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  • La trágica historia de los hermanos Sullivan, cinco soldados que murieron juntos durante la Segunda Guerra Mundial

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 13/11/2024 08:43

    La llamada decisiva de Thomas Sullivan en enero de 1943 marcó el inicio de un doloroso capítulo sobre el sacrificio de su familia El 12 de enero de 1943, en una mañana helada, Thomas Sullivan escuchó un golpe en la puerta de su casa en Waterloo, Iowa. Apenas asomó la cabeza por la ventana, la realidad lo golpeó antes que las palabras. Allí, en el umbral, dos oficiales navales en sus uniformes de azul y dorado esperaban con expresiones graves. Thomas sabía lo que significaban esas visitas. Lo que no sabía, lo que nadie podía haber previsto, era que esos oficiales no venían a comunicarle la muerte de un hijo, sino de todos sus hijos varones. Los cinco hermanos habían caido mientras servían en la Segunda Guerra Mundial. Joe, Frank, Al, Matt y George Sullivan, conocidos como los hermanos Sullivan, eran el orgullo de su familia y de su comunidad. Los cinco habían decidido alistarse juntos en la Marina después del ataque a Pearl Harbor, motivados por el sacrificio de su amigo de infancia, William Ball, quien murió en el USS Arizona. La tragedia de Pearl Harbor despertó en ellos el sentido del deber y de la lealtad. Para los Sullivan, ir juntos era tan importante como ir a la guerra. Según detalla el Comando de Historia y Patrimonio Naval norteamericano, rompiendo con las políticas de la Marina que prohibían a hermanos servir en la misma unidad, ellos solicitaron y obtuvieron una excepción para permanecer juntos en el USS Juneau. La decisión que los unió en vida también los uniría en la muerte. Aquel fatídico noviembre de 1942, en la batalla de Guadalcanal, el Juneau fue impactado por un torpedo japonés, llevándose con él no solo la vida de los hermanos Sullivan, sino también la de casi todos sus compañeros de tripulación. Su historia conmocionó a los Estados Unidos y se convirtió en un símbolo de sacrificio familiar y de patriotismo, pero también llevó a un cambio en las políticas de guerra estadounidenses. Un lazo indisoluble y el llamado del deber Los hermanos Sullivan nacieron en el seno de una familia trabajadora de Waterloo, Iowa, una comunidad que también enfrentaba la depresión económica y las secuelas de los años treinta. Como muchos jóvenes de su época, los cinco hermanos crecieron en un hogar humilde, con empleos ocasionales en la ciudad y sin mayores perspectivas. Sin embargo, algo los unía de una forma particular: el sentido de familia y la lealtad. “Stick together” era su lema, un juramento familiar que aplicaban a todo, desde las labores diarias hasta las decisiones más importantes. Cuando el 7 de diciembre de 1941 las noticias de Pearl Harbor llegaron a Iowa, para ellos significó algo personal: su amigo de la infancia, William Ball, había muerto en el ataque. Sin pensarlo dos veces, los hermanos decidieron que tenían que hacer algo. Así, en enero de 1942, los Sullivan se presentaron juntos en la oficina de reclutamiento de Des Moines y solicitaron su ingreso a la Marina. Para George y Frank, los mayores, este no era su primer servicio, ya que ambos habían servido anteriormente en el USS Hovey. Sin embargo, esta vez el compromiso era distinto. Era una cuestión de honor y de lealtad a la familia. La Marina dudó. Era una política de larga data no permitir que hermanos sirvieran en el mismo buque. Los Sullivan, decididos a no separarse, apelaron a la Oficina del Secretario de la Marina. “Queremos permanecer juntos. Somos un equipo que no puede ser vencido”, escribió George en una carta al secretario, explicando su voluntad de luchar como unidad familiar. Finalmente, la Marina cedió. Los hermanos fueron asignados juntos al USS Juneau, un crucero antiaéreo que se convertiría en su hogar y, más tarde, en su tumba. El USS Juneau zarpó hacia el Pacífico en 1942, en plena ofensiva estadounidense contra Japón. Fue parte de la crucial batalla de Guadalcanal en el Estrecho de Iron Bottom, un lugar infame por la cantidad de buques que naufragaron en sus aguas. El 12 de noviembre de 1942, el Juneau recibió un impacto de torpedo japonés durante una emboscada en plena noche. Aunque el buque no se hundió de inmediato, quedó gravemente dañado. La tripulación, incluidos los cinco hermanos, hizo lo posible por mantener la nave a flote mientras esperaban ayuda. A la mañana siguiente, un segundo torpedo impactó en el mismo lugar donde el primero había dado en el Juneau. En cuestión de segundos, el buque se desintegró en una explosión brutal, llevándose consigo a 687 marineros. Solo diez sobrevivientes lograron flotar a la deriva, y entre ellos no estaba ninguno de los hermanos Sullivan. George, quien había sobrevivido al impacto y llegó a una balsa, pereció días después en el agua, probablemente víctima de un ataque de tiburón. La notificación y el dolor de una familia La noticia tardó en llegar a Waterloo. Fue recién en enero de 1943 cuando Alleta, la madre de los Sullivan, comenzó a sospechar que algo andaba mal. Su intuición de madre, inquieta por la falta de cartas de sus hijos, la llevó a escribir al Departamento de la Marina. En su mensaje pedía saber si los rumores eran ciertos. El 13 de enero de 1943, el presidente Franklin D. Roosevelt respondió con una carta personal, elogiando el sacrificio de sus hijos como un acto de valentía incomparable. El legado de los hermanos Sullivan continúa con dos destructores navales bautizados en su honor, inspirando sacrificio y unidad “Sus cinco valientes hijos están desaparecidos en combate contra el enemigo. Su espíritu de lucha lado a lado nos inspira a todos nosotros,” decía el mensaje del presidente. La tragedia de los Sullivan fue, sin duda, una de las más grandes pérdidas familiares de la Segunda Guerra Mundial. La historia dejó una marca indeleble en el corazón de Estados Unidos. En su honor, la Marina bautizó a dos destructores como USS The Sullivans. Los padres de los hermanos, Alleta y Thomas, junto con su hermana Genevieve, se dedicaron a viajar por el país para alentar a los trabajadores de fábricas y astilleros a apoyar el esfuerzo bélico. En sus discursos, recordaban a sus hijos y el compromiso del “stick together” que había sido el hilo conductor de sus vidas.

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