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» Diario Cordoba
Fecha: 10/11/2024 06:37
Muchas familias de Córdoba sufren por el acoso escolar, pero «es una lacra muy grande que está tapada, que se normaliza», lamenta un padre cordobés que prefiere no decir su nombre pero que ha sufrido en su familia un grave caso de acoso escolar que, además, se ha repetido un par de veces, primero en Primaria y luego en Secundaria, con años de diferencia. El primero de los casos, además, incluyó un arma blanca en el colegio. El padre cuenta que el centro no pudo actuar para detener esa situación que tenía muy atemorizado a su hijo, y que ya no quería volver al colegio. «Muchos niños iban con miedo, pero no se pudo hacer nada y tuvimos que vivir con eso», lamenta. Los niños, por lo general, no suelen hablar tan directamente sobre lo que les está ocurriendo en el colegio, pero hay señales que ponen en alerta a los padres y a las que hay que prestar atención. Estefanía López es la psicóloga que se encarga de atender a las familias que llegan a la asociación MIA y enumera algunos síntomas, tanto físicos como psicológicos o de actitudes: falta de sueño, poco interés en realizar excursiones o actividades del colegio, ansiedad, pérdida o daños del material en clase, cambios de humor, migraña, trastornos de alimentación, dolores de barriga o irritabilidad. En este sentido, el padre cuenta que, ya en el instituto, su hijo comenzó a mostrarse agresivo, pasó de ser «un niño de notables a suspender», hasta que un día llamaron del colegio para avisar de que el 061 iba de camino a buscarlo porque no podía respirar. Fue un grave ataque de ansiedad tras el cual el niño, que ahora tiene 15 años, contó que tenía miedo de ser agredido en el centro. «Fuimos al instituto y lo minimizaron», denuncia el padre, que alerta de la posibilidad de que los niños acosados se conviertan también en acosadores. Ayuda psicológica Esta familia reivindica la importancia de poder contar con ayuda psicológica, que los centros y la sanidad pública puedan contar con una unidad de profesionales especializados en el acoso escolar, porque asegura que muchas familias no se pueden permitir el costo de las atenciones psicológicas necesarias hasta que el niño consigue estar mejor. «Mi nene hubiese necesitado alguna sesión más, pero sinceramente no puedo costearla, y eso es doloroso», critica. «Los niños a esa edad se crean un escudo y tienes que saber romperlo», expresa, y celebra que a día de hoy su hijo está estable, pero «deja sus secuelas, parece que no se ven, pero están. Lo hundes, hundes su futuro y eso cuesta recuperarlo». Si alguien lo sabe bien es la psicóloga que los atiende. Estefanía López informa de que no hay un tiempo específico para la recuperación de un niño que ha sufrido acoso, porque depende de la intensidad y el tiempo, aunque por lo general deben atenderlo entre seis meses y un año para ver resultados. También hay que atender a las familias, que llegan a una primera consulta «muy desorientados, con una mezcla entre ira, rabia y culpa entre ellos por no darse cuenta y por el niño, por no saber defenderse». López alerta de que muchos casos, por no decir la mayoría, llegan buscando ayuda tras muchos años de sufrir el acoso. Tanto es así que incluso atienden a personas adultas con dificultades para relacionarse y fobia social y que, en el fondo, descubren que la raíz del problema está en el acoso escolar que sufrieron en su infancia, hace más de 20 años. «Ese es el problema fundamental que tenemos, que el acoso se ha normalizado y ahora que le prestamos atención vienen a consulta con años de estar sufriéndolo y el tratamiento ahí es más complicado y más lento», resalta. Los agentes tutores Si hay una figura que los padres agradecen es la del agente tutor. Los policías locales de Córdoba que acuden a un centenar de colegios para trabajar en materia de prevención, pero también para colaborar e intervenir cuando se presenta un caso de acoso escolar. Los agentes tutores de la Policía Local de Córdoba. / CÓRDOBA El oficial coordinador de esta unidad de policías, Juan Jesús Alcántara Reifs, explica que los centros cuentan con ellos antes, durante y después de abrir un protocolo por acoso escolar. Los agentes se reúnen por separado con la víctima, el acosador y con posibles testigos, así como con los padres de todos los implicados. Si la familia no acude al centro, van hasta sus domicilios para saber qué ocurre. Lo primero, asegura, es proteger al niño acosado, tomar las medidas necesarias para ello, como extremar la vigilancia. Si hay indicios de conductas delictivas puede pasar a manos de la Fiscalía y, en otras ocasiones, activan recursos como los Servicios Sociales. A las víctimas y a los testigos les piden guardar cualquier tipo de documentación que ayude a resolver la situación, como pantallazos de conversaciones en Whatsapp. En este sentido, afirma que el acoso físico «es cada vez más infrecuente, el de las pantallas es permanente». Suscríbete para seguir leyendo
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