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» Diario Cordoba
Fecha: 17/11/2024 09:37
En un año marcado por récords de calor y fenómenos extremos, aún persiste cierta resistencia a aceptar el papel determinante del cambio climático como parte de una transformación global que los humanos estamos provocando en nuestro planeta. Aunque el clima siempre ha cambiado, lo preocupante es la velocidad sin precedentes con la que ocurre este cambio actual, una aceleración que dificulta la adaptación tanto de las especies como de los ecosistemas, incluida nuestra salud. El rápido avance del cambio climático no solo impacta el medio ambiente, sus efectos ya son visibles en la salud humana. Surge un concepto clave, el «exposoma», que define el conjunto de riesgos ambientales a los que estamos expuestos a lo largo de la vida. Estas exposiciones han llevado a un incremento notable de enfermedades crónicas no transmisibles, como las alergias respiratorias y alimentarias, la epidermis atópica, enfermedades digestivas, enfermedades neuropsiquiátricas, entre otras, una tendencia que en la actualidad sigue en aumento. Este aumento comenzó a notarse a mediados del siglo XX, coincidiendo con cambios en el estilo de vida, la introducción de alimentos procesados, y la proliferación de sustancias químicas que han alterado nuestra interacción con el medio ambiente. Para entender estas tendencias, se han desarrollado varias teorías científicas. Algunas de las más destacadas son las siguientes. La «Hipótesis de la Higiene» sugiere que la obsesión por la limpieza en la niñez ha reducido la exposición a microorganismos esenciales para desarrollar un sistema inmunológico equilibrado; como resultado, el cuerpo reacciona de forma exagerada a elementos comunes como el polen, generando alergias y asma. La «Hipótesis de los Viejos Amigos» propone que ciertos microbios, que han coevolucionado con los humanos, desempeñan un papel protector en nuestra salud; La pérdida de biodiversidad y el contacto reducido con estos microorganismos, debido a cambios en el estilo de vida, afecta negativamente al equilibrio de nuestra microbiota. La «Hipótesis de la Biodiversidad», relacionada con la anterior, afirma que un microbioma diverso favorece un sistema inmunológico sano; sin embargo, la degradación ambiental y la deforestación han disminuido esta biodiversidad, debilitando nuestras defensas naturales. La reciente «Hipótesis de la Barrera Epitelial» plantea que la exposición a sustancias químicas tóxicas deteriora el epitelio, nuestra primera línea de defensa frente a infecciones, contaminantes y alérgenos. El epitelio y las mucosas nos protegen en todas las superficies de nuestro organismo (tanto internas como externas) de infecciones, toxinas ambientales, contaminantes y alérgenos. Un epitelio dañado permite que agentes externos crucen esta barrera, causando inflamación crónica y diversas enfermedades crónicas no transmisibles. La relación entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad es innegable. El aumento de temperaturas, la contaminación, y los eventos climáticos extremos, amplifican el daño a los ecosistemas microbianos que sostienen nuestra salud. A esto se suma la introducción de miles de sustancias químicas en el aire, los alimentos y el agua, que agravan el deterioro de la barrera epitelial. Algunos ejemplo concretos incluyen el aumento de contaminantes del aire, como partículas finas (PM2.5), que exacerban enfermedades respiratorias; el uso masivo de pesticidas y productos químicos en la agricultura, que altera la microbiota del suelo y, en consecuencia, la cadena alimentaria; el incremento de enfermedades zoonóticas, impulsadas por el contacto más frecuente con animales salvajes debido a la deforestación, entre otras. Frente a estas realidades, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) representa una oportunidad única para abordar la salud como un eje central en la lucha contra el cambio climático. Se presenta como crucial, promover políticas que reduzcan la contaminación y protejan la biodiversidad; incentivar la investigación sobre el «exposoma» y su relación con enfermedades crónicas; involucrar a todos los sectores para reducir la exposición a sustancias tóxicas y fomentar estilos de vida sostenibles. El cambio climático no es solo una cuestión ambiental, es una crisis de salud global que exige una respuesta inmediata y coordinada. Proteger la biodiversidad y reducir los contaminantes no solo salvará los ecosistemas, sino también vidas humanas. ¿Estamos listos para cruzar esta barrera y priorizar la salud en la agenda climática global? *Catedrática de Botánica en la Universidad de Córdoba
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