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» Elterritorio
Fecha: 13/11/2024 09:20
Daniel Cella destacó el valor que tendrá el centro cultural que se está construyendo en la Costanera y advirtió que la capital provincial debe imitar el modelo urbanístico que tiene Curitiba miércoles 13 de noviembre de 2024 | 6:30hs. Daniel Cella llevó y lleva adelante una gran cantidad de obras públicas y privadas en la tierra colorada. Foto: Natalia Guerrero Daniel Cella ostenta una larga y rica historia dentro del mundo de la arquitectura que lo llevó a ser uno de los principales referentes de esta actividad dentro de la provincia de Misiones, pero también a nivel nacional. Con una amplia trayectoria, desde el año pasado forma parte de la Academia Nacional de Arquitectura y Urbanismo y hace pocos días algunas de sus obras fueron distinguidas dentro del prestigioso suplemento ARQ - Arquitectura del diario Clarín. Cella nació en Plaza Huincul, Neuquén, en 1956, pero gran parte de su infancia y adolescencia la pasó en Azul, provincia de Buenos Aires, donde llegó junto a su familia porque su padre era director de una escuela técnica. Luego de estudiar y recibirse de arquitecto en la Universidad de Belgrano, en 1987 se radicó junto a su esposa en Misiones y comenzó a escribir una historia digna de contar en Charlas con El Territorio. Cella estuvo al frente de una gran cantidad de obras públicas y privadas en la tierra colorada, entre las que se destaca, por ejemplo, la Capilla de Santa Ana. Actualmente su estudio lleva adelante el futuro centro cultural la Usina, en la Costanera posadeña. Un espacio en el que Cella hizo un especial hincapié durante la entrevista. ¿Cómo nace tu pasión por la arquitectura? Primero iba a estudiar abogacía, pero luego de ver una muestra de arquitectura en la secundaria me decidí por eso. No conocía ningún arquitecto ni tenía referencia profesional. No era una carrera común cuando empecé a estudiarla, pero me di cuenta de que me gustaba mucho. ¿Qué fue lo que te atrapó? Fue un amor a primera vista. No hubo algo puntual, pero me gustaban mucho los materiales y el dibujo. Como mi papá era director de una escuela técnica, yo me la pasaba entre máquinas, mi casa era el patio de la escuela. Yo quise estudiar en la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero era el año 1974 y no era fácil, había mucha violencia. Me fue arrebatada esa posibilidad de estudiar en la universidad pública, estudié en una privada (Universidad de Belgrano), tuve excelentes profesores, pero me quedó esa deuda pendiente con lo público. Y una vez que te recibiste, ¿cómo comienza tu historia como arquitecto? Es una historia muy lineal. Fui a Azul a hacerles la casa a mis padres, porque ellos estaban esperando que su hijo arquitecto se las haga. Me fui por tres meses y me terminé quedando cinco años en Azul. Mi novia Silvina Nosiglia me acompañó y nos quedamos ahí. Después nos vinimos a vivir a Posadas. ¿Cómo fue esa llegada a Misiones? Era otra Misiones, pero no muy diferente a la actual. Me impresionó mucho la topografía, los ríos gigantes, la vegetación, eso hace mucho a la arquitectura. Me maravilló Posadas y su entorno. Lo que no quiere decir que no extrañe el paisaje plano de Azul. Siempre trabajé con mi propio estudio, en un formato clásico, sin empresas constructoras. Nos dedicamos al trabajo de proyecto y dirección de obra, tanto en Azul como acá, siempre hice lo mismo. Estamos para controlar la obra, no suministramos materiales. Esta es la forma de ejercicio profesional más clásico. ¿Qué diferenciación se puede hacer entre la obra pública y la privada? La obra pública implica costos grandes. No se sabe cuándo se pagan, son procesos largos que no se saben cuándo se terminan. En ningún lugar las obras públicas son económicas, por eso hay que ser muy consciente de que las obras que se hagan sean las necesarias. Primero porque al ser público hay que justificar para qué se las hace. En un país con la inflación como la que hay en Argentina es muy difícil el tema de los costos. ¿Eso te trajo algún tipo de dolor de cabeza? Siempre trabajé con