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  • El espejo encantado

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 20/10/2024 01:53

    El traqueteo de la máquina de coser del anciano sastre no paraba, había que terminar la prenda para su entrega el fin de semana: saco, dos pantalones y chaleco. El arte se apreciaba en las rugosas manos del artista, realizaba con amor su tarea, con su trabajo honesto y sencillo a la vez,mantenía a su familia, le daba la dignidad del pan ganado con esfuerzo. Mientras cosía soñaba en tiempos pasados, cuando siendo niño viajaba en barco hacia Europa con sus hermanos, a tierras desconocidas para ellos, no para su madre Antonia que era nativa de Castilla la Vieja, recordaba con fruición sus aventuras por callejas adoquinadas, estrechas y serpenteantes de Madrid primero, Valencia después para seguir el periplo a Tánger en Marruecos, (Moroco) al norte del África. Recordaba las tareas de su tío, un alfarero acreditado de modesta condición. El zarandeo de la máquina de pronto lo volvía a la realidad, se terminó el hilo, luego de enhebrado el carretel, volvía el ritmo vertiginoso de la Singer y continuaba el viaje de las manos del recuerdo antiguo y feliz, entre arenales, camellos, voces en extraños idiomas, la enseñanza de ciencias y matemáticas en la escuela musulmana en el barrio español. Esbozaba una sonrisa al recordar cuando vio a un sacerdote de la escuela católica, a la que fueron obligados a ir, que le llevaba de la oreja a su hermano mayor Carlos, el que gritaba mientras sangraba, entonces sacó su honda indiana y le disparó un coco al clérigo, quien abrumado y dolorido soltó su presa con sangre en las manos. Naturalmente fueron expulsados los seis hermanos, así terminaron en la escuela de los moros, donde aprendieron ciencias. Sonriendo consigo mismo miraba su obra, se reía de sus picardías, mientras su esposa sentada a su lado le cebaba el mate como un ritual mágico, ante la risa preguntaba: -un peso por tus pensamientos. Él contestaba con el amor de siempre: -el hondazo al cura. Más triste fue el retorno, volver al terruño que dejaran tras años, con tonadilla valenciana, pobres por avatares de la vida, pero felices de volver a ver a sus parientes indianos. Al arribar trabajó desde abajo, fue ascendiendo hasta ser maestro en lo suyo, cortador, prolijo y esmerado dibujaba con reglas, semicírculos, tiza y papel las medidas del modelo que iba a cortar sobre la tela, sagrada en manos del maestro sastre. Al casarse en1945 vivía en Buenos Aires, que por esos tiempos se estaba convirtiendo en hostil por políticas que no compartía, volvió a su provincia y empezó de nuevo, desde la nada. Obtuvo trabajo con su cuñado, acreditado sastre instalado desde hacía años, pertenecía a la masonería, éste le regaló un ropero con un espejo biselado antiguo, una joya empotrada en el mueble, tamaño grande de un metro y medio de alto con dos columnas espiralado al torno, o manualmente. Al recibir el obsequio, escuchó una recomendación: -este espejo sólo es para personas buenas, tú eres un ser humano bondadoso y solidario, viene en su cristal la capacidad de detectar a los seres humanos malos, les absorbe en su reflejo energía vital para que duren poco en la existencia terrenal. No te asustes si el espejo a veces deja mensajes. Escuchó a su cuñado, un hombre mayor y sabio que según decían en el barrio de la antigua calle Vera, era un sanador. Durante toda su vida conservó el mueble anticuado. En él se reflejaron figuras de todo tipo, el sastre acostumbrado al poder del espejo sólo observaba, sólo él podía ver las distorsiones o alegrías del cristal, sabía pues quien era merecedor de respeto y quién no, ello a veces lo disgustaba porque tenía otra idea de la persona, negativa o positiva, el espejo aclaraba las cosas. Los años corren, con el invento del hombre llamado tiempo, vivió feliz con su amada esposa hasta que ella partió en el tren por el portal del infinito, sus horas solitarias se volvieron eternas. Sentado en su taller frente al espejo una tarde le interrogó, qué fue de sus hermanos muertos, sus amigos, entre otros, extrañamente el cristal cambió de color enviando mensajes, los espíritus fantasmales enviaban recuerdos, Chechela su amigo de fútbol, el maestro Tito Báez, sus hermanos premuertos, pero su sorpresa mayor acaeció cuando su querida esposa, a la que no podía olvidar en sus noches de ancianidad, cruzó la barrera o pórtico del tiempo corporizándose luminosamente, para acariciarle como siempre lo hacía sus canas hermosas y brillantes, mientras le expresaba: -tienes tus hijos y nietos mi amor, vive por ellos. El sastre contestó: -gracias, viví mientras estábamos juntos, no necesito más tiempo en esta tierra, deseo estar junto a vos. Ella, espíritu al fin, con el don bendito del más allá le respondió: -duerme tranquilo, es fuerte tu determinación, mañana estaremos juntos, mientras se esfumaba dentro del cristal azulado que volvía a su normalidad terrenal. Antes de acostarse llamó a su hijo, narrándole la experiencia del espejo y su secreto, éste entre asombrado y divertido pensó, el viejo tomó un trago de coñac de más, aunque conocía los poderes de su madre. Al día siguiente, sábado a la mañana, el sastre solo se durmió sobre la mesa en la cual le habían servido un mate cocido con una radiante sonrisa. Su hijo no se sorprendió porque su padre le había avisado como despedida, lloró y rio al mismo tiempo porque sabía que nunca lo abandonarían. Luego de su funeral solitario, rápido y triste por cierto, fue enterrado junto a su amada esposa y su madre española El hijo volvió a la casa desconsolado, se sentó frente a la máquina de coser, miró al espejo, de pronto sus padres se materializaron ante él de la mano como acostumbraban a marchar, etéreos, lo consolaban, estamos felices señalaron para diluirse en las penumbras del supramundo. Otros ocuparon la casa con la condición de no tocar las cosas, pero fue en vano, la codicia y la mezquindad superan las barreras de la decencia, dejaron secar las plantas, a otras las arrancaron como yuyos, extrajeron las arcanas vides del patio, para rematar, al marcharse como miserables, destrozaron el mueble, sacaron dos elaboradas maderas en forma de columnas resorte, torneadas, se llevaron el cristal, dejando al mueble añorando sus viejos tiempos de bonanza. El hijo volvió y recogió los pecios abandonados, los restauró sin el cristal, el mostrador, la máquina Singer, las reglas, la tijera, la antigua plancha a carbón, más el ropero o lo que quedaba de él. Los que llevaron los objetos no tienen felicidad, sus vidas errantes sufren el malestar de ver disminuidas sus energías, el cristal no les perdona su actuar truhán y para demostrarles su poder, el espejo, en ciertos días, deja pasar a los enamorados para dar una ronda ante los azorados y espantadizos moradores de la finca donde se encuentran, que se paga en la vida, es comprobable; en la otra hay que temer. Metieron rezos y más rezos, nada, el espejo sigue cobrando su precio como reclamando su armario que se encuentra en la misma ciudad.

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