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Parana » Ahora
Fecha: 19/11/2024 11:08
El niño guarda lunares debajo de las uñas la madre dice, por favor, me vas a lastimar, pero el niño insiste y rasca, como si agujereara tierra o la corteza blanda de un árbol. Todo hijo es arqueólogo, piensa la madre. Escarbará en su piel y huesos, descubrirá lo que se esconde bajo la lengua quitará muestras de las cutículas, perseguirá hormigas analizará los silencios y la música que vive en las cuevas de ese bosque que es la madre. La almohada de plumas bajo sus sueños acabará destripada como una nube empujada en la tormenta. Si esos lunares que el niño arranca fueran estrellas, sería dueño de constelaciones, construiría un espacio nuevo, refundaría los modos de mirar el cielo, podría desplegar esa piel y alfombrar un río hecho de polvo. El niño mira dentro de los ojos de su madre para verse ínfimo, quieto es un punto donde brillan sus pupilas un astronauta en la luna de esa mirada primera que lo ve con el asombro de niña. Sus hoyuelos dejan que la mujer caiga ahí que nade en esa cara blanda que huela los primeros duraznos entre sus encías aún limpias. Madre e hijo despeluzan sus carnes una hembra lame a su cría estira con sus dientes la placenta chorreada en el establo separa el heno de sus restos, sabe tragar lo que han sido, como si enterrara una historia dentro de un cofre y a ese cofre en el seno de la tierra. Todos los animales se nos parecen, dice la madre. Todas las mujeres quieren ser bestias, piensa la yegua. Los cachorros empujan sus patas contra la ingle, vuelven los arcos del cuerpo más profundo. No piensan: huelen, mordisquean, rascan los enjambres de murmullos, quitan la piel muerta de esas cortezas que se les enciman. Nacen de nuevo.
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