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  • El pasado jesuítico correntino

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 26/10/2024 23:18

    n Treinta reducciones de indios -también llamados pueblos o doctrinas- formaron en definitiva la antigua Provincia Jesuítica del Paraguay durante los siglos XVII y XVIII. Recordemos, para evitar confusiones, que esta última provincia no coincidía en sus límites con la Provincia del Paraguay, denominación civil y política. Abarcaba, aproximadamente, los territorios que luego formaron el Virreinato del Río de la Plata. En la zona nordeste de tan dilatada superficie la compañía de Jesús dundo entre 1605 y 1707, unos cuarenta y ocho pueblos que se llamaron “doctrinas guaraníes”. Más adelante, por traslados y destrucción a manos de los “mamelucos” paulistanos, el número primitivo de pueblos se redujo a treinta. Número que existía cuando se produjo, en 1767, la expulsión de los jesuitas determinada por el Rey Carlos III. Para mayor claridad utilizaremos, al ubicar esos treinta pueblos, la denominación geográfica actual. Quince quedaron dentro del territorio argentino; siete en Brasil y ocho en el Paraguay. Reduciendo el panorama al territorio argentino, habremos de repartir esos quince pueblos en esta forma: once de ellos en la actual Gobernación de Misiones y los cuatro restantes en la provincia de Corrientes. De Norte a Sur son: San Carlos, Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú. En estos cuatro pueblos correntinos la obra evangelizadora de la Compañía de Jesús llevó a cabo el milagro de reunir en vida pacífica e industriosa a miles de indios guaraníes que hubieran muerto a manos de los encomenderos o de los “Bandeirantes” de no mediar el milagro jesuítico. Los Bandeirantes secuestraban indios y los vendían como esclavos. Salvo variantes de detalle y ornamentación, que dependieron de la habilidad y el gusto de los operarios y del arquitecto, todos los pueblos jesuíticos respondieron a un mismo patrón. En el centro, una plaza en forma de cuadrilátero, flanqueada en tres de sus lados por líneas de casas para indios. Y el cuarto lado por la Iglesia, que a su costado estaba el cementerio y al otro la residencia de los Padres. Esta fue la fisonomía de San Carlos, la de Santo Tomé, como también de La Cruz y Yapeyú. La población oscilaba entre 1.000 y 10.000 almas, estaba al cuidado de uno o dos Padres, no más. Resultado casi milagroso. Las viviendas de los indios se levantaban sobre piedra arenisca (asperón), en forma de largos pabellones divididos en habitaciones de cinco metros de lado, con un corredor al frente sostenido por pilares de piedra. El techo, por regla general, era de tejas de fabricación local. Entre pabellón y pabellón se dejaban calles de unos diez metros de ancho. La vida era sencilla y ordenada. Los hombres se ocupaban de los sembrados, del ganado y de la cosecha de yerba mate. Las mujeres ordenaban sus hogares e hilaban y tejían el algodón. Los yerbales y las estancias quedaban muchas veces a cientos de kilómetros del pueblo. Esto obligaba a ausencias prolongadas de los jefes de familia que la comunidad aliviaba atendiendo a la alimentación de sus mujeres e hijos. Por Real Cédula del 16 de diciembre de 1617, la provincia del Paraguay se dividió en gobernaciones. Al frente de la Gobernación del Paraguay (o Guayrá) quedó don Manuel de Frías y en la de Buenos Aires don Diego de Góngora. Es importante este detalle porque de acuerdo con esta división algunas de las reducciones jesuíticas dependieron civilmente de los gobernantes de Asunción, mientras que otras, de las autoridades de Buenos Aires. Y los pueblos que quedaron en la jurisdicción de Buenos Aires fueron precisamente San Carlos, Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú. Esta división destruye la opinión errónea de que todos los pueblos jesuíticos estuvieron en jurisdicción del gobierno asunceño o paraguayos. Todas las fundaciones de los pueblos jesuíticos, hoy correntinos, se llevaron a cabo entre 1622 y 1638. Fue Yapeyú la más importante de las reducciones jesuíticas en tierra