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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/11/2024 22:29
Ricardo Aguerrido Ricardo Aguerrido recuerda julio de 2021 como el mes en el que ocurrió el quiebre más trascendental de su vida. Hasta ese momento, era un reconocido empresario de Mar del Plata y dueño del famoso restaurante Pietro, donde comían las personalidades más destacadas del país. Tenía una economía estable, una familia numerosa y “muchos amigos”, según sus propias palabras. Ahora no tiene más de cuatro: la mayoría le soltó la mano cuando lo detuvieron acusado de haber matado a uno de sus amigos. La realidad, tal como la conocía, cambió para siempre el día que ingresó a la cárcel de Batán por el homicidio de Ezequiel Guasone, un hombre de su extrema confianza a quien le había vendido el fondo de comercio de su local tras las pérdidas que sufrió con la cuarentena en 2020. Días después de la transacción, su amigo fue encontrado muerto dentro del negocio y él fue el principal sospechoso por las huellas que encontraron en los objetos que antes le pertenecían. “Apenas llegué a la DDI para declarar, me pusieron las esposas y me llevaron directo a un calabozo. Me hicieron una trampa, no sé por qué se ensañaron conmigo”, dice ahora en diálogo con Infobae, y admite que aún no encuentra explicación a lo que ocurrió. El penal de Batán por dentro Durante los últimos tres años el empresario estuvo privado de su libertad por una falsa acusación sin pruebas. Así lo aseguran tanto él como su abogado, Matías Morla, y la propia Justicia, que en mayo de 2024 lo dejó libre en un juicio en el que se confirmó que no había participado del crimen. Por este motivo, le pedirán un resarcimiento económico al Estado por los daños sufridos en este tiempo. Sin embargo, aunque la sentencia que lo declaró inocente quedó firme, en el pueblo marplatense ya lo condenaron socialmente como un asesino. Y debido al hostigamiento incesante, volver a rehacer su vida a los 59 años en su ciudad natal dejó de ser una posibilidad. Aguerrido, que tenía un buen pasar económico y era el sustento de su familia (tiene tres hijos jóvenes a los que mantenía), ahora vive de la jubilación de su madre. Se quedó sin ahorros para asegurarse su protección durante su estadía en la cárcel de Batán, una de las prisiones más importantes de Buenos Aires, donde alojan a delincuentes con peligrosos prontuarios. Sus días en la cárcel de Batán “Si alguien me pregunta lo que es el infierno, se lo puedo describir porque yo vivía ahí adentro”, describió el empresario a este medio su paso por la prisión marplatense, de la que no lograba salir a pesar de la fuerza que hacía por las vías legales para demostrar su inocencia. El día que ocurrió el crimen de su amigo, el ex dueño del restaurante Pietro estaba con su pareja en un hotel. “Salí, entré, fui a hacer compras en ese día. Yo no estuve ahí. Hay cámaras, hay pruebas que lo demuestran, pero nunca las quisieron ver”, dijo quien asegura que le insistió a la fiscal en darle todo el material que probaba que él no había sido el asesino, aunque sus pedidos siempre fueron desestimados. En su primer día en el pabellón de homicidas, los detenidos ya se habían enterado de quién era él y comenzaron a amenazarlo para que les diera dinero y comida. Era utilizar todo su dinero en garantizar su supervivencia o la otra opción: ser asesinado. Aguerrido en el penal de Batán Al día siguiente de su ingreso ya sufrió el primer ataque: “Hacía frío, yo estaba con un camisón puesto. Estaba en mi celda, con mi compañero. Yo estaba friendo unas cebollas para comer algo. En un momento, mi compañero me clavó un tenedor en la yugular y yo me defendí tirándole el aceite encima”, relató sobre uno de los episodios más agresivos que vivió. En otra ocasión, también fue golpeado por un grupo de prisioneros. Ante la inseguridad que vivía ahí dentro, Aguerrido recibió a un amigo de uno de sus hijos que lo fue a visitar a la cárcel y le dio instrucciones acerca de cómo actuar para sobrevivir. “Me dio algo así como una clase tumbera, por decir de una manera, Me dijo cómo tenía que ser, cómo me tenía que cuidar, cómo me tenía que manejar”, contó. También lo cambiaron de pabellón, le modificaron el aspecto físico para que los otros prisioneros no lo reconocieran y le cambiaron el nombre. “Me cortaron el pelo, me sacaron los bigotes y me puse el apellido de mi mamá. Me cambié el nombre a Walter Corgnali”, reveló. El ingrso a la cárcel de Batán Para resguardarlo, además, lo llevaron a otra celda y lo alojaron en el sector de los acusados de violación. “Fue terrible, porque ahí tenía algo más de seguridad, pero vivir ahí con los violadores… fue un infierno”, aseveró. Tras nueve meses en la cárcel de Batán, y habiéndose gastado su dinero en sobrevivir dentro de la cárcel, Aguerrido logró obtener prisión domiciliaria. Estuvo con tobillera electrónica hasta principios de este 2024, cuando inició el juicio que lo declaró inocente. No obstante, la situación no fue mejor. “Pasaban a tocarme el timbre más de tres veces por día, a la madrugada, a la noche, a cualquier hora. Estaban ensañados conmigo. Hasta mintieron con que me sacaba la tobillera o que no tenía señal y era mentira”, recordó sin poder contener las lágrimas al hacer un repaso por sus últimos años. El crimen que sigue impune Sus tres años de infierno terminaron con el juicio de mayo, cuando finalmente se comprobó su inocencia. Aguerrido sospecha que fue la ex mujer de su amigo quien le tendió una trampa para quedarse con la plata que él tenía. Tanto ella como sus hijos están desde hace tiempo en Estados Unidos, donde se instalaron después de la muerte de Guasone. Los motivos por los cuales lo eligieron a él como chivo expiatorio aún son un misterio. El abogado del empresario, Matías Morla, dijo al respecto: “Este caso es la prueba más certera de que la Justicia se equivoca. Pero también será la confirmación de que es la misma Justicia la que debe corregir el error. A Ricardo le arruinaron la vida y ahora es momento de que vaya por su revancha”. Aguerrido junto a su abogado, Matías Morla El crimen de Guasone, no obstante, sigue impune. “Yo quiero que encuentren al verdadero asesino de mi amigo”, asegura Aguerrido mientras intenta reconstruir su vida, ya en el Gran Buenos Aires, donde vive con uno de sus hijos y de la jubilación de su mamá, al tiempo que busca trabajo para reinsertarse en la vida laboral a sus casi 60 años. Morla, por su parte, aseguró: “Nosotros vamos a hacer una presentación para que se vuelva a investigar y poder dar con el asesino de Guasone. Porque lo primero que hay que tener en cuenta es que hay un asesino en libertad. No será sencillo porque en la primera instancia se cometieron errores en la investigación y hoy, casi cuatro años después, poder encontrar nuevos caminos que nos lleven al autor del hecho no será sencillo”.
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