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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/11/2024 04:39
El análisis del nuevo escenario internacional de Sergio Skobalski y Héctor Arrosio. (Foto: Fernando Calzada) A diferencia de la Guerra Fría del siglo XX, la actual confrontación entre Estados Unidos y China se caracteriza por su multidimensionalidad, ya que abarca no solo el ámbito militar, sino también el económico, tecnológico y cultural. Ante este contexto, DEF dialogó con Sergio Skobalski y Héctor Arrosio para profundizar en su análisis sobre el nuevo escenario internacional. Esta entrevista es una introducción a sus miradas, plasmadas en el libro “Antagonismo dominante: La confrontación entre EE. UU. y China en el marco de una guerra global segmentada”. “La rivalidad actual entre EE. UU. y China tiene múltiples dimensiones y se desarrolla en un sistema multipolar competitivo”, señala Skobalski y agrega: “Contiene, por un lado, un sistema bipolar flexible en formación. A su vez, es impactado por un proceso de transición en el poder mundial”. A diferencia de la Guerra Fría del siglo XX, la actual confrontación entre Estados Unidos y China se caracteriza por su multidimensionalidad. (Foto: archivo DEF) Estados Unidos vs. China, una “guerra global segmentada” -¿Qué características presenta el actual escenario de “globalización con Guerra Fría”? -Skobalski: “Globalización con Guerra Fría” es una hipótesis que entendemos como un cruce de dos variables. Por un lado, el mantenimiento de la dinámica de los flujos financieros y de comercio internacional. Y, por otro, escenarios de conflictos regionales que afectan al subsistema de grandes potencias y se proyectan al sistema internacional, con indicadores que reflejan niveles de intensidad de la Guerra Fría histórica, limitados por la disuasión nuclear y política. Esta segunda variable requiere un escenario de nuevo régimen nuclear, frente a la amenaza potencial de una anarquía y la proliferación descontrolada. -¿Cuáles son las diferencias entre la actual confrontación entre EE. UU. y China y la anterior Guerra Fría entre EE. UU. y la Unión Soviética? -Arrosio: La confrontación entre EE. UU. y la Unión Soviética transcurrió bajo un sistema bipolar rígido y jerárquico, en el cual la disuasión nuclear convencional gravitaba en el centro del sistema, lo que garantizaba cierto grado de estabilidad, con crisis controladas. La URSS era considerada como un rival unidimensional, limitado al plano militar, ya que carecía del poder económico y tecnológico para desafiar a Washington. -S.: La rivalidad actual entre EE. UU. y China tiene múltiples dimensiones y se desarrolla en un sistema multipolar competitivo. Contiene, por un lado, un sistema bipolar flexible en formación. A su vez, es impactado por un proceso de transición en el poder mundial. Otras diferencias que se registran en el actual contexto, respecto de la histórica Guerra Fría, tienen que ver con inversiones cruzadas entre ambas potencias, mercados convergentes y flujos financieros. La confrontación entre Washington y Pekín coexiste con niveles de cooperación cada vez más restringidos y condicionados por la percepción de una “competencia estratégica extrema”, concepto elaborado por la administración de Biden. De acuerdo al análisis de los autores del libro "Antagonismo dominante", la rivalidad actual entre EE. UU. y China tiene múltiples dimensiones y se desarrolla en un sistema multipolar competitivo. (Foto: archivo DEF) Un bipolarismo emergente -¿Cómo puede evolucionar el antagonismo entre EE. UU. y China en el plano militar? ¿Cómo influyen la continuidad de la globalización o la eventual fragmentación de los mercados, dos hipótesis que analizan en el libro? -A.: En 2019, los estrategas chinos consideraban que la confrontación con EE. UU. debía darse en los ámbitos no militar y transmilitar, ya que el nivel militar directo era un espacio dominado por Washington. No obstante, en las últimas dos fases de la crisis del estrecho de Taiwán, entre 2022 y 2023, el Ejército Popular de Liberación de China implementó un “cerco” aeronaval sobre Taiwán, un escenario que hubiera sido impensable anteriormente. El vector de la carrera armamentista y el despliegue de dispositivos en los marcos regionales de los grandes diferendos jurisdiccionales de Pekín en las islas Diao-Yeu/Senkaku –en disputa con Japón– y en Taiwán y el mar del sur de China tiende hacia un equilibrio de amenazas, con el despliegue de EE. UU. y sus “alianzas oceánicas” en el Indopacífico. -S.: Ese equilibrio de amenazas puede, condicionalmente, ser compatible con un escenario de continuidad de la globalización. Como antecedentes históricos, podemos mencionar los escenarios bismarckianos de acomodamiento en el subsistema de grandes potencias en competencia armada, coexistiendo con un mercado mundial autorregulado. Fue el escenario previo a las crisis en cadena que derivaron en la Primera Guerra Mundial. En otra trayectoria del sistema internacional, si planteamos un escenario de fragmentación de mercados y bloques económicos cerrados en competencia entre ellos, según la experiencia histórica, sería el umbral de conflicto sistemático. Eso podría reservarse en distintos escenarios; el peor de ellos sería una guerra sistémica masiva. En 2019, los estrategas chinos consideraban que la confrontación con EE. UU. debía darse en