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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/11/2024 05:20
Agustín Tosco, en una imagen habitual: con ropa de trabajo y en el taller Para 1975, Agustín Tosco estaba muy enfermo. “El gringo”, líder indiscutido de la filial cordobesa de Luz y Fuerza, debía atenderse sí o sí. Pero debía permanecer la clandestinidad porque la Triple A lo buscaba para matarlo. El clima en Córdoba, su provincia, ya era irrespirable. El 28 de febrero de 1974, el jefe de policía local, el teniente coronel retirado Antonio Navarro se levantó contra el gobernador Ricardo Obregón Cano y su vice Atilio López, el binomio del FREJULI electos en segunda vuelta, gracias a más del 50% de los votos de los sectores más radicalizados del peronismo y de los gremios y dirigentes sindicales más combativos. Navarro encarceló durante dos días a las autoridades provinciales y a varios funcionarios del Poder Ejecutivo imponiendo un clima de tenaz persecución: hubo detenciones a dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles, con el pretexto de que había que controlar a los de la extrema izquierda, sospechados de estar incubando más conflictos en las calles. Ricardo Obregón Cano, electo gobernador de Córdoba en 1973. El ambiente en la provincia era una caldera a presión Juan Perón, presidente de la Nación por entonces, decidió intervenir la provincia. Uno de los interventores, el brigadier retirado Raúl Lacabanne buscó hacer “una limpieza ideológica” en el gobierno y en la provincia. Córdoba ya no era segura para Tosco, identificado con la izquierda. Sus amigos Jorge Canelles, Tomás Di Toffino y Felipe Alberti fueron los que organizaron su traslado a la ciudad de Buenos Aires, para que pudiese tratarse. Había que hacerlo en el mayor de los secretos porque todos eran hombres más que buscados. Lograron que lo atendieran, parecía que se recuperaba, pero cuando esperaban resultados de análisis que le habían hecho, el 5 de noviembre de 1975 su corazón dijo basta. Agustín José Tosco nació el 22 de mayo de 1930 en Coronel Moldes, Córdoba, a 80 km al sur de la ciudad de Río Cuarto. Sus padres eran inmigrantes piamonteses, dedicados al trabajo en el campo. Conoció las duras jornadas del campesino, mientras hacía la escuela primaria con gran esfuerzo porque la lengua que más dominaba era el piamontés, que era el que se hablaba en el hogar. El Cordobazo fue una protesta donde obreros y estudiantes se habían hecho dueños de la ciudad Como le gustaba leer, en el rancho de piso de tierra y sin luz eléctrica donde vivía con su familia, creó su propia biblioteca. Contó que de adolescente leía a José Ingenieros. Ese flaco alto, con los dientes manchados luego de años y años de tomar agua de pozo, cursó en la Escuela de Trabajo Presidente Roca, donde fue elegido presidente del centro de estudiantes. Cuando fue designado para hablar en el cierre del ciclo, en su discurso atacó el sistema de la escuela, se negó a recibir el diploma de manos del director y recibió una ovación de sus compañeros. Le costó conseguir trabajo siendo adolescente. Al cumplir la mayoría de edad, entró como aprendiz de electricista en el taller electromecánico de Luz y Fuerza. Había hecho un curso de tres años en la Universidad Tecnológica, donde se recibió de electrotécnico. Cuando volvió del servicio militar, dejó los estudios. La figura inconfundible de Tosco al frente de los manifestantes durante los convulsionados días del Cordobazo Ya de joven se sintió atraído por los conflictos sociales. A los 19 años fue subdelegado y al año siguiente delegado. Miró con simpatía al primer peronismo, aplaudió medidas como el Estatuto del Peón y las convenciones colectivas de trabajo, aunque en la segunda presidencia de Perón, tomó distancia. “Vos tenés que ser presidente porque sos el único que defiende a los trabajadores y a los pobres”, siempre le decían y él se limitaba a sonreír. En 1959 se había casado con Nélida Bonyuan, su novia de la época en que vivía en Coronel Moldes, con quien tuvo dos hijos, Malvina y Héctor. En 1952 fue secretario de delegados de Luz y Fuerza de Córdoba y en 1953 ganó las elecciones para conducir el gremio en su provincia. En 1954 fue electo secretario gremial del secretariado nacional de la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza, puesto que perdió con la intervención militar. Aún preso, en 1972, fue elegido dirigente del gremio y secretario adjunto de la delegación regional. Una vida detenido Definido como marxista socialista, en 1957 estuvo preso por primera vez. Fue en Misiones por hacer una huelga en defensa de los trabajadores de su gremio. Durante el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu había encabezado el acto del 1 de mayo en Plaza Once, donde había pedido por la libertad de los dirigentes detenidos y por la normalización de los gremios y de la CGT. José Ignacio Rucci y Agustín Tosco, en los estudios de Canal 11: durante dos horas, debatieron los dos líderes sindicales de distintos pensamientos políticos Cuando fue el golpe contra Arturo Illia, aseguró que se había explotado el concepto de ineficacia del gobierno radical para eliminar la representación del pueblo, y poder así aplicar un programa económico, político y social contrario al interés