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  • Curuzú Cuatiá y un pleito jurisdiccional

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 16/11/2024 21:20

    Subsistía aquí el antiguo pleito entre el Cabildo indígena de Yapeyú, heredero de las misiones de los jesuitas y la Tenencia de Gobernación correntina. Ambas se adjudicaban esta zona del sur provincial. Aproximadamente por el año 1760, los catecúmenos dirigidos por los curas emplazaron en la orilla derecha o sur del arroyo quizás innominado por los naturales, una gran cruz de madera dura con letras grabadas, que serían “Y. H. S.” (En latín Yesus Homini Salvatore). De allí el nombre que dieron al arroyo, Curuzú Cuatiá, o sea Cruz Grabada. Hasta el año 1781 se sabía de su existencia, pero las grandes quemazones de pastizales la fueron consumiendo. Entonces fue remplazada por una línea de 9 algarrobos, en dirección oblicua de SE a NO a unas 85 varas al Este de la Plaza Central de la Villa de Curuzú. Cuando los pobladores criollos fueron levantando sus viviendas en este paraje ubérrimo con los mejores pastos de la provincia, abundantes cursos de agua y montes donde proveerse de buena leña, adoptaron el nombre del arroyo para el incipiente poblado. Mientras el Cabildo y el Gobernador de Corrientes, fundándose en los límites que le asignara el Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón sostiene el señorío involucrando en su territorio la zona entre los ríos Corriente, Miriñay y Uruguay; los del Cabildo indígena de Yapeyú arguyen que ellos pacificaron y ocuparon tales tierras, habiéndolas dividido con los correntinos, exactamente a contar de Qurusuquatiá, tal como se escribía en esos tiempos. Este debate está documentado. Corrientes designa en 1795 a don Tomás Castillo Comandante de la Guardia de Curuzú Cuatiá. Como poblador de un vasto campo vecino al poblado, éste levanta una Capilla. Había llegado de San Roque y trajo consigo la antigua imagen de la virgen del Pilar. El 12 de septiembre de 1796, siendo también Juez Comisionado del Partido creado un año antes, solicitó sacerdote estable para la Capilla. Las intrigas del Administrador de las Misiones hicieron que la Capilla fuera clausurada en 1798. Por su edad avanzada don Tomás Castillo fue reemplazado por el nuevo Juez Comisionado, Don José Zambrana, designado en enero de 1799 y es quien reinicia tenazmente los reclamos ante el Virrey. El 8 de marzo peticionó ante el Marqués de Avilés la autorización para fundar legalmente el pueblo. Accedió éste y el 20 de abril remitió la providencia. Volvieron los yapeyuanos a litigar y el 24 de diciembre de 1800 el Virrey deja paralizados los trabajos de don José Zambrana. Ya con el sol de mayo iluminando los espíritus esperanzados de esos pioneros, providencialmente llega el 7 de noviembre de 1810 a la Villa el general abogado don Manuel Belgrano, con poderes legales y fuerza militar. Con sus atributos y comprensión resuelve el viejo pleito en su estadía de once días en la modesta Villa de nuestra Señora del Pilar. En cuanto los residentes fueron tomando confianza con el personaje, lo informaron de sus ansias de que esta población fuera reconocida como Villa y perteneciente al territorio correntino. Como veían en él un alto funcionario del superior gobierno patrio, le solicitaron encarecidamente que pusiera término a tan largo trámite burocrático colonial. Un lustro antes, el Obispo de Buenos Aires Don Benito Lué y Riera, en 1805, pasó por Curuzú Cuatiá en ocasión de la inspección de su diócesis. Permaneció acá del 9 al 17 de octubre en ocasión de la novena de la Patrona, en compañía del Cura Párroco de San Roque, de donde dependía la Capilla de la Villa de Curuzú Cuatiá. Aprovechó para bautizar y confirmar a numerosos