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Concordia » El Heraldo
Fecha: 16/11/2024 20:41
El conflicto tuvo su origen en 1835, cuando el gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones Exteriores de la Confederación Juan Manuel de Rosas, promulgó una ley de aduanas que restringió la entrada de productos extranjeros. En marzo de 1838, se produjo el primer bloqueo francés a los puertos más importantes de la Confederación, incluido el de Buenos Aires, además de la toma de la isla Martin García. Este atropello a la soberanía nacional terminaría el 29 de octubre de 1840 con la firma del pacto Mackau-Arana. Al año siguiente, Rosas decretó la prohibición de que navegasen buques mercantes extranjeros en los ríos Uruguay y Paraná. En 1844, el restaurador de las leyes, mandó sitiar Montevideo con la escuadra naval de Buenos Aires, al mando del almirante Guillermo Brown para ayudar a Oribe en su guerra civil contra Rivera. Los franceses y los ingleses pretendieron mediar en el conflicto, exigiendo el retiro de las tropas criollas. Los ingleses con dos derrotas a cuestas en 1806 y 1807 y dos victorias como la toma de las islas Malvinas en 1833 y las ventas de mercancías a través del contrabando durante más de medio siglo, unidos a los galos pretendían la libre circulación por los ríos interiores de la Confederación. El ultimátum a Rosas no resultó como previeron los europeos, que capturaron la flota de Buenos Aires, tomaron Colonia del Sacramento, la isla Martin García y bloquearon por segunda vez el puerto porteño. El 18 de noviembre de 1845, 90 buques mercantes más 11 buques de guerra anclaron a 5 km de la Vuelta de Obligado. La empresa para defender la soberanía tenia destino de fracaso, enfrentado a Rosas a un dilema. Él sabe que será derrotado de cualquier manera, sin embargo, opta por defenderse e intentar hacerles el mayor daño posible a los invasores con los escasos medios materiales y personales. Encargó la defensa al general Lucio N Mansilla, quien con gran astucia decide enfrentar a la flota enemiga cerca de la población de San Pedro, en un recodo del río Paraná donde este se estrecha a 700 m. Mansilla manda colocar 24 botes de costa a costa, enganchados por tres gruesas cadenas, custodiadas por pequeñas embarcaciones y el bergantín “Republicano”. La defensa no solo estaba emplazada en las cadenas que portaban los botes, sino que tendrían apoyo de fuego proveniente de las costas del Paraná con cuatro baterías que representaban a 30 cañones, 2000 soldados con armamento para defender un factible desembarco y explosivos puestos en los botes, que explotarían en el momento en que sean atropellados por los invasores. El 20 de noviembre, el viento a favor da inicio al desplazamiento de las embarcaciones a vela adentrándose en el Paraná, cuando el reloj marcaba las ocho de la mañana. Los ingleses realizan un fuego de preparación sobre el bergantín y la costa, pero los barcos enemigos debido a los botes encadenados quedan estancados, recibiendo fuego de las baterías criollas. Los barcos anclan al no poder maniobrar debido a la angostura del río, recibiendo fuego del “Republicano, intentan un desembarco en las costas, siendo repelidos por un grupo de criollos a caballo. Después de cuatro horas de combates intensos, los criollos saben que las municiones escasean, dejando expuesto al bergantín. En esos momentos, comienza el avance de las naves invasoras. El capitán del barco argentino, decide hacerlo explotar para que no sea tomado por los europeos. El capitán Hope manda a un grupo de marineros en botes para que intenten cortar las cadenas, cuestión que consiguen concretarlo a las 14 horas. Los buques enemigos avanzan a través del río, se colocan a la par de las baterías de la Confederación emplazadas en la costa, destruyéndolas y dejando al desnudo la defensa criolla. Los invasores intentan un segundo desembarco, siendo repelidos por la infantería criolla. El general Mansilla fue herido en estas acciones. Media hora más tarde, las diezmadas fuerzas argentinas, ya sea por los soldados muertos y heridos y sin municiones, se ven acorraladas en el tercer intento de desembarco anglo francés. Los argentinos se repliegan tierra adentro, dejando el material, que fue capturado por los europeos. La batalla culmina con una derrota que demuestra la entrega de los criollos, la hidalguía, el sacrificio por los valores de una patria incipiente y la demostración de un profundo rechazo a los atropellos imperialistas. Los invasores recibieron el hostigamiento de las poblaciones locales río arriba, y que, a pesar de las diferencias abismales desde el punto de vista militar, sufrieron las acciones de resistencia criolla. En 1847, los ingleses decidieron levantar el bloqueo, mientras que los galos, lo hicieron un año más tarde. La Batalla de la Vuelta de Obligado fue reconocida por el general José de San Martin en una carta con una frase que resume casi todo, que las hostilidades demostraron a los invasores que” los argentinos no somos empanadas que solo se comen con abrir la boca”. Además, el sable que lo acompañó en su campaña libertadora de América fue heredado por Rosas en virtud de la defensa de la soberanía nacional.
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