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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/11/2024 05:12
Las características de la tríada de la personalidad maligna pueden representar serios riesgos para el individuo y la comunidad, generando mecanismos de abuso difíciles de anticipar (Imagen Ilustrativa Infobae) Una mirada dada en cualquier momento a las diferentes manifestaciones de la sociedad, sea en los medios, hechos de la actualidad, o redes sociales, por dar algunos ejemplos, nos muestran situaciones tanto de nuestra región, como del mundo. En algunos de ellos, los parámetros sociales, interpersonales y morales que considerábamos constituían la base de la sociedad han ido cambiando y, en particular, lo ligado a la valoración de los comportamientos y el concepto de normalidad, se vuelve progresivamente difuso. Así, algo considerado hace años como parte de un comportamiento reprobable y disfuncional, era estigmatizado y evaluado como algo que, al salir de la norma, quedaba fuera de lo aceptable socialmente respecto a los parámetros de los comportamientos humanos, o inclusive en la criminología. De esta manera, aquello que quedaba por fuera de esos límites, era objeto de la carátula de patología o delito. Habitualmente, se clasificaba a las personalidades dentro de tres diferentes esferas: lo neurótico (con una lectura de la realidad que permitía la conexión con otro, incorporándolo a un discurso interno); lo psicótico (con una lectura de la realidad apartada de la misma y habitualmente encapsulada en el individuo) y, finalmente, los trastornos de personalidad, en particular las llamadas personalidades psicopáticas que, si bien se encuentran conectadas con la realidad, es el otro el que queda como un actor secundario y funcional a la propia narrativa interna. En los últimos tiempos se ven con cada vez más frecuencia y se reflejan en la investigaciones de las últimas décadas en psicología y criminología un incremento de las estructuras psicopáticas. Paralelo a esto, se empieza a referir en la literatura a una intersección entre ciertos rasgos de personalidad a la cual se le ha dado en llamar triada de personalidad maligna. Esta combinación de narcisismo, psicopatía y maquiavelismo emerge con fuerza y es una sinergia peligrosa (Imagen Ilustrativa Infobae) Este término refiere a una peligrosa modalidad de personalidad en la que se conjugan rasgos en un mismo individuo de narcisismo, psicopatía y una entidad que, si bien no es considerada como estructura de personalidad por las clasificaciones en uso, se menciona cada vez más: el maquiavelismo. Esa combinación, esa triada, permite entender de manera más adecuada esas conductas que nos asombran en hechos de la crónica forense o policial, cuando, por ejemplo, vemos conductas antisociales de alto riesgo con consecuencias graves para la personas, pero sobre todo para el entorno. Esta triada también conocida como triada oscura (dark triad) ha cobrado interés en diversos ámbitos: desde la criminología, como así también en ámbitos de la justicia civil y de familia, en las que se ve la intensa perturbación de las relaciones personales, hasta los ámbitos laborales. En todos los casos se destaca su potencial, e incluso la búsqueda por parte de esos personajes, de generar caos y conflicto. Si bien cada uno de estos tres componentes posee características propias, en conjunto crean una sinergia peligrosa. Qué es el narcisismo El narcisismo lleva a la persona a ser egocéntrica y manipuladora (Imagen ilustrativa Infobae) Se trata de una estructura o rasgo de personalidad caracterizada por una autorreferencia constante y una sobrevaloración, que a veces mencionan ellos mismos como “alta autoestima”, pero que en realidad es un estado en el que el prójimo queda disminuido tanto cuantitativamente como cualitativamente, además de una necesidad constante de admiración. Las personas con estructuras narcisistas muy frecuentemente tienen una sensación interna de superioridad que los lleva a sentirse “merecedores de”, y a exigir un trato especial. Este rasgo lleva a la persona a ser egocéntrica y manipuladora, incapaz de sentir empatía con los demás y que subordina sus relaciones a la inmediata satisfacción de sus deseos y necesidades. Qué es la psicopatía El uso abusivo de la palabra psicópata en ámbitos no profesionales ha generado una pérdida de sentido del