correntina. La fundó el Padre Pedro Romero en 1622 y según el historiador Dr. Manuel Florencio Mantilla, el verdadero nombre fue “Reducción de los Santos Reyes Magos de Yapeyú”. Agrega este historiador, que Yapeyú significa en guaraní “soplo el río”. La Riqueza de Yapeyú - Estuvo constituida por su estancia en la Banda Oriental. Se extendía ésta desde el río Ibicuy, al Norte, hasta Paysandú, al Sur; hasta el río Ya, al Este y con el río Uruguay como frontera Oeste. Cuando se produjo la expulsión de la Compañía de Jesús, el inventario levantado de todos los bienes, no pudo anotar el ganado de la estancia, dado lo grande que era su superficie. Pero las vacas de corral sumaron 48.119; las mulas 4.290; las ovejas y cabras 46.110 y 15.000 los animales de tiro y silla. Yapeyú adquiere importancia política en 1770, cuando Bucarelli reunió a los treinta pueblos bajo la jurisdicción del Gobernador Francisco Bruno de Zabala, cuya capital era Candelaria. El Gobernador tenía tres subalternos llamados Teniente, con asiento en Yapeyú, San Miguel y Santiago. Los tres puebles nombrados venían a ser algo así como capital de un conjunto de ellos. Yapeyú lo era de La Cruz, Santo Tomé y San Borja (Brasil). El primer Teniente de Gobernador de Yapeyú fue Francisco Pérez y sabemos que años después lo fue el padre del General San Martín. Es cuando nace en nuestra tierra el pequeño Gran Capitán. El pueblo de La Cruz no fue fundado originariamente en su emplazamiento actual, sino más al Este. Pero las persecuciones de los “mamelucos”, obligaron a esta reducción, como a muchas otras del Guyará y del Itatí a trasladarse a zonas que ofrecieran mayor seguridad. Fue su fundador el Padre Cristóbal Altamirano, en el año 1630. El mismo censo utilizado para señalar la riqueza ganadera de Yapeyú, sirve para señalar la de La Cruz: 32.000 cabezas de ganado; 140 mulas; 27.000 ovejas y cabras y 1.000 animales de silla y tiro. La Estancia se encontraba emplazada en la Banda Oriental, frente al mismo pueblo (hoy Brasil). En orden cronológico, el tercer turno corresponde a Santo Tomé. Puso la piedra fundacional el Padre Luis Ernot en el año 1632. Pero no escapó al traslado y en 1638 ocupó el lugar definitivo. El ganado sumaba 19.000 cabezas; 180 las mulas; 18.562 las ovejas y cabras y 1.000 animales de silla y tiro. Por paradoja geográfica e histórica, de todos los pueblos jesuíticos correntinos es el que más prosperó en industria y comercio. También llegó San Carlos de Caapí en 1638, fundado por el Padre Pedro de Mola. Aunque hoy es la población de menor importancia de cuantas subsisten en Corrientes, tuvo un presente próspero en los siglos XVII y XVIII. Veamos sus bienes: 10.000 vacas de corral, 15.000 cabezas en las estancias; 950 mulas; 5.000 ovejas y cabras y 2.000 de animales de silla y tiro. Estos fueron los cuatro pueblos donde, durante ciento cincuenta años, se asentó la civilización jesuítica. La vida transcurrida entre trabajos, procesiones, cánticos, bailes y casamientos en masa. Después de la Expulsión, las reducciones fueron puestas bajo el cuidado de otras órdenes, los cuales, a pesar de su buena voluntad, no pudieron impedir una rápida destrucción de los otrora prósperos pueblos. Expulsión de los Jesuítas: La inspiración de estas medidas se encuentra en una doctrina política denominada regalismo, que defiende el derecho del Estado nacional a intervenir, recibir y organizar las rentas de sus iglesias nacionales. La expulsión de una orden obediente al papa como la jesuita era económicamente apetecible porque reforzaba el poder del monarca, en nuestro caso Carlos III, y, además, porque tras la expulsión de una orden religiosa venía luego la correspondiente desamortización de sus bienes, que el Estado podía administrar como creyera oportuno. Así fue que el 27 de febrero de 1767, Carlos III firma un decreto por el que despoja de sus bienes a la Compañía de Jesús. Era Gobernador de Buenos Aires Francisco de Paula Bucarelli, a quien se encomienda su cumplimiento, que importaba expulsar de estos territorios a los jesuitas.

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