los ámbitos no militar y transmilitar. (Foto: archivo DEF) -¿Cómo incide, en el actual escenario de “multipolaridad competitiva”, la “asociación estratégica global” y “sin límites” entre China y Rusia? -S.: Los analistas estadounidenses de la Oficina de Servicios Estratégicos y del Departamento de Estado estudiaron en profundidad la escuela organicista alemana en plena Segunda Guerra Mundial y aplicaron sus enseñanzas en la temprana Guerra Fría. Ellos consideraban que la geopolítica era una forma de laboratorio de guerra. Desde ese lugar, tras la cumbre que celebraron Stalin y Mao en 1949, interpretaron la invasión norcoreana de 1950 como el primer movimiento de una estrategia euroasiática combinada entre la Unión Soviética y la China comunista. Sin embargo, esa combinación nunca tuvo la solidez pensada y percibida en esa circunstancia histórica. -A.: La actual combinación, que comenzó con la complementación energética entre Moscú y Pekín, y continuó con la consolidación de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), manifiesta la real solidez euroasiática. Su masa crítica obliga a repensar el escenario de “multipolaridad competitiva”, ya que tiende a reemplazarlo por un emergente sistema bipolar. La “alianza sin límites”, al igual que el “antagonismo dominante” entre EE. UU. y China, implican poderosos conceptos organizadores. Funcionan como categorías complementarias, una cooperativa y la otra de confrontación, que tienden a organizar los grandes subsistemas de coaliciones. “Ese equilibrio de amenazas puede, condicionalmente, ser compatible con un escenario de continuidad de la globalización”, indicó Skobalski. (Foto: archivo DEF) ¿Guerra sistémica o estancamiento estratégico? -¿De qué depende que el actual escenario de “guerra global segmentada” derive en una “guerra sistémica masiva”? -S.: El concepto de “guerra global segmentada” apunta a identificar una estructura subyacente para hacer inteligible el actual conjunto de conflictos armados y su potencial desborde, lo que derivaría en la difusión de la inseguridad a escala sistémica. Formulamos nuestra concepción de “guerra global segmentada” sobre la base empírica de esos conflictos, sus actores, los indicadores de intensidad y niveles de violencia. Su contención parecería depender de una “fuerza invisible contractora” de la estructura de esos mismos conflictos, que sería inherente a la conducta estratégica de las grandes potencias. -A.: Nosotros fundamentamos el riesgo de una guerra sistémica masiva en el conjunto de teorías que explican la formación del sistema de grandes potencias y el ciclo largo de la política mundial. En ese contexto, George Modelski y William Thompson registran cinco “guerras globales” desde 1494, producidas con una regularidad aproximada de 100 años, el último de los cuales fue el ciclo histórico de las dos Guerras Mundiales del siglo XX (1914-1945). Desde nuestra visión, el concepto de “guerra global segmentada” permite fundamentar la hipótesis de una transición hacia un conflicto global, que puede resolverse en distintos escenarios: “diplomacia armada”, guerras limitadas de intensidad variable, o bien una nueva guerra sistémica masiva. A partir de un abordaje original en el campo de los estudios geoestratégicos, Sergio Skobalski y Héctor Arrosio caracterizan el actual antagonismo entre EE. UU. y China. (Foto: archivo DEF) -¿Cómo evalúan la hipótesis del historiador Huang Renwei sobre un “estancamientoestratégico” en la confrontación entre Washington y Pekín, que podría prolongarse durante las próximas tres décadas? -S.: La hipótesis de Renwei plantea, desde la perspectiva de Pekín, la prolongación del estado de “confrontación sin guerra” entre China y EE. UU. en función de los tiempos estratégicos prospectados hacia el escenario 2049, cuando se cumplirán 100 años de la llegada al poder del Partido Comunista de China. También tiene el límite impuesto por el régimen chino para la definitiva reincorporación de Taiwán bajo su soberanía. -A.: En 2001, la economía china equivalía al 10 % de la estadounidense, mientras que, en 2022, ya representaba el 70 %. Según la interpretación de Renwei, ya se habría quebrado el parámetro de tolerancia del 60 % en la correlación de poder económico entre EE. UU. y sus rivales estratégicos durante el siglo XX. La expectativa del estancamiento estratégico en los próximos 30 años responde, por lo tanto, a un escenario deseado por el autor, quien proyecta la probabilidad de que Pekín iguale e incluso supere el poder económico de Washington, y que eso se refleje en el plano tecnológico y militar. -S.: Esta expectativa de un estancamiento estratégico es la que prevé la Estrategia de Defensa Nacional de EE. UU., documento publicado en 2005 en el que se exponen las cuatro categorías de amenazas a la seguridad y la defensa nacional: las amenazas irregulares, las tradicionales, las catastróficas y las disruptivas. De acuerdo con su definición, las amenazas tradicionales son aquellas provenientes de actores estatales con poder militar y capacidad para desafiar a EE. UU. En cambio, las disruptivas serían las provenientes de actores con capacidad para superar los estándares de desarrollo tecnológico de los EE. UU. China podría encarnar potencialmente ambas categorías y convertirse tanto en una amenaza tradicional como disruptiva.
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