término. Sin embargo, la psicopatía se caracteriza por una notable falta de empatía, percepción de las necesidades o del sufrimiento que ocasionan en otros, y una falta de remordimiento o culpa respecto a las propias acciones. Se lo asocia habitualmente con violencia explícita. Sin embargo, hay múltiples modalidades en las cuales esta estructura se manifiesta de maneras mucho más sutiles y dañinas, como son las diferentes formas de estafas materiales, pero también emocionales o morales. Estas personalidades modelan acciones que pueden culminar en conflictos de magnitudes variadas (Imagen Ilustrativa Infobae) Las personas con tendencias psicopáticas son impulsivas, propensas a la agresión, y con necesidades de gratificación inmediata, lo que les dificulta adaptarse a las normas sociales e impulsa a otros tipos de comportamientos, como los adictivos. Esa combinación hace que en algunos casos el sometimiento del otro sea el aspecto adictivo. Así, existe una predisposición a incurrir en conductas de riesgo para sí y terceros, a trasgresiones varias, hasta la comisión de actos delictivos, las cuales el individuo no valora como tales, debido a un desprecio por las consecuencias de sus acciones sobre los demás. Sin embargo, pueden comprender muy bien, y hasta de manera exagerada, cuando conductas semejantes, aun menores, son aplicadas sobre ellos. En ese momento, expresan una especie de exaltación de las normas morales, sintiéndose gravemente ofendidos. Qué es el maquiavelismo La tercera de la tríada, aunque no figura en clasificaciones o manuales tradicionales, es el maquiavelismo, nombre inspirado en lo que popularmente se adjudica a la obra y pensamiento de Nicolás Maquiavelo. Si bien los rasgos usados para definirla tienen aspectos de la personalidad antisocial y la narcisista, se refiere en particular a alguien con una personalidad fría, calculadora y manipuladora. Este tipo de personas son capaces de emplear a veces complicadas estrategias y tácticas para alcanzar sus objetivos, como el engaño, la manipulación o la explotación. La interacción de estos los tres rasgos da como resultado personas de alta peligrosidad y muy hábiles para manipular a los demás Tienden a ver a los demás como medios para un fin, al cual consideran absolutamente válido y justifican con diversas consignas, que se repiten e inclusive reiteran en redes sociales, o medios donde inclusive captan víctimas: imparten cursos, prometen ganancias o réditos asombrosos, por ejemplo. Este desprecio por el otro, visto solo como una víctima a ser sacrificada en el altar del propio objetivo, hace que, paradójicamente, sean muy convincentes y carismáticos, dado que, por ejemplo, prometen ganancias de todo tipo absolutamente imposibles y, en su falta de interés por el daño al otro, los convencen. Los casos de captadores de menores o de estafas piramidales muestran ejemplos de este tipo de estructuras. La interacción de estos tres rasgos da como resultado personas de alta peligrosidad, y al mismo tiempo muy hábiles para captar a los demás. Esa particular habilidad para captar víctimas, tiene consecuencias devastadoras tanto a nivel individual como social. Los efectos de la triada En la esfera individual, las relaciones con personas que presentan elementos de esta tríada terminan en verdaderos cuadros traumáticos, cuando no con consecuencias más graves. El agotamiento y el desgaste emocional en las víctimas es notable, y lo más grave es el control emocional y psicológico que ejercen sobre los demás, quienes buscan inútilmente recuperar lo invertido en esa relación, sea a nivel emocional, material, o en muchos casos ambos. Identificar estas complejas estructuras psicológicas es crucial ya que sus impactos son devastadores en las víctimas (Imagen ilustrativa Infobae) Esto puede darse en relaciones circunstanciales de socios que se convierten súbitamente en “amigos”, así como con familiares, parejas y amigos. Estos personajes son extremadamente hábiles en la elección de sus víctimas, explotando necesidades y carencias que los tornan vulnerables y que pueden usar para controlarlos, lo que genera una relación de abuso psicológico sostenido y en muchos casos de difícil detección, hasta que se consuma el hecho o la víctima es desechada, habiendo obtenido el rédito buscado. Las conductas sectarias que separan a la víctima de su entorno ejercen una forma de