libertad, pero cuando ves que una obra se detiene porque la empresa constructora tiene algún tipo de problema de financiamiento a uno lo afecta. Yo entrego un proyecto y ahí se acaba mi función. Después cómo se contrata, cómo se licita es un proceso que maneja quien nos encarga la obra, en el caso de lo público. En el ámbito privado es el cliente el que aporta lo suyo. ¿Cuáles fueron las primeras obras que realizaron? Empezamos haciendo muchas obras comerciales. Iniciamos con Casa Tía, donde hoy está el shopping de Posadas. Ese fue el primer edificio importante que hicimos, después también hicimos el Banco Río, el Bisel que luego se transformó en lo que hoy es el Macro en la esquina de la plaza 9 de Julio. De ahí empezamos a hacer supermercados en Corrientes, Paraná, Santa Fe y nos expandimos hasta Uruguay. ¿Y cómo viviste esa etapa de expansión? Cuando hacés un buen trabajo las empresas te van recomendando y así se va dando. El hecho de construir supermercados en Montevideo ocasionó que tuviéramos que montar una oficina en Buenos Aires, porque nadie en Uruguay iba a contratar a una empresa que tuviera domicilio en Posadas. ¿Y cómo continuó la historia? Después hicimos el edificio del supermercado Libertad acá en Posadas. Cuando la gente vio que sabíamos hacer obras grandes y de manera rápida nos propusieron hacer la obra de Santa Ana. Fue de la mano del ingeniero Santiago Ross y el arquitecto Manuel Meaurio, que estaban a cargo y confiaron en nosotros. Se presentaron los proyectos y empezamos. Fuimos demostrando que podíamos manejar las complejidades de la obra. ¿Cuál es la virtud que te llevó a estar al frente de estas obras? Es mucho trabajo. Hacer las cosas muchas veces. Tratar de que la obra que se hace tenga sentido y responda a las necesidades de la gente en ese momento. Parece una frase hecha, pero es real. Tenés que conocer los materiales con los que contás. Después hubo mucho intercambio con colegas, mostrar lo que uno hace, aceptar consejos ayuda a mejorar lo que uno hace. ¿Qué obra te genera más satisfacción? La de la capilla de La Cruz, con esa ganamos muchos premios y eso nos dio visibilidad. A partir de ahí todo es más fácil porque los medios te conocen y así entrás en un circuito virtuoso. De todos modos me sigue sorprendiendo el hecho de que nuestras obras llamen la atención a, por ejemplo, un medio especializado como Clarín. Eso me llama mucho la atención. ¿Cómo fue la etapa de la pandemia? Fue una época complicada, pero la hicimos súper creativa. Acá en el estudio éramos ocho personas y no dejó de trabajar ni de cobrar nadie. Tuvimos el apoyo del estado que lo posibilitó. Hicimos varios proyectos sin encargo. Dos proyectos importantes fueron el de dotar de espacios verdes a la calle Salta y el de ampliar las zonas de emergencias en los hospitales. Cada tanto sale una obra que te da una oportunidad de hacer algo distinto, pero hay que ponerle la misma energía a las obras chicas que a las más grandes. ¿Qué nos podés decir de la obra de la Usina? La Usina es una joya que tiene la ciudad de Posadas. Por su ubicación y por la calidad del edificio es un lugar excepcional. Se va a transformar en un centro cultural de primer nivel y la sociedad lo va a utilizar muchísimo. Tiene muy buena accesibilidad. Además estamos tratando de hacer que eso sea un refugio climático. La idea es rodear este edificio con la misma vegetación que tiene la plaza 9 de Julio. Eso es lo que queremos lograr con lo que rodea a la Usina, que sea un lugar fresco, con un espejo de agua que va a subir o bajar según el agua del río o las lluvias. Va a haber agua, humedad y plantas, entonces la gente que camine por la Costanera va a tener un espacio verde y fresco, además de ver la belleza que es ese edificio. A los motores se los sacó afuera y se les hace un mantenimiento. Se los sacó porque sino no nos quedaba espacio adentro. La Usina va a ser un lugar muy importante para la ciudad. A las obras emblemáticas hay que cuidarlas porque sino se arruinan. Un ejemplo es el Mercado Modelo La Placita, al que se le hizo una intervención pero no quedó terminada. Es