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Parana » Uno
Fecha: 18/11/2024 16:54
Más de 40.000 hectáreas de lo que hoy son los departamentos Uruguay y Gualeguaychú, conformaron la primera colonia judía del país: Lucienville Lucienville: Moritz von Hirsch auf Gereuth (Maurice de Hirsch) fue un empresario y filántropo judeo alemán que, junto a su esposa Clara Bischoffsheim, tuvieron un único hijo al que llamaron Lucien. En 1887, el joven de 31 años sufrió una pulmonía que terminó con su vida. Tras la partida de su hijo, el matrimonio decidió que la enorme fortuna que hubiese heredado se destinara a mejorar la vida de las familias judías que debían exiliarse. “He perdido a mi hijo pero no a mi heredero, la Humanidad recibirá mi herencia”, afirmó Maurice según corrió la voz desde aquel entonces. En ese marco, el Barón miró con buenos ojos a la Argentina y emprendió el camino de la corriente inmigratoria judía. Creó la Jewish Colonization Association (JCA) con la que, gracias a la ley que autorizó la compra de tierras argentinas para la creación de pueblos y colonias, en 1892 adquirió 40.063 hectáreas en lo que hoy en día son los departamentos Uruguay y Gualeguaychú. Las parcelas fueron vendidas a familias judías provenientes principalmente de Kherson y Besarabia (lo que ahora es el sur de Ucrania y Moldavia) que escapaban de la discriminación rusa, creando así la primera colonia judía del país. “Mi abuelo fue uno de los primeros pobladores y fundadores. Vivía en una zona de Ucrania sobre el río Bug, donde tenía un pequeño molino de aceite pero fue reclutado para poblar la Argentina”, relató David Blejer, nieto de colonos judíos de Entre Ríos. Lucienville fue poblada con familias expresamente seleccionadas que poseían experiencia en materia de agricultura por provenir del sudoeste del imperio europeo y que se sumaron a las familias italianas ya instaladas en la zona. La comitiva rusa estaba compuesta por cerca de 100 familias que, en un principio, vivieron en un galpón en el que separaban a los hombres de las mujeres con una arpillera, mientras construían los ranchos de adobe. La JCA también les proveyó las herramientas necesarias para trabajar la tierra, y una mensualidad hasta que la producción les permitiera autoabastecerse. Sin embargo, durante los primeros años vividos en la colonia los enfrentaron con numerosas dificultades que minaron su capacidad productiva. Sin mucha comunicación ni los elementos necesarios comienzan un proceso de adaptación del que no tenían alternativa: aprendieron a defenderse de otras poblaciones, a trabajar el suelo entrerriano y a domar bueyes y caballos, lo que les dio el apodo de “gauchos judíos”. Esa situación los impulsó a especializarse en el engorde de ganado y la producción de leche y crema, beneficiados por la calidad de las pasturas y la abundancia de agua. Además, avanzaron en la siembra de trigo, avena, maíz y girasol. lucienville.jpg Lucienville, un pueblo ejemplo del cooperativismo argentino Mientras tanto, avanzaron en la organización de la vida cotidiana: construyeron una de las primeras sinagogas rurales del país, el Cementerio, la Mikve y la Escuela, conformándose un real “Shtetl” (pueblo en español) rural. El tren, punto de encuentro El mismo año que Lucien falleció, en el corazón de la colonia que luego llevaría su nombre nacía “Gobernador Basavilbaso”, más por una necesidad de las locomotoras de la época –que tenían una autonomía que obligaba a crear estaciones a 10 o 15 kilómetros unas de otras– que por una planificación urbana. Basavilbaso fue el centro urbano más importante y con la mayoría de las actividades culturales, comerciales y administrativas que tenía la tamaña “Villa Lucien”, que también reunía a pueblos como Escriña, Galarza, Gilbert, Líbaros, Lucas González, Maciá, Rocamora, Rosario del Tala, Urdinarrain y Villa Mantero. Ese crecimiento fue acompañado de una mayor población: unos 3.000 habitantes entre “gauchos judíos”, familias rusas, italianas y alemanas, impulsando a Basavilbaso como el epicentro del tránsito de trenes a nivel regional. La demanda obligó a construir una nueva estación (en 1921) con un galpón de máquinas para reparación y mantenimiento, y varios depósitos: uno para guardar más de 6.000 metros cúbicos de carbón, otro para almacenar petróleo con surtidores, un sector con 15 trenes de auxilio, otro galpón de cargas y depósito para 8 máquinas, con tecnología novedosa para la época y la región. Ya instalados y superados los inconvenientes culturales y naturales, los colonos judíos tomaron como modelo la estructura de las aldeas rusas y se dividieron en grupos como Novibuco 1, Ackeman 1 y 2, entre otros, con una intensa vida social que se concentraba en la estación. Días de caminata hacia el siguiente pueblo para comerciar diferentes alimentos y productos, y esperar el paso del tren para avanzar en sus negocios. La puja cooperativista El 12 de agosto de 1900, un grupo de 15 colonos de la aldea “Novibuco I” de Lucienville, más el maestro de la escuela y el administrador de la JCA, fundaron la “Sociedad Agrícola Israelita”, y siete años más tarde se creó la Cooperativa Agrícola Lucienville Limitada, la primera cooperativa agrícola de Sudamérica y una de las pocas que sigue en funcionamiento. Durante la reunión en la modesta vivienda del señor Embón, sentados