niños y adultos, incluso indios mansos y negros esclavos de Angola, propiedad de varios estancieros. Lamentablemente el purpurado desaconsejó al Virrey que diera legalidad a la fundación. El Capellán del Ejército de Belgrano, cura Juan José Arboleya, para el 12 de noviembre de 1810 ya había predicado dos veces en Curuzú Cuatiá según testimonio de Belgrano en su Epistolario: “en la Bendición de la Bandera, en donde llama al Cura Arboleya “buen Patricio”. Bautizó todos los días de su permanencia, siendo Belgrano el padrino. El 16 de noviembre, ante la mayoría de los pobladores reunidos en el predio de la Plaza frente a la Capilla, el Capellán reza misa de campaña y canta un Tedeum acompañado por el Cura Manuel Antonio Maciel y sus monaguillos. Aprovecha para bautizar a tres varones: Simeón Romero, Juan Esteban Ramírez y Francisco Correa; y a la niña María López. El 17 de noviembre también efectuó bautismos, diciendo en cada ocasión: “Yo, el Capellán del Ejército del Norte, bautizo a....”. Llegó a bautizar 16 párvulos y varios adultos. Ese 16 de noviembre de 1810, el general Belgrano representante de la Junta Provisional de Gobierno criollo, hizo reunir a los pobladores y con todas las tropas formadas, con el Comandante don José Andrés Casco y Mendoza y sus milicianos, ante el Juez Comisionado don José Ignacio Ledesma y frente a la Capilla cabalgando un corcel, volvió a mostrar la bandera tricolor (amarilla, encarnada y azul) en bandas horizontales que fuera confeccionada por una dama local, con los tres pendones que trajeran sus divisiones. Se supone que desde ese día sería la que acompañaría a la tropa hacia el Paraguay. A continuación, su Secretario don Ignacio Warnes sentado en el ángulo S-E de la Plaza, fue escribiendo el Acta Fundacional que le dictaba el general. El 1° de diciembre, el Teniente de Gobernador de Corrientes don Elías Galván obedece y hace obedecer lo realizado por el Vocal de la Primera Junta y avisa a la Exma. Junta Provisional Gubernativa de esta Provincia y archiva el original. Belgrano, además de sus atribuciones de General en Jefe, estaba autorizado “en clase de verdadero representante de la Junta, con los mismos honores, tratamiento, distinciones y facultades que a ésta correspondía.” (Documento del Archivo de Belgrano, III, 94). Otro tanto hizo con Mandisoví, que era obra de los jesuitas y reducción de indios, adjudicándola al Cabildo yapeyuano pero fechándola el 17 de noviembre. La misión ordenadora y de justicia que impone Manuel Belgrano como Vocal del primer gobierno criollo era un modo de ganar voluntades para la causa, solucionando antiguos pleitos que obstaculizaban el desarrollo regional. La Bandera de Curuzú Cuatiá: Belgrano hace confeccionar la bandera tricolor, similar a la que plantó Francisco Miranda en Venezuela en 1807. La confeccionan mujeres del poblado y la bendice en la capilla el mismo 16 de noviembre, cumpliendo lo que entendía era imperioso, que el ejército tuviera su propia bandera. En base a estos antecedentes, el doctor René Borderes auspicia ante concejales locales en 1994, que el municipio la instituya como emblema local, y así el Concejal doctor Horacio Julio Rodríguez promueve el proyecto de ordenanza respectivo. Manuel Belgrano y su ejército, después de fundar Curuzú Cuatiá, cuya acta fue escrita por su secretario Coronel Ignacio Warnes, cuyo original se guarda bajo custodia; permaneció en el pueblo hasta el 18 de noviembre, día en que continuó su marcha cumpliendo con su misión. Estuvo 11 días en esta ciudad. El Profesor Eduardo A. Sánchez Avalos, histórico Rector del Colegio Nacional, fue al autor de la frase que reza en el Pórtico de entrada: “Curuzú Cuatiá nació con la Patria”.

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