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    » Elterritorio

    Fecha: 30/10/2024 00:57

    La Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías cerró su paso por Misiones sumergidos en la magia guaraní, con una experiencia íntima en la aldea Ka’aguy Poty en el Cuña Pirú martes 29 de octubre de 2024 | 20:20hs. Para la cosmovisión mbya cada sonido tiene relación con lo sagrado, así entienden la música, como un instrumento que nos acerca a la naturaleza, a Ñanderú (creador), a vibrar en un sintonía más pura. Y aunque esto es solo un atisbo de lo que los yuruá podemos vislumbrar, es tan transformadora como la experiencia que se vivió el lunes en la comunidad Ka’aguy Poty (Flor del Monte) en el Valle del Cuña Pirú. Abrir las puertas de una casa es, en casi todas las culturas, un sinónimo de agasajo especial, de permitirle al otro ingresar en mi universo, en mi intimidad, verme tal cual soy. Con un amor ancestral que no pereció en siglos de conquistas, una hospitalidad genuina y tiempos que se ajustan al vivir el presente sin la ansiedad de las redes sociales, un ratito en la comunidad de la ‘Flor del Kuña Pirú’ llena por completo el espíritu. Allí llegó la numerosa Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías (Oiant) junto a algunos ‘agregados culturales’, como estos cronistas y quienes gestionaron el encuentro, en un intercambio de saberes y emociones. Para conocer el hogar del anfitrión Eliseo Chamorro y su familia, hay que transitar un buen trecho de sendero de colorada tierra en medio del siempre invasivo verde y cruzar un arroyito. Aunque para el misionero no signifique una experiencia de monte profundo, el paisaje es único y la idea de que la aldea recién aparece cuando la ruta quedó atras, los ruidos, colores, aromas y vibraciones han cambiado, no es anecdótica para el visitante. Cruzar ese umbral físico y simbólico implica un compromiso tácito de respeto, honrando el valor de la invitación. “A pesar de que hay mucho estudio, hay una parte de nuestra música que sigue siendo un misterio para muchos”, comenzó deslizando Chamorro, que además de perpetuar los conocimientos de sus antepasados en comunidad, el año pasado hizo historia y asumió como Subsecretario de Revalorización Cultural, dentro de Cultura Misiones. Chamorro destacó la importancia espiritual que tiene la música, ligada a distintos rituales, de bienvenida, despedida, celebración por ejemplo, que se fueron sosteniendo en el tiempo gracias a la cuidadosa trasmisión oral que caracteriza a su pueblo. En esa línea, graficó la plusvalía de los adultos mayores en la comunidad mbya como “portadores de conocimiento”. Guitarra en mano, entonó distintas canciones, acompañado por Germán Acosta en violín y algunos niños, en letra y danza. “Mi abuelo cantaba como forma de lucha”, recordó Chamorro. Es que durante 22 años su familia luchó para reivindicar la tenencia de la tierra legalmente. Como resultado, más de 6000 hectáreas tienen hoy el título de ‘propiedad comunitaria’. “Es de todo el pueblo mbya guaraní, no es de nadie y es de todos”, explicó Eliseo. Naturaleza y hermandad El avezado oído guaraní identifica cada melodía con una situación en particular. Según explicó Chamorro, en un intercmbio con el director de Oiant Alejandro Iglesias Rossi, a veces las variaciones son mínimas pero suficientemente perceptibles para definir uno u otro momento. En coincidencia, Iglesias Rossi explicó que “a veces para el occidental un acorde es poco, pero en realidad un acorde es todo, porque tiene que ver con esta idea ancestral de la unidad, de que uno es todo”, definió el estudioso. Chamorro, en tanto, profundizó sobre la idea del teko porã, el buen vivir. “Para la cultura guaraní lo que más vale es la vida, estar bien. Y eso buscamos al practicar la espiritualidad, el buen vivir: un espacio que nos de tranquilidad y sentirse bien con el otro”, remarcó. Ese fluir, estar en sintonía con lo que nos rodea, naturaleza y otros fue un estado de conciencia grupal espontáneo al pisar Ka’aguy Poty. Solamente se interrumpió cuando el tiempo tirano -que requieren las distancias físicas- marcó la necesidad de despedida. Cada uno de los miembros de la orquesta tuvo el privilegio de interactuar con los diferentes pobladores de la aldea, charlar, chapotear en un arroyo, tocar instrumentos, conocer, aunque fuera un poco, del otro. Para el trueque musical,integrantes de Oiant interpretaron las dos primeras obras corales que se hicieron en América, una en quechua y otra en náhuatl y el modo peña acaparó automáticamente la atención de los más jóvenes de la comunidad con Ojos Azules (Inti-Illimani) en guitarra y charango. Como nexo entre los dos mundos, Joselo Schuap entonó “Contra el monstruo de la ignorancia tengo un machete y un chamamé”. Joyita artesanal de por medio, cada integrante de Oiant se llevó mucho más que pies enrojecidos en tierra, empapados de río y experiencia de monte. El abrazo final con Misiones fue de una entrega mutua tal que marcó el profundo sentir de un vínculo que se fortalece en sonidos ancestrales y compartir genuino. z Relacionadas Oiant, El crepitar del futuro ancestral | El Territorio Eliseo Chamorro: “No hay que folclorizar la espiritualidad mbya” | El Territorio Espectáculo de la Orquesta de Instrumentos Autóctonos llega nuevamente a Misiones | El Territorio

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