popular. En 1969 lo detuvieron dos días antes del Cordobazo en el Barrio Clínicas y luego de esa rebelión de los trabajadores y estudiantes, fue condenado por los tribunales militares a ocho años y tres meses de prisión, pero solo estuvo preso siete meses, primero en Santa Rosa, La Pampa y luego en Rawson, Chubut. En este último lugar, escribió en cinco cuadernos una reseña del Cordobazo. Denunció que el gobierno de facto era antipopular, que había hecho retroceder a la economía, con salarios congelados e insuficientes, además de subas de precios y de impuestos. Nuevamente en 1971, luego del Viborazo, fue enviado a Devoto y otra vez a Rawson, donde a la familia y amigos se les dificultaba visitarlo. A través de los abogados filtraba textos, por lo que era castigado a no recibir visitas.. Finalmente, en 1972 estuvo preso a disposición del Poder Ejecutivo, sin pesar sobre él condena ni procesos pendientes. Su defensor era el dirigente radical Hipólito Solari Yrigoyen. El Cordobazo Enseguida, al general golpista Juan Carlos Onganía, que había echado del poder al presidente Illia, las cosas se le irían de las manos y estallaron conflictos en diversas provincias y en importantes ciudades del interior del país. El más relevante fue el que ocurrió el 29 de mayo de 1969 en Córdoba, que pasaría a la historia como “El Cordobazo”. Era inminente que los organizadores de la protesta, que planteaban la unidad de todos los sectores para enfrentar a la dictadura, declarasen un paro general. Ya venían con semanas de reclamos de trabajadores de las automotrices, que pedían la eliminación del “sábado inglés”. Se unieron en la protesta las dos regionales de las CGT, la Azopardo -colaboracionista- y la de los Argentinos -combativa-, que estaban en veredas opuestas a nivel nacional. Unas quince mil personas integraron diversas columnas que marcharon hacia el centro de la ciudad de Córdoba, especialmente obreros de SMATA (Mecánicos), UOM (Metalúrgicos) y de Luz y Fuerza, a cuyo frente estaba Tosco. Los estudiantes no se mantuvieron ajenos y también se sumaron a las manifestaciones. Las multitudinarias marchas obligaron a la policía a retroceder y a abandonar la vigilancia de edificios públicos. El gobierno envió al Ejército, que se tardó en llegar y al día siguiente tomó el control. Por su papel, el Cordobazo encumbró a Tosco a nivel nacional. En 1970 viajó a Chile para asistir a la asunción del presidente trasandino Salvador Allende. Cuando era secretario general del gremio de Luz y Fuerza de Córdoba, se levantaba a las cinco y media de la mañana y antes de las seis y media ya había fichado en el trabajo, donde cumplía tareas hasta las 13.30. Luego de un almuerzo en su casa y una siesta, a partir de la tarde atendía en el sindicato hasta la medianoche. Decía que Evita era una gran mujer que había luchado por los derechos del pueblo y que Hipólito Yrigoyen había sido un gran patriota. Hincha de Huracán, le gustaba el ajedrez e ir a ver los partidos de basquet de Unión Eléctrica. El martes 13 de febrero de 1973 debatió durante dos horas con José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, en el programa de televisión “Las dos campanas”, que conducía Gerardo Sofovich en Canal 11. A Rucci lo identificaba como la burocracia sindical, y aseguraba que la central obrera se dedicaba solo a administrar, desde el poder, los beneficios sociales. “Reivindicamos nuestro derecho de ir a la crítica, nuestros derechos de ir contra el burocratismo”, decía Tosco y sostenía que la CGT no permitía una auténtica expresión de los trabajadores. Aseguraba que su raíz era marxista e interpretaba a la lucha de clases como un hecho histórico. Estaba al frente, en la década del 70, del Movimiento Nacional Intersindical -la contracara de la CGT- al que definía como socialista y que levantaba las banderas de liberación nacional. En las elecciones de 1973 el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) -brazo político del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)- le ofreció la candidatura a presidente, pero Tosco la rechazó porque no estaba de acuerdo con la lucha armada. Se le había declarado una encefalitis bacteriana. Era 1974 y debió pasar a la clandestinidad al ser intervenido el gremio. Lo buscaban por todos lados. Su casa en el barrio Los Naranjos era permanentemente vigilada. Cuando murió, gobernaba el país Isabel Perón. A su lado José López Rega, el creador de la Triple A, que lo buscaba para matarlo Murió en la clandestinidad el 5 de noviembre de 1975 de una septicemia. Su cuerpo fue llevado en ambulancia en Córdoba, sentado en el asiento del acompañante del conductor. Primero fue velado en la casa de un dirigente y luego su despedida continuó en el Club Redes Cordobesas, en el barrio General Paz, donde actualmente se levanta el polideportivo que lleva el nombre del barrio. Tenía 45 años. En la lluviosa tarde del 6 de noviembre, fue su sepelio en el cementerio San Jerónimo, y el cortejo que en sus inicios fue de cinco mil personas, terminó siendo de más de veinte mil. Todos fueron dispersados a tiros por la policía y por matones apostados en los techos de las bóvedas. Así moría un gremialista fiel a sus ideales en una época en que la vida poco valía.
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