había nadie, solo la oscuridad más el sepulcral silencio, quedé aterrada observando una sombra que se metía en la pared, no pude contener mis esfínteres, me hice pis encima doctor, que vergüenza, no quise contarle porque usted pensaría que estaba loca. Ante la situación generada de extraños sucesos en la inmensa casona llamó al guardia para preguntarle si había notado algo extraño. El pobre hombre compungido le contestó: -casualmente le iba hablar de eso, cuando me quedéadentro de su despacho escuché que llovía torrencialmente en el patio, además de gritos de peleas e insultos en castellano y guaraní. Ante ello salí inmediatamente… no había nadie, pero una extraña sombra se escurrió por un despacho que limita con la legislatura. Así que le notifico ahora doctor, discúlpeme, pedí mi pase, no me quedo nunca más en este lugar-, diciendo esto dio por concluida la conversación. Despertó la curiosidad del funcionario, averiguando sigilosamente entre los otros empleados si habían observado algo anormal en el viejo caserón. Otra secretaria más tarde se presentó a hablar con él, le narró que en el árbol del fondo veía una figura humana, cuando se acercaron con una compañera de trabajo la figura se diluyó en la nada. -Usted debe saber que nunca vamos a los sanitarios solos, acompañados nos damos ánimo ante la figura misteriosa que nos observa-, agregó luego la mujer con la expresión de un miedo real, que suelen observar a sombras desconocidas desaparecer por la pared límite a la Legislatura. El funcionario quedó alelado, narrando que después de un tiempo supieron que la casa tenía conexión con el edificio del recinto legislativo. Una antigua escalera de mármol de carrara, de tiempos añosos, se conectaba con el antiguo cementerio de la ciudad donde se asienta el edificio del poder Legislativo. Son varias personas las que experimentaron este tipo de encuentros. Tito miraba a su amigo y a mí con cara de signo de preguntas, expresando que no creía en eso, pero luego admitió que una noche en el baño de su despacho le golpearon la puerta, tal como le ocurrió al sujeto que estaba con nosotros. Casas antiguas dicen, albergan antiguos espíritus que no pudieron cruzar al portal a que estaban destinados.
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