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  • A 5 años de la muerte de Silvia Montanari, la mujer que rompió con su gran amor por seguir los mandatos sociales

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 26/10/2024 04:15

    Silvia Montanari El último encuentro se dio hace ya varios años. Darío Grandinetti estaba haciendo una obra de teatro. Y Silvia Montanari decidió ir a verlo. “Cuando lo tuve enfrente se me cayó la cartera y todo lo que tenía encima. Y lo abracé”, recordó ella con los ojos llenos de amor. Pero de ese amor que traspasa las relaciones de pareja y se convierte en un cariño auténtico, de ese que dura para toda la vida. Era el año 2013 y el actor estaba protagonizando Una relación pornográfica junto a Cecilia Roth en el Paseo la Plaza. Esa fue, hasta donde se sabe, la última vez que la actriz tuvo la oportunidad de hablar con él antes de partir para siempre de este mundo, el 26 de octubre de 2019. El fogoso romance entre Silvia y Grandinetti había escandalizado a la pacata sociedad de los años ‘80. Y las revistas del corazón se regodeaban remarcando la diferencia de edad entre ella, que ya era una consagrada heroína de telenovelas, y él, un joven galancito que recién había comenzado su carrera pero estaba dispuesto a comerse el mundo. Eran casi 40 años contra 23. Y estaba claro que si el mayor hubiera sido Darío, nadie se hubiera horrorizado por eso. Pero a Montanari no se lo perdonaron. Jamás. Fue un amor a primera vista. Se conocieron en el verano de 1983, en Mar del Plata. Y no pudieron reprimir la pasión a pesar del “qué dirán”. Es verdad que, para esa misma época, Susana Giménez había comenzado su noviazgo con Ricardo Darín, a quien la diva le llevaba 13 años. Pero, por alguna extraña razón, la prensa y la opinión pública no habían sido con ella tan despiadados como con Silvia. “Cuando apareció Darío en mi vida, decían que había dejado a dos de 20 por una de 40, como si yo fuera un asco, una cosa desechable”, recordaba la actriz. Montanari junto a Darío Grandinetti Así y todo, se permitió hacer caso omiso a los prejuicios para disfrutar de lo que le había deparado el destino. “Fui una precursora. Cuando empecé a salir con Grandinetti yo le llevaba 16 años. En ese momento no se hablaba mucho de eso, pero es una situación que ocurre desde que el mundo es mundo. Yo me había separado y por eso acepté hacer una temporada de verano. Fui como la soltera más codiciada”, había dicho Silvia. Y la situación había sido tal cual. Dueña de una belleza única, la actriz siempre había tenido muchos cortejantes. Pero, a finales de los ‘60, conoció a Francisco José Aragón en una de esas largas sobremesas que solía compartir con otros artistas en El Tropezón. Ella, que para entonces ya era una cara conocida por sus trabajos en televisión, había sido abordada por un periodista que la incomodó con una pregunta. Y él saltó en su defensa sin siquiera haberse presentado. “Mientras esté yo acá, usted a la señorita la va a respetar”, le dijo al cronista apartando a Montanari de su lado. Ese gesto bastó para que ella se enamorara de inmediato y, al poco tiempo, decidiera irse a vivir con él. Fruto de la relación entre Francisco y Silvia, a los seis años nació Rodrigo, el único descendiente de la actriz. “Es lo mejor que me pasó en la vida”, decía ella al hablar del muchacho, hoy ya un hombre dedicado a la música y la actuación en Miami. Pero la pareja, un día, se terminó. “Él siempre dice que fueron 12 años interminables”, bromeaba ella al reconocer que esa había sido la convivencia más larga de su vida. Y, quizá, la más aceptada de acuerdo a las costumbres de la época. Y es que, hasta ese momento, Montanari no había protagonizado ningún escándalo. Y, a decir verdad, tampoco hubo nada escandaloso en su noviazgo con Grandinetti, que comenzó poco tiempo después de que ella terminara con el padre de su hijo. “Yo era una actriz dramática y no me lo perdonaron, pero a Susana sí le perdonaron su relación con Darín. Ella tenía otra cosa, era una actriz más de comedia. Pero a mí, los periodistas me mataron”, contó en una entrevista. Silvia junto a su hijo, Rodrigo Aragón (Instagram) Sin embargo, no fue el escarnio mediático lo que la llevó a dejar de lado sus sentimientos para dar por finalizada la relación, sino la desaprobación de su propia familia. “Ahora se usa que una mujer salga con un hombre más joven, pero en ese entonces fue duro para mí, que tampoco estaba preparada. Mis padres también me criticaban y eso influyó mucho. Así que el noviazgo duró solamente dos años, cuando debió haber durado más porque estábamos muy enamorados”, reconoció Silvia. Con el corazón destrozado, Montanari dejó que ese hombre que tan feliz la hacía siguiera su camino. Grandinetti, por su parte, tuvo relaciones con varias mujeres, pero solo tres se señalan como las más importantes después de Silvia: la artista catalana Eulalia Lombarte Llorca, con quien se casó y tuvo dos hijos, María Eulalia y Juan; la ex modelo Marisa Mondino, con quien se unió en matrimonio y tuvo a Lucía (fallecida al año de vida) y Laura; y la actriz española Pastora Vega, de quien se separó hace apenas unos meses. Silvia, en tanto, siempre se lamentó por su decisión. “Fueron años maravillosos los que viví con Darío. Tanto, que hasta nos fuimos a vivir a mi casa y después hubiésemos vivido en la suya si yo hubiese tenido una apertura mental de verdad. Hubiéramos estado mucho tiempo más juntos. Pero en ese entonces, mis padres no me hablaban y esa gente era importante para mí. Si bien dije que era capaz de abandonar todo por él, no pude. No pude en parámetros de educación. A mí me dolían las cosas que se decían. Tendría que haberme reído y haber vivido mi amor”, reflexionó al respecto. Silvia en una de sus salidas al teatro Cabe señalar que los hombres siempre la estuvieron merodeando, desde que era una jovencita hasta su madurez. Y que ella, más allá de su experiencia con el actor, no se privó de darle rienda suelta a su vida afectiva. Lo hiciera público o no. Sin embargo, en los últimos años, Montanari había decidido cerrarle la puerta a Cupido. “Hay muchos caballeros dando vueltas, pero en ese aspecto yo ya me retiré. He vivido tanto... Todo lo que he querido, lo he tenido”, había confesado. Y tenía esa sonrisa pícara que esbozan quienes se debaten con anécdotas que no se animan a contar, pero que les iluminan el alma.

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