sobre bancos rústicos o cajones, el colono Nemirovsky apuntó a trabajar en la “unión y solidaridad” del pueblo judío, y la necesidad de permanecer organizados. Allí aportaron un peso cada uno, y con un capital de 17 pesos crearon la cooperativa que cumplió un rol fundamental entre los inmigrantes, fomentando su crecimiento comercial y elaborando estrategias contra las plagas o el cambio climático, y la compra de semillas. Las operaciones económicas inicialmente fueron modestas, con adquisiciones de bolsas e hilo sisal para envasar la cosecha, y posteriormente comenzaron la comercialización de pequeñas cantidades de cereales. Pero además, tuvo una fuerte acción cultural con la creación de un centro teatral, una biblioteca y hasta construyó un amplio hospital zonal en 1910, y fue fundamental en el proceso inmigratorio y el asentamiento de la colonia. Para seguir cumpliendo con las necesidades amplió sus actividades y comenzó la compra de harina, venta de cereales, almacén, ferretería, y sumó un molino arrocero. Durante los más de 120 años de historia, la Cooperativa pasó por etapas muy críticas. En 1931, una fuerte caída en los valores de los productos agrícolas provocó un conflicto interno, mientras que en la década del 80 sufrió la peor crisis. Los asociados –para sanear el patrimonio– sembraron arroz durante tres años que directamente fueron a las arcas de la cooperativa, dejando las cuentas libres de deudas. Actualmente, la Cooperativa Agrícola Lucienville ofrece servicios de ferretería, venta de insumos agropecuarios; servicios y asesoramientos técnicos. La cooperativa siembra soja, arroz, trigo, sorgo granífero, lino y maíz, y cuenta con una planta ubicada frente a la estación que puede acopiar aproximadamente 45.000 toneladas. En 2006, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó un proyecto de ley que designó a Basavilbaso como “Cuna del Cooperativismo Agropecuario Argentino”, en conmemoración a la creación de la Cooperativa Lucienville. Circuito histórico Basavilbaso dispuso un recorrido por diferentes edificios de la colonia judía, algunos declarados Monumento Histórico nacional. La Sinagoga Novibuco I data del año 1895. Con una arquitectura sumamente sencilla, llama la atención la conservación de su fachada y de su interior, como el mueble que contiene la Torá, los bancos para los asistentes y varios ‘quinqués’ de porcelana finamente decorados. También se puede visitar la Aldea Novibuco I, con características muy similares a una aldea rusa de principios de Siglo XX con grupos de 25 a 50 casas alineadas a lo largo de una avenida central arbolada y una escuela, dos cementerios israelita donde descansan los restos de los primeros pobladores de la colonia y cuenta con un monumento al holocausto –ambos a menos de 5 kilómetros de Basavilbaso–, una casa típica donde residió el famoso “Gaucho judío” fundador de la sinagoga y la ‘Mikve’ (baño comunitario), entre otros puntos. Más de cinco sinagogas se pueden visitar, entre ellas la “Beit Abraham”, dentro de Basavilbaso. Por ese entonces, las ubicaciones en principal templo se vendían, por lo que los mejores lugares estaban en manos de los vecinos más pudientes y el resto se sentían “desplazados y postergados”. En ese marco, artesanos europeos con distintos oficios deciden construir su propio templo en 1917, y fundan así la “Sinagoga de los trabajadores”. El recorrido pasa por la Asociación Israelita de Basavilbaso, y por lo que queda del hospital Centenario, en funcionamiento hasta 1960. “Blackie en Basavilbaso” Taibe Paloma Efron despertó en nuestro litoral, el 6 de diciembre de 1912. En 1960 contó los pasos iniciales: “Nací en un quieto y soleado pueblito de Entre Ríos: Basavilbaso. Provengo de una familia de alta raíz intelectual, de origen lituano por parte de mi padre y rumano por parte de mamá. Empecé a ir al colegio a los tres años; era una especie de mono sabio y papá, pedagogo por excelencia, el profesor más severo del mundo”. Su padre, don ledidio Efron había llegado de Rusia a los 17 años y se había formado en la Escuela Alberdi, de Paraná. Fue inspector de Escuelas de las colonias judías de Entre Ríos y Santa Fe, poniendo en marcha con el rabino Schlesinger el Instituto Superior de Estudios Judaicos y dejando su huella de sabiduría en Uruguay, Chile y Paraguay. Su madre, Sara Miriam Steinberg, la llevó de la mano bajo el cielo de la Colonia Novibuco, antes que sus inquietudes artísticas le permitieran formarse en el Conservatorio Nacional de Música y especializarse con Carlos Vega en música primitiva. Trajo al país desde los Estados Unidos el negro spiritual y el blues, siendo pionera del jazz en la República Argentina. Intervino en grandes sucesos teatrales y cinematográficos. Hablaba con solvencia ocho idiomas, logrando entrevistas inolvidables con Nat King Cole, Lionel Hampton, Marlene Dietrich y Louis Armstrong. Paloma Efron murió a los 64 años, el 3 de septiembre de 1977. El 28 de junio de 2013, la Asociación Israelita proyectó en la Biblioteca Lucienville de su pueblo natal el documental Blackie, una vida en blanco y negro. Fue su regreso, la vuelta definitiva al solar de los trenes, donde había descubierto el color de los sueños. *Roberto Romani “Hermanos de patria y cielo” Redacción: Federico D´Ambrine
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