alienación que alerta al medio, pero la víctima en muchos casos se niega a aceptarlo. Un ámbito en el que esto también se da es el laboral. Así, personas con esta triada, pero en puestos de liderazgo, generan y buscan de manera expresa un ambiente de trabajo tóxico, en el cual el líder sea el único referente y el recurso final. Ese ámbito está caracterizado en muchos casos por generar una competitividad extrema, falta de reconocimiento por el trabajo y consignas contradictorias, en las cuales todos se desgastan en la búsqueda de comprender el código de lo que se espera de ellos. En resumen, se instala la psicología del prisionero y carcelero, pero de manera menos perceptible. Sin duda es en estos contextos donde encontramos alto grado bullying laboral, ya que quienes tienen esa estructura suelen utilizar a sus empleados e inclusive compañeros como instrumentos para el propio fin que es, por ejemplo, su progreso personal en la carrera, ignorando el bienestar del grupo. Es claro que es también en este contexto que una mayor incidencia de mobbing y burnout se verifica y en definitiva la estructura general de la organización queda colapsada y sometida alrededor del interés del individuo. Individuos con características de la triada oscura crean ambientes laborales donde el conflicto y la alienación prevalecen, afectando tanto el bienestar de los grupos como la estructura organizacional (Imagen ilustrativa Infobae) Pero es en el contexto de lo social y político, donde el impacto de estas personalidades es más notable en el mundo actual. La lucha por mantener la posición de poder inclusive en estructuras sociales pequeñas como organizaciones profesionales hasta llegar a líderes de estado, muestra una notable y manifiesta exposición de todos estos rasgos. Dado que socialmente parece estar incorporado que los líderes en cualquier orden gozan de un estatus diferencial, esto los vuelve aún más peligrosos porque se los mide con una vara moral diferente y con una serie de justificaciones para comportamientos altamente disfuncionales. Así, el uso de falsas noticias, la desinformación y la búsqueda de enemigos sobre los cuales se proyectan una serie de acusaciones, parece ser una práctica validada o aceptada socialmente dada su frecuencia. La búsqueda en cualquier nivel de la escala social parece centrarse en el mantenimiento de esa posición de poder, y allí es donde el peligro se incrementa cuanto mayor sea lo que está en juego. De esta manera, la polarización o manipulación de grandes grupos contra otros, a los que se erige en enemigos, ignora en la inmediatez de la búsqueda de la satisfacción las reales e inquietantes consecuencias a mediano plazo, como suele ser, por ejemplo, la violencia social. Con un aumento de estas personalidades, los patrones de interacción social están cambiando (Imagen Ilustrativa Infobae) Si bien estos rasgos de personalidad oscura o maligna no siempre derivan en actos que son encuadrados dentro de lo delictivo, sin duda, representan un gran peligro tanto a nivel individual como social. El entender que estas estructuras no se tratan de enfermedades en el sentido habitual que se le confiere a la palabra, sino formas particulares de articularse con el mundo de ciertas personas, permite aceptar que existen y así, conociendo sus características, tomar conductas preventivas. Los abusos y manipulaciones a nivel individual, laboral o social, generan grandes y graves consecuencias y nos dejan habitualmente paralizados ante la imposibilidad de aceptar moral y emocionalmente su razón y origen. Este es uno de los terrenos donde cultivar y proteger la salud mental, tanto a nivel individual como colectivo, se vuelve imperativo. Conocer los ámbitos y las formas en que esta se expresa, y entender que estas personalidades existen, nos permitirán generar estrategias para actuar en el origen de diversos actos mediante los cuales estos individuos impactan en el sociedad, en lugar de actuar luego de que los mismos sean consumados. El concepto de triada se bien es reciente está generando cada vez mayor interés y a medida que se realizan estudios amplios como los metaanalíticos, podemos empezar a salir de la metodología del caso único y así elaborar estrategias de prevención y de protección a las víctimas. * El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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