una obra de muchos años que está saturada. ¿La situación económica del país y el freno de la obra pública por parte del gobierno nacional retrasó los tiempos en la Usina? Es una obra que se tendría que estar terminando este año, pero no se pudo por falta de recursos. Ahora lentamente se está reactivando, pero muy de a poquito. No tenemos fecha de terminación, no lo podría precisar. ¿Posadas tiene otros lugares como la Usina como para ponerlos en valor? Creo que hay algunos lugares que hay que visibilizar. El centro de Posadas tiene unas casas antiguas que son muy importantes, pero como el código permite mucha edificación la gente vende las casas y las tiran abajo, se van demoliendo. El problema no es de la gente, es del código que lo permite. Debería ser mucho más restrictivo. ¿Y por qué se da esta situación? Es porque se copia el modelo de crecimiento de la ciudad de Buenos Aires, que se construyó desde el centro hacia las afueras. En ciudades como las nuestras sería ideal que se construyeran las torras fuera del casco urbano. Eso se hizo en Puerto Madero, por ejemplo. Puerto Madero no existía y ahí se construyeron las torres que no molestan a nadie. ¿Y acá tenemos espacio para eso? Tenemos muchos lugares gracias a la expansión que tuvo la ciudad, no podemos construir sólo en el centro porque se va a saturar. Un caso emblemático de esto es Curitiba. Es una ciudad que crece en corredores, sobre una avenida en la que va el transporte público. En esos corredores se permite construir torres, pero te alejas una cuadra y sólo hay casas. No se puede hacer cualquier cosa en cualquier lado, entonces el que tiene una casa histórica está tranquilo porque nadie se la va a tocar. Y el que quiere vivir en una torre sabe que baja y tiene los servicios como el transporte público al alcance. Eso pasa en Curitiba y no está tan lejos. El modelo que hay que evitar es el de Camboriú, en el que se hace cualquier cosa en cualquier lugar. Hay torres que le dan sombra a la playa, entonces hay que estirar las playas para que entre el sol, es una cosa de locos. Se le dio una densidad a un lugar que no está preparado para eso. Un edificio de gran altura no es malo, todo depende de dónde lo pongas. Acá nos estamos copiando del modelo de Camboriú y no el de Curitiba. ¿Cómo es el trabajo con los materiales de acá de Misiones? Trabajamos con ladrillos de acá, que se hacen con barro ñaú. Es un ladrillo autóctono que no se consigue en otro lugar del país. Son ladrillos hechos con barrio no fértil. Tienen como característica que no envejecen, aíslan bien y nos generan poco traslado porque están acá. El traslado es un tema que genera costos y transporte inútil. Otro material con el que trabajamos es con madera, pero hace falta gente que quiera invertir en esto, ese es nuestro desafío. Nos encantaría trabajar más en madera. Lucía, una de mis hijas, está haciendo trabajos muy lindos con este material. Está experimentando con pino quemado, una técnica japonesa que hace que la madera no se pudra. Hicieron un refugio con ese material en Mártires. ¿Qué opinión tenés del trabajo con materiales reciclables? Nosotros todavía no hicimos trabajos de este tipo. El tema es que cuando hacés una obra pública o privada no podés experimentar porque detrás hay un cliente. El que quiere un hospital quiere el hospital, no quiere experimentar con algo. La experimentación está en otros lugares, en los institutos, en las fábricas. Nosotros tenemos una responsabilidad profesional. El trabajo del arquitecto es fusionar todo lo que se necesita, consiste en amalgamar las cosas. z Perfil Daniel Cella Arquitecto Nació en 1956 en Plaza Huincul, Neuquén. Reside en Misiones desde 1987. Ejercicio profesional de la arquitectura y el urbanismo. Miembro del Colegio de Arquitectos de Misiones. Miembro de la Fundación Universitaria del Río de la Plata -FURP Miembro de la Asociación Argentina de Arquitectura e ingeniería hospitalaria - AADHAI Miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes Miembro de la Academia Nacional de Arquitectura y Urbanismo.
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