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  • Funes: "Los chicos leen, pero no sólo en papel sino en el celular con las aplicaciones"

    » La Capital

    Fecha: 27/10/2024 20:46

    “La multiplicación de los libros” , “la biblioteca que empezó con cuatro cajones de manzana” o la intención de “hacer un mundo donde quepan todos los mundos” , como pregonaba Pocho Lepratti -el maestro entrerriano asesinado por la represión en Rosario en diciembre de 2001-, son algunas de las ideas que describen el jardín que florece en la encandadora Biblioteca Popular Susana Llera , situada en San José al 1700, en el corazón de Funes. En realidad, la biblioteca, que ahora ocupa un chalecito alquilado al lado de la Casa Zulú, comenzó “en 2015 como una biblioteca itinerante, con cuatro cajones de manzanas pintados llenos de libros que ya no nos entraban en la casa de cada uno, que llevamos a la Plaza San José, donde empezamos a hablar con los vecinos, mate de por medio”, recuerda a La Capital Nani Ferroni, la coordinadora de este oasis comunitario enclavado en una ciudad que tuvo un crecimiento exponencial de barrios y habitantes. –Me gusta contar quién era Susana porque, a pesar de que no la conocí mucho tiempo, fue una persona importante políticamente para mí. Susana era médica y una gran maestra, y fue la directora del Programa de Alfabetización Nacional del gobierno de Alfonsín, en Rosario, y trabajó en dispensarios en la salud pública. Cuando yo estudiaba Antropología en la facultad, la Federación Universitaria de Rosario empezó a hacer un programa de alfabetización llamado Nunca es Tarde, mucho más chico del que se había hecho en el 84, pero fue un espacio de formación, conocimiento y militancia. Y Susana vino a darnos clases al curso de alfabetizadores y era una mina muy generosa. Cuando me vine a vivir a Funes, de casualidad me enteré de que ella estaba viviendo acá, y cuando armamos la biblioteca estábamos buscando el nombre, un mes antes se había muerto Susana. Junto en esos días nos enteramos de que se había muerto y nos quedó el mal sabor de no haberle hecho ningún homenaje en vida. Entonces dijimos “que la Biblioteca sea el homenaje”, y le pusimos su nombre. >> Leer más: La mujer que logra que los chicos se enamoren de los libros –¿La biblioteca es mucho más que una institución cultural? –Mucho más. En la formación de unos cuantos de los que hacemos la biblioteca, la alfabetización fue importantte, en el sentido con el que la pensamos: no sólo en el conocimiento sino a generar comunidad, a tejer lazos, a compartir y a que la palabra fluya como se pueda. Por eso al principio la biblioteca surgió como biblioteca itinerante. –Varios investigadores en educación consideran a la alfabetización como la herramienta clave para lograr la inclusión social. ¿Ese era el objetivo de aquellos planes y de esta Biblioteca? –Claro, era muy linda la forma de alfabetizar de aquellos planes porque se basaban en lo que llamaban “la palabra generadora”. Los alfabetizadores no íbamos con el manual encima sino arrancábamos hablando, como en cualquier lado, y viendo qué surgía. Se llamaba “la palabra generadora” porque a partir de la palabra que nos parecía más importante en ese momento buscábamos un disparador para seguir enseñando, primero las letras y las palabras, y después a comunicarnos porque la alfabetización se trata no solamente de poder leer sino de encontrar las palabras propias para poder decir lo que tengo adentro, poder poner en palabras o a ordenar lo que tengo en la cabeza para comunicarnos. –¿Es un modo de formar comunidad? –Claro, si no nos podemos decir qué pensamos o no podemos entender lo que nos está diciendo el otro no hay manera de generamos un lazo real de comunidad. En la bibiloteca nos gusta pensarnos como un hilo, como un nudito de una red, que se comunica con otras instituciones sociales de la ciudad, que las hay aunque no se vean mucho y aunque cueste sostenerlas en esta ciudad que tira tanto al individualismo, así como con los distintos niveles del Estado. susana llera 2.jpeg Virginia Benedetto / La Capital –¿Tienen una buena relación con la Biblioteca Municipal José Hernández, como sostuvieron sus autoridades? –A la directora de la Biblioteca Municipal, Angela Coronel, la conozcó más desde la función de directora y de los intercambios, y a la subsecretaria de Cultura (Gina...) la considero una compañera de militancia, aunque nunca hayamos coincidido en el mismo espacio. Sé que hay horizontes comunes que tenemos, que tienen que ver con lo comunitario, con generar lazos y con tratar de lograr una sociedad y una ciudad donde cada uno tenga espaciio para ser lo que quiere ser. –¿La Biblioteca nació cuando los fundadores y fundadoras ya no podían tener tantos libros en su casa? –Tal cual. Arrancamos un 14 de julio, en la Plaza San José, llevando cuatro cajones de manzana que nos habían donado y habíamos pintado, y que llenamos de libros. De hecho hay uno ahí afuera donde ponemos los libros que les regalamos a los lectores. A esa primera reunión invitamos a Bety, la hermana de Susana Llera; a Claudia, su sobrina; a Mónica, su hija; y a Nadia, su sobrina nieta, quienes nos donaron libros. Y ahí nos empezaron a donar muchos libros. Ibamos una vez por semana a la Plaza San José, después empezamos a itinerar por distintas plazas de la ciudad y empezamos a sumar otras actividades: recitales en las plazas o cualquier excusa que nos sirviera para que la gente se acercara y nos pudiéramos poner a hablar porque, básicamente, la idea de la biblioteca era esta: estamos en una ciudad que creció muchisimo, mucho de golpe porque desde desde 2005 a 2015 pasamos de una ciudad donde nos conocíamos todos a una ciudad donde no nos conocíamos. ¿De qué manera nos podemos conocer? Encontramos esta: una lonita, libros, equipo de mate, y nos sentábamos a leer y a compartir libros y a hablar. –¿Cuándo dejaron de ser una biblioteca itinerante? –Los cuatro cajones de manzana se fueron convirtiendo en una estantería, que tenía en mi casa, y tenía que ir cambiando los libros porque con el tiempo se multiplicaron. En un momento ya me molestaban en casa y en 2017 nos prestaron un local de un kiosco por la calle Elorza, enfrente de la Cooperativa, pero era una casa que nos prestaron hasta que la vendieron. Yo no quería volver con todos los libros a mi casa, así que nos pusimos a ver qué hacíamos, pero pagar un alquiler de un local en Funes es muy caro. Entonces alquilamos la casa con varias habitaciones donde hacíamos talleres y empezamos a recitales y rifas y con eso empezamos a pagar el alquiler. >> Leer más: La Biblioteca Susana Llera, un entramado de libros y cálidas propuestas en Funes –¿Qué otras actividades hacían? – Al principio nos anotamos en todos los programas Ingenia, que tenia la provincia, que financiaba proyectos culturales juveniles, en los que se presentaban algunos jóvenes de la Biblioteca. Así compramos un proyector para hacer Cine en la Plaza, y dos bafles para hacer recitales. Desde antes de la Biblioteca veníamos haciendo recitales en lugares públicos, pero cuando arrancamos con la organización considerábamos que de parte de los músicos tenían que hacer lo mismo, pero con el tiempo aprendimos que para los músicos ése es su trabajo. Entonces a la Biblioteca la empezamos a pensar en ese sentido: que los trabajadores de la cultura tenga su espacio para trabajar, pero que ese trabajo debe ser retribuido. Para nosotros era una militancia, pero para ellos era un trabajo. A veces también puede ser una mlitancia, pero que sea una elección personal en cada momento: qué hacés por militancia y qué hacés por trabajo. En la Biblioteca hacemos recitales que nos sirven para sostenernos porque tenemos un bufet, que nos sirve para sostenernos y a los músicos como lugar de trabajo. –¿Entre los cursos dan uno de joyería? – Sí, lo da Andrea Gallardo, una joyera que aprendió en la Escuela Crisol, que empezó a dar un curso en la escuela taller y ahora arrancó con uno acá. Tiene algunas herramientas, otras las trae, y trabaja en alpaca, cobre y latón porque sería muy difícil trabajar en plata. susanallera3.jpeg Virginia Benedetto / La Capital –¿El mayor desafio es sostener una institución comunitaria en un modelo que busca la exclusión? – Es un desafío que, además, es un desafío interno: poder funcionar de una manera más horizontal. Soy la directora, que es una palabra que no me gusta para nada, me gusta más la palabra coordinadora, pero al mismo tiempo fuimos criados de esta manera y a todos nos cuesta, no sólo a mí salir del lugar de pensar que tengo alguna autoridad sobre algo, sino que también le cuesta al resto. Ahora nos cuesta menos porque ya hace un tiempo que estamos trabajando juntos. tomar decisiones autónomamente sin pensar que antes me tienen que consultar. Estamos acostumbrados a trabajar así y nos cuesta, porque esa libertad para tomar decisiones implica también un mayor grado de responsabilidad, entonces a veces es más cómodo que la decisión la tome otro. Y a veces es más fácil para mí tomar una decisión y listo, si las cosas salen mal lo decidí yo y listo. Pero tratamos de ir aprendiendo. –¿Quiénes son los responsables de cada área? –Natalia Berenstam, la profesora de cerámica para chicos, está a cargo de los talleres; Pía Cesari y Lucía Morales se encargan del mercado de productores que se hace todos los sábados; y yo de la coordinación. "Los chicos leen no sólo en papel sino en el celular con las aplicaciones" –¿Los adolescentes leen? – Primero tenemos que advertir que los chicos leen, pero no solamente en el papel. Leen literatura, buena o mala, pero leen literatura. Hay muchas aplicaciones -que conocí a través de mis hijos, no habría llegado a ellas de otra manera- donde leen y escriben historias. –¿Por ejemplo? –Mi hija tiene 18, hace dos años que empezó de nuevo con lo que yo reconozco como el libro de literatura, pero estuvo desde séptimo grado hasta tercer año leyendo historias en el celular. Son funfic, son historias basadas en la recreación de otros cuentos. Son novelitas, cuentos, lo que sea, pero es literatura, es ficción. Además son páginas en las que ellos mismos publican, entonces también hay mucho intercambio. –¿Es un taller literario? –Claro, y a nivel mundial. Pero acá también vienen a leer y se llevan el libro en papel. Incluso te digo que más variado que los adultos. Las edades de mayor cantidad de lectores en la Biblioteca son los chicos hasta los primeros años de la secundaria, los adolescentes más grandes, que leen muy variado porque leen desde un libro de filosofía hasta una novela como “50 sombras de Grey” al mismo tiempo. No tienen ningún prurito, ningun prejuicio, y leen y miran. Recorren muchisimo viendo qué se van a llevar y son los que más se llevan del cajón de afuera donde ponemos libros que donamos. Hay grupos de chicos que salen de la escuela, vienen, revisan y siempre se van con algo. Y el otro grupo etáreo, que somos los más grandes o los jubilados, los que volvemos a tener tiempo. Y esos cada uno lee un género. No buscan. Hay lectores variados, pero cada uno tiene claro su perfil bien definido. susanallera4.jpeg Virginia Benedetto / La Capital –Declaraste que los adultos en plena carrera laboral son los que menos vienen. ¿Qué les dirías? –Son los que no tienen tiempo. Yo también he tenido etapas en las que no podía leer. Cuando no tengo tiempo no dejo leer sino cambio qué leo. No me puedo dormir mirando una serie, prefieron una novela. Entonces cuando leo mi cabeza se desenchufa. Cuando estoy muy cansada leo boludeces, leo literatura basura, siempre que esté bien escrita no me importa qué esté contando. –¿Hay literatura basura bien escrita? – Sí. Tampoco es Borges, pero no puedo leer Borges cuando no me da la cabeza. Cuando necesito desenchufarme necesito algo como con la tele: no todo el tiempo mirás buen cine, a veces ves una serie berreta de Netflix. En la literatura hago eso: a veces tengo ganas de mirar buen cine y me busco una buena noveal, y a veces busco otra cosa. –¿Cómo hacen para sobrevivir con una Biblioteca que busca un mundo que quisiéramos en un mundo que no queremos? – Estamos en un momento de la Biblioteca en el que ese mundo que queremos lo vemos reflejado aquí adentro. En lo personal al menos, sobre todo en este último año, la Biblioteca fue un refugio muy importante. Es lindo haber logrado un espacio así en una ciudad que es cada vez más individualista, pero sabemos que no alcanza y que debería haber una Biblioteca